Buenos días, saludo a los navegantes del portal Al Poniente después de dejar atrás la estación de trenes de Dresden, capital del estado federado de Sajonia, en Alemania, y destino la República Checa, a bordo de un bus de transporte público.
Luego de pasar varios días en esta cálida y apacible ciudad de Dresden, cuna de un delicioso postre denominado Christstollen, conocido popularmente como Stollen, un pan que se sirve en navidad y en adviento, elaborado a base de harina, frutos secos, mantequilla y esencia de limón y de naranja, llegué, con mi familia, a la estación de trenes y buses donde pasamos por una bella repostería alemana en la cual conocimos un gran surtido de este postre típico de la Sajonia.
Como la tradición católica del siglo XVIII no permitía el uso de leche y mantequilla durante el ayuno de adviento, el Papa Inocencio VIII dio la dispensa a la comunidad mediante una carta que se conoce como la Carta de la mantequilla, que obligaba a las familias a pagar un impuesto para la construcción de la Catedral de Freiberg cada que elaboraban un Stollen. El Pan Christstollen fabricado en Dresden tiene un sello de denominación de origen “Dresdner Stollen”, y se dice que es el mejor de toda Alemania. Los afanes del viaje me dejaron con las ganas de comprar varios Stollen para llevar a nuestro próximo destino.
Definitivamente parte de la experiencia de viajar a otras culturas es penetrar en sus tradiciones culinarias y conocer sus recetas más preciadas, que se disfrutan más cuando se logra entrar a las historias de los manjares populares.
Durante un periplo por varias ciudades del país teutón sentí mucha seguridad al caminar las calles a diferentes horas del día y de la noche, pero en la última hora, antes de salir de Dresden, tuve un incidente de seguridad que quiero compartir con el público que tiene la paciencia de leerme acá en el portal Al Poniente.
La República Federal Alemana, (Bundesrepublik Deutschland), es uno de los quince países más seguros del mundo para el turismo según el portal (1) Reporte Lobby que la describe como: “Líder en lo tecnológico, con gran innovación y desarrollo científico y cultural. La modernidad en toda su expresión, la gran seguridad social contribuye a que sus habitantes se sientan orgullosos de su arraigo”.
Haciendo eco de un estudio presentado (2) en la jornada anual de “Turismo Seguro” en el 2013, elaborado por Turespaña y expuesto en el evento por la secretaria de Estado de Turismo de España, Isabel Borrego, para el 88% de los turistas la variable seguridad es un asunto “muy importante” o “importante”. Si bien este es un estudio realizado en España con una muestra que representa los cincuenta y ocho millones de visitantes, me tomo la licencia de extrapolar estos datos para el turismo global dadas la multiplicidad de culturas que conforman la población analizada.
Al llegar con mi familia a la parada de buses, en Dresden, cargando las maletas cual típicos turistas latinos, nos encontramos con una situación inesperada en nuestro periplo: estábamos siendo perseguidos por la mirada inquisidora y sospechosa de una pareja (hombre y mujer) que, entre otras cosas, no daba la sensación de ser alemana.
La vida de turista me ha enseñado a identificar rápidamente cuando hay una situación de peligro potencial en una ciudad extraña, y por tanto les informé a los miembros de mi familia, en voz baja, sobre la sensación que yo estaba experimentando y todos, al unísono, me dijeron que ellos estaban sintiendo lo mismo. Como diría mi abuelo, sabe más el diablo por viejo que por diablo, y de hecho nuestra experiencia de latinoamericanos nos indicaba que el ambiente que respirábamos era muy enrarecido.
Se me vinieron a la mente esas imágenes de atracos en sitios desconocidos que aparecen en algunas películas del cine o la televisión, donde las víctimas indefensas no tienen otra alternativa diferente a entregar sus pertenencias como ovejitas mansas.
Luego de un momento de estupor y de quietud me armé de valor (o más bien, el miedo me hizo actuar) y decidí que no podía quedarme pasivo ante esa fuerte sensación de amenaza que estábamos experimentando.
En treinta segundos, y con la cabeza caliente y el cuerpo lleno de adrenalina, evalué los tres posibles caminos de acción que podría tomar: primero, salir rápidamente del lugar y buscar refugió en un lugar más seguro, con la posibilidad de que nos dejara el bus del cual ya habíamos pagado el tiquete por Internet; segundo camino, esperar pasivamente que se dieran los acontecimientos acogiéndonos a la premisa de que estábamos en uno de los países más seguros del mundo; y tercero, actuar proactivamente enfrentando la situación según nuestro pálpito.
Optando por la tercera alternativa, a renglón seguido saqué del bolsillo de la chaqueta un arma para defender nuestra integridad, con la cual creo haber logrado el resultado esperado. Con esta arma, que tenía enfundada en un estuche de cuero y que había cargado en forma previsiva en días anteriores en la ciudad de Berlín, logré rápidamente intimidar a la pareja, y tomar el control de la situación.
