Álvaro Uribe Vélez y su desmitificación en sentido político

Uribe, en el entorno local, es el símbolo de la política colombiana en lo que va del siglo XXI. Su liderazgo y su forma de hacer política tienen un sello propio que cautiva de una manera peculiar. Sus seguidores rozan el discipulado y no tiene enemigos… vivos. Defendido de manera visceral en sus aciertos y torpezas. Uribe Vélez encarna la fuerza necesaria de transformar su deseo de venganza personal, disfrazado de ideología política en la seguridad democrática, para acelerar la válvula que transforma votos en curules. La sagacidad política de Uribe Vélez es incuestionable. Es el político que mejor se representa a sí mismo. Maneja los tiempos políticos y el tono de voz siempre a su favor. Uribe el soldado, el contraguerrilla, el incansable, el verraco, el puñetero que de un solo golpe tira a lo lona a los Valencia Cossio juntos, el de los huevitos, el traicionado de Santos, el estratega, el jinete, el Putin criollo, el hacendado, el de la mano firme y el corazón grande. Siempre hay algo que decir de él en los pasillos políticos y solo ahora parece enfrentar un huracán a cuenta de la Corte Suprema. Uribe es un toro de lidia; lo lleva en la sangre. El pugilato es su estado natural.

Este no es el fin de la vida pública de Uribe. Es un round más de los muchos que ha librado y de los que le esperan. Es el inicio de un proceso judicial que todavía no ha proferido sentencia en firme. Por eso caben todas las estrategias propias de quien hace uso del derecho para exigir la presunción de inocencia y el cumplimiento estricto de las formalidades propias de un juicio estrictamente ajustado a derecho. 

Lo que sí es importante resaltar es el significado político de la apertura de este proceso y la medida de aseguramiento en su contra por parte del juez competente. Es un claro mensaje de que la estructura básica del Estado de derecho republicano sigue en pie. Que hay independencia judicial porque los jueces actúan sin atender al color político del gobernante de turno. Uribe Vélez es un líder político enorme pero no es intocable. El derecho y la política no siempre han corrido al cauce de sus deseos. Ha perdido apuestas electorales que parecía tener aseguradas. Perdió el referendo anticorrupción, perdió el pulso en la Corte Constitucional en sus aspiraciones reelectorales; ha errado en la escogencia de candidatos a alcaldía y gobernación. Hacer que Uribe Vélez comparezca ante la justicia es una gran señal de que las instituciones están por encima de las personas y que el historial electoral es una variable totalmente independiente del curso que se adelante en el marco de un proceso por responsabilidad penal.

John Fernando Restrepo Tamayo

Abogado y politólogo. Magíster en filosofía y Doctor en derecho.
Profesor de derecho constitucