Los planteamientos del expresidente Andrés Pastrana Arango, en entrevistas a La FM y otros medios, son fundamentales para la comprensión del momento político que vive la Nación y las tareas que de ahí se derivan para las fuerzas políticas de derecha y centro-derecha. Mi lectura de los planteamientos del expresidente la resumo en los siguientes puntos:
- Los disturbios que agobian al País, más que reclamar medidas sociales, son una ofensiva en regla contra sus instituciones políticas y económicas, es decir, contra la democracia liberal y la economía de propiedad privada y libre mercado.
- Esa ofensiva es alentada y financiada por el gobierno de Venezuela en el marco de la estrategia del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla para implantar en América Latina el socialismo del Siglo XXI.
- Las organizaciones políticas, gremiales y armadas promotoras de los disturbios en Colombia son afines a las dictaduras de Cuba y Venezuela y siguen los lineamientos del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla.
- Las instituciones democráticas de Colombia pueden ser imperfectas, pero son respetables y, en todo caso, superiores a las que prevalecen en Cuba o Venezuela. También lo es su economía, que viene creciendo y avanzando en la satisfacción de las necesidades de la población. Esa democracia y esa economía merecen y deben ser defendidas.
- La toma de las alcaldías de Bogotá, Cali, Medellín y otras ciudades y municipios por dirigentes de la izquierda que toleran, animan o apoyan abiertamente los disturbios es consecuencia de la división de las fuerzas de derecha y centro derecha en las elecciones locales de 2019.
- Si las fuerzas de derecha y centro derecha van divididas a las presidenciales de 2022, es muy alto el riego de triunfo de un candidato de la extrema izquierda que acabaría con la democracia y las libertades y precipitaría a Colombia hacia una dictadura criminal como la venezolana.
Acertadamente el expresidente Pastrana Arango identifica las tres fuerzas políticas que se proyectan hacia las elecciones presidenciales de 2022, de las cuales ya hay dos claramente definidas:
- La extrema izquierda. Integrada por los partidos y movimientos vinculados al Foro de Sao Paulo y que se reúne alrededor de la candidatura de Gustavo Petro; quien, por supuesto, es también el candidato de las Farc, las que tienen asiento en el Congreso y las que asesinan en el campo, y de todos los delincuentes y narcotraficantes de Colombia.
- La centro-izquierda. Amalgama de grupos izquierda, exfuncionarios del gobierno de Santos y retazos del partido liberal que se agrupan en torno a la candidatura de Sergio Fajardo, apadrinada por el expresidente Juan Manuel Santos. Para las Farc y la extrema izquierda, Fajardo es la segunda opción y de ser elegido en segunda vuelta con el apoyo de esta quedaría atado a sus programas.
Según el expresidente Pastrana es necesaria la conformación formal de una tercera fuerza, la derecha y centro-derecha, a partir de los partidos que se identifican con la defensa de la democracia liberal y la economía de mercado. Esos partidos – Conservador, Liberal, Centro Democrático, Cambio Radical y otros – forman la mayoría del Congreso, con 82 de las 106 curules en el Senado y representan más de 80% de los votantes colombianos.
Propone Pastrana que estos partidos – como lo hicieron el Centro Democrático y el Conservador en 2018 – postulen candidatos a una consulta interpartidista de la que surja un candidato único para la primera vuelta de las presidenciales de 2022. Esa es una propuesta sensata que debe ser acogida por los partidos de la derecha y la centro derecha republicanas, habida cuenta de los riesgos que entraña el régimen electoral surgido de la Constituyente de 1991.
Con una increíble frivolidad, los partidos políticos tradicionales, representados en la Constituyente de 1991, cedieron a ante las pretensiones del M-19, movimiento que hoy es nada en la política colombiana, y entregaron en bandeja de plata y sin contraprestación un régimen electoral que había permitido un sistema bipartidista o de pocos partidos propio de las sólidas democracias del mundo anglosajón.