Fue un momento de tensión de esos donde sólo hay tiempo de actuar, sin detenerse a pensar y sacar un cuaderno para evaluar alternativas. Si uno se queda pensando, es probable que se le complique la situación.
Por fortuna yo había comprado esta arma en un viaje anterior a los Estados Unidos, y entiendo que, aunque es de una marca muy reconocida, es fabricada en la China.
Dejo constancia para los lectores de que ninguno de los miembros de mi familia fue cómplice de la estrategia emergente en defensa propia, por el contrario ellos se mostraron extrañados de mi actitud y me recriminaron tan osado atrevimiento.
Es que en un momento de peligro como este uno no sabe cómo va a reaccionar, y está obligado a tomar decisiones apenas en unos pocos segundos. Como me imagino diría el filósofo cartagenero, Antonio Cervantes, Kid Pambelé: es mejor dar el primer golpe que recibirlo.
En este momento de la presente crónica ya es necesario contarles a los internautas que pasan por el portal Al Poniente cuál fue el arma que utilicé en la parada de buses de la ciudad de Dresden y, así mismo, detallar las acciones que llevé a cabo cuando la empuñé con mis dos manos para lograr una mayor precisión en mi acción defensiva:
Metí la mano al bolsillo de la chaqueta, tomé el estuche de cuero, desenfundé el arma, revisé que estuviera en condiciones de ser usada, y en efecto comprobé que mi iPhone 4s tenía suficiente pila y que además que la señal de la SIM card estaba activada y funcionando.
Si señor lector, esta historia si es coherente, mi iPhone 4s fue el arma que me sirvió de defensa. Este móvil había sido comprado durante un reciente viaje a Nueva York, y a nuestra llegada a la primera ciudad alemana del recorrido, Berlín, lo había cargado con una SIM card de la compañía Telekom que me garantizara voz y datos en todo momento, durante las 24 horas del día en todo el territorio alemán.
Entonces tomé el iPhone 4s, activé su cámara fotográfica, miré de frente a la pareja a la cual le tomé varias fotos sin ningún disimulo y, acto seguido, las monté en mi cuenta de Facebook informando a mis amigos que estaba en una situación en peligro potencial. Seguidamente guardé mi móvil con una actitud de seguridad y un toque de prepotencia, mirando a la pareja a los ojos, con el convencimiento y la satisfacción de que había tomado el control de la situación, e inmediatamente los dos sospechosos salieron presurosos hacia otro lado de la estación.
Ya en un ambiente de calma y menos tensión, y haciendo una evaluación de mi conducta después de los hechos, me di cuenta de que hice uso de un arma del Siglo XXI, en una acción rápida e inesperada que de ninguna manera había planeado, lo cual el profesor Henry Mintzberg denominaría como una “estrategia emergente”. Realmente yo nunca he usado una de esas armas clásicas como dagas, pistolas o fusiles; yo sólo llevo un arma en mi maletín de viaje: un corta-uñas pero sin la lima correspondiente porque no la dejan pasar por los controles de los aeropuertos. Y ahora debo reconocer que también llevo un Smarphone.
Algún lector pudiera calificar esta acción como una fábula fruto de mi imaginación, que entonces sería una “colombianada”, a lo cual de antemano no le daré importancia porque guardo el convencimiento de que estaba en juego nuestra integridad y porque finalmente logré manejar la situación, y entonces pudimos abordar el autobús dejando atrás la cálida Dresden para dirigirnos a la embrujadora Praga.
Esa fue una opinión libre e independiente de Diego Germán Arango Muñoz, Ingeniero, psicólogo y Administrador Turístico, y consultor en Mercadeo Gerencial.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-b-mia.xx.fbcdn.net/hphotos-ash3/t1.0-9/1512389_1429197034004824_2448223768463337392_n.jpg[/author_image] [author_info]Diego Germán Arango Muñoz Ingeniero Administrador de la Universidad Nacional de Colombia Psicólogo, de la Universidad de Antioquia Administrador Turístico, del Colegio Mayor de Antioquia. Especialista en Mercadeo, de le Universidad Eafit. Especialista en Investigación Social, de la Universidad de Antioquia. Profesor de la Universidad nacional de Colombia desde 1977. Profesor invitado a 35 universidades hispanoparlantes. Consultor en Marketing para más de 350 compañías. Director de más de 3,500 investigaciones empresariales en el campo del Marketing. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]
Bibliografía:
(1). http://www.reportelobby.com/2013/12/los-15-paises-mas-seguros-para-viajar.html
(2). http://blogseguridad.tyco.es/noticias/turismo-seguro-espana-uno-de-los-paises-mas-seguros-de-europa/
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