En esta columna busco reflexionar un poco sobre las causas de fondo que condujeron a las circunstancias actuales que vive nuestro hermoso municipio abatido por la corrupción que ha carcomido los recursos públicos, como si fueran mineros a la orilla del puente de la estación, recordando esa muy cacaraqueada obra que debería pasar a la historia como un monumento a la corrupción rampante en este país, y que en nuestro pueblo, a pesar de que tiene un impacto desmesurado, se normalizó.
Hoy 19 de mayo, aún no se aprecia actividad en la obra, la cual se suponía que reiniciaría el día 15; las afectaciones a la comunidad son enormes, y si le preguntamos a cualquier habitante del sector, seguro nos dirá que es por culpa de la administración.
Si nos diéramos a la tarea de consultar a la ciudadanía sobre la percepción que tienen respecto a la administración actual, encontraríamos en sus respuestas apreciaciones negativas, sin siquiera advertir que, la causa de fondo no es que fulanito o sutanito se volvieron malos cuando llegaron al poder porque “se están robando más de los que les toca”, como si se aceptara que, robar “poquito” está bien.
El problema que se está evidenciando, está relacionado con la altísima degradación de la cultura política en todos los niveles de la sociedad, porque más allá de lo que les pasa a muchos, al creer que la transparencia, la honradez y la honestidad en lo público, son un asunto meramente ético o de moralidad; las consecuencias trascienden, afectando asuntos económicos, ambientales, sociales y prácticamente de supervivencia para la comunidad.
Un gran ejemplo lo encontramos en la relación perversa que tiene origen en la politiquería tradicional entre congresistas y alcaldes, que consiste en cambiar votos a cambio de obras organizadas para que se las gane determinado contratista, que, de hacer obras ni idea, pero para ganarse las licitaciones se volvieron unos tesos, como el zar de la contratación Emilio Tapia, el de los famosos 70.000 millones que se abudinearon con la Unión Temporal Centros Poblados.
No crean que me estoy saliendo del tema, resulta que los mismos que hicieron ese chanchullo tan sonado, robándose la plata de la internet para las escuelas rurales, montaron una empresa llamada Monteverde Ingenieros SAS, que con un capital autorizado de 5 millones y sin experiencia, resultó en solo un año haciendo contratación estatal por más de 100.000 millones de pesos en 9 contratos con el estado, como lo publicó la W el 11 de abril.
¿Y Barbosa qué tiene que ver?
Pues resulta que el primero de los 9 contratos es el de la construcción del puente de La Estación, por parte del consorcio Inteco, donde Monteverde Ingenieros, es mayoritaria.
Quiero usar este indignante hecho para demostrar lo negativa que ha sido la forma de hacer política en nuestro pueblo, sin embargo, no es el único caso que existe, sabemos lo que viene pasando con el hospital, la casa de la cultura, el Inder y tantos otros espacios y servicios que deberíamos disfrutar los ciudadanos, pero que se volvieron botines de los negociantes de la política y los usan para mantener su poder a costa del bien común.
Por eso, si queremos llegar al fondo del problema deberíamos revisar la forma de elegir a los gobernantes, tanto al alcalde y al gobernador, como a los concejales y diputados; estos dos últimos, no deberían estar en su curul para ayudar a los que los apoyaron en las elecciones, mediante la asignación amañada de puestos y contratos que le provee el mandatario, a cambio de aprobar lo que este necesita, que en el fondo es lo que necesitan los financiadores de esas campañas y que para los corporados implica dejar de hacer el control político, que es para lo cual fueron elegidos.
Este círculo vicioso que deforma cada vez más la política puede romperse si cada uno de los habitantes de Barbosa decidimos no caer en la trampa de la politiquería, que oferta beneficios particulares, promesas, tamales y cemento cada cuatro años. Y en vez de eso, le apostamos a un proyecto político realmente independiente, que nos una a todos como municipio, no en torno a un salvador, sino en torno a poner al interés de Barbosa primero que el interés de los caciques políticos que han controlado hasta ahora el futuro de este aporreado “potrero feliz”.
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