En efecto, hasta los años 90 del siglo XX, Colombia había mantenido, con modificaciones menores, un sistema electoral implantado en la constitución de 1886, que estuvo vigente por más de 100 años. Este sistema llevaba a la conformación de partidos grandes, dos o tres, como en Estados Unidos, Inglaterra y otros países de Europa. Con la reforma constitucional de 1991 se implantó en Colombia un sistema electoral que daba incentivos a la conformación de partidos y movimientos pequeños. En 2002 había en Colombia más de sesenta partidos o movimientos políticos con personería jurídica, treinta de los cuales tenían representación en el Congreso.
Reformas menores, introducidas durante la primera presidencia de Álvaro Uribe, forzaron la agrupación de las fuerzas políticas y fue así como el número de partidos que participaron en las elecciones y llegaron al Congreso se redujo. En 2006 alcanzaron representación en el Senado 12 partidos y 20 en Cámara; para 2010 fueron 10 en cada corporación. En 2014 obtuvieron representación en el Senado 10 partidos o movimientos y 15 en Cámara. Hoy son 13 y 17, respectivamente.
Esta fragmentación es nociva para la democracia pues genera confusión entre el electorado que carece de opciones claras, desincentiva el voto espontáneo y libre, favorece el clientelismo y la corrupción electoral y facilita la llegada al Congreso de toda clase de oportunistas e ignorantes, deteriorando la calidad de la política y de las decisiones legislativas.
Las reglas de la elección presidencial incentivan también la fragmentación de las fuerzas políticas y dan lugar a que, en la primera vuelta sea usual la presencia de un elevado número de candidatos. En Colombia, las elecciones presidenciales y las de congreso se realizan en fechas distintas, es decir, no son concurrentes; y se pasa a la segunda vuelta si ninguno de los aspirantes obtiene en la primera la mayoría simple. Según los analistas de los sistemas electorales esta combinación es la que usualmente conduce a la postulación de un mayor número de candidatos en primera vuelta. Cuando no existe doble vuelta y las elecciones presidenciales y de congreso se realizan en la misma fecha el número de aspirantes a la presidencia tiende a ser menor.
Como consecuencia de la fragmentación política, resultante de un sistema electoral semejante al colombiano, Perú afronta el riesgo de elegir presidente a un personaje ignorante y siniestro, que sigue a pie juntillas la cartilla política de chavismo-madurismo. En la primera vuelta presidencial participaron 21 movimientos y partidos políticos con 18 candidatos.
Si todos y cada uno de los partidos de derecha y centro derecha llegan a la primera vuelta con candidato propio habría en esas elecciones por lo menos 12 candidatos, con lo cual el paso a la segunda vuelta podría obtenerse con el 15% ó 20% de los votos. El riesgo de que a segunda a vuelta lleguen Petro y Fajardo es muy elevado. Aunque estratégicamente divididos, Petro y Fajardo, como olivos y aceitunos, son todos unos.
Además de su importante propuesta, Pastrana hace un aporte a la cultura política colombiana al hablar sin tapujos de derecha y centro derecha. Existe en Colombia una especie de fetiche que pretende que hablar de derecha e izquierda es algo inapropiado y desueto. Pues no es así: de izquierda y derecha se habla en Francia, España, Italia y todos los países de Europa.
Pastrana define con precisión lo que significa ser de derecha o centro derecha hoy en Colombia: defender una institucionalidad democrática y liberal que tiene 200 años de historia, defender la propiedad privada y la economía de mercado y rechazar la lucha armada y la violencia callejera como métodos de acción política.
Dentro de ese marco hay espacio para diferencias en los más diversos aspectos de la vida económica y social. Pero eso es lo fundamental y todo el que comparta esos tres puntos está a la derecha y debe entender que, en la coyuntura política actual, en Colombia, a la derecha no hay enemigos.
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