Si alguno de mis compañeros de la universidad leyera lo que estoy a punto de decir, sería prácticamente un cataclismo ideológico respecto a lo que mi pensamiento económico refiere, Jose Manuel, un acérrimo y decidido defensor del libre mercado hoy agacho la cabeza y digo: ¡necesitamos proteccionismo e intervención del estado!.
Hace no mucho un profesor me decía «la economía de mercado es uno de los más grandes avances que ha desarrollado la humanidad como especie, producto de miles de años, de un orden espontáneo» con muchos de sus fallos que década tras década los economistas al ensayo y error han ido aportando soluciones, sin lugar a dudas estoy seguro que en los momentos que hemos necesitado, la teoría liberal ha respondido, dando como resultado la expansión de grandes avances tecnológicos, económicos y sociales. La competencia entre los diversos colosos del capital mundial ha resultado en grandes avances para la sociedad que hoy vemos reflejados, en cosas tan básicas como el celular o la computadora a través de la cual se lee esta columna. Pero hoy, quiero pedirle a Milton Friedman, a la escuela de Chicago, que den un paso al costado, el libre mercado debe parar.
Año 2009, la economía mundial está colapsada, Lehman Brothers uno de los bancos legendarios de EE.UU quebrado, millones de nuevos desempleados, suicidios y muchas familias en todo el planeta han perdido sus riquezas, una locura total, pero en el momento en que todo parece perdido, aparece un nombre. John Maynard Keynes, no de casualidad un nombre que ya había sonado mucho antes, casi un siglo atrás, cuando en 1936, bajo su teoría de general del empleo, el interés y el dinero, dio la clave no sólo a EE.UU sino a la mayoría de economías del mundo, para salir de la gran crisis del 29, la gran depresión.
Y henos aquí de nuevo: la humanidad ad portas de otra gran crisis económica, que se veía venir hace mucho, pero que ha sido adelantada nada más y nada menos que por una pandemia, ¡un virus!. Si me lo hubiesen preguntado hace un año, mi causalidad a la crisis hubiese sido «guerra comercial», pero hoy con todo su ímpetu, la naturaleza ha puesto de rodillas a quienes creían dirigir los rumbos del planeta, y hoy, no existe un solo gobernante que piense en aquella guerra económica, sus miradas han sido desviada a una crisis sanitaria, médica y social.
El COVID-19, llegó, nos mostró lo ínfimos que podíamos ser los seres humanos ante las adversidades mismas de la evolución, y nos tiene contra las cuerdas, asustados y encerrados en nuestras casas, ante tan magna situación no queda de otra que aportar desde lo que cada uno puede, la distancia, la asepsia, el autocuidado y esperar.
¡Esperar, esperar y esperar!, pero resulta que esta espera no puede durar mucho, estamos ante una bomba de tiempo, pero no cualquier bomba, ¡una bomba de hidrógeno!, que en el momento en que explote, dicen, podría desatar la peor crisis económica que la humanidad como especie haya vivido.
¡Y es por esto!, que hoy evoco a Keynes, el desastre post-crisis, los empleos que se perderán, la empresas que quebrarán, los hogares que no tendrán liquidez para solventar gastos básicos, el grave hueco fiscal de los gobiernos producto de la disminución del recaudo, y la poca capacidad de gestión de nuestros gobernantes será inminente. La crisis social y económica deberá ser tratada con supremo cuidado, aunque a muchos no les gusta y podrían hacerlo ver hasta burocrático, el único medio que le quedará al estado para sortear la crisis será el gasto público; deberá ser aumentado en su totalidad, aunque se diga que no comemos cemento, necesitamos hacer más carreteras, más puentes, más infraestructura, generar empleo en el corto plazo, será vital en un principio, la forma de inyectar dinero será esta, a través del empleo, y le toca al estado, porque evidentemente el sector privado, poco o nada podrá hacer después de la crisis. Pero será sólo el principio, a medida que se expanda la crisis económica por los mercados mundiales, la otra gran medida será obligatoria, cerrar la economía, la crisis al igual que el virus, se expande, pero ese no llega en aviones, esa llega en forma de capital, productos extranjeros más baratos terminarían de rematar la industria nacional, Colombia no sufrió grande estragos en la crisis financiera de 2008, por la única razón que fue una crisis financiera, y si bien la economía no estaba cerrada, nuestras empresas no consumían productos financieros contagiados por la crisis, ni los bonos CDO, ni los del Tesoro, llegaban hasta nuestros puertos, pero esta vez, si consumimos esos productos que podrían contagiar nuestra economía y dejarnos en cuidados intensivos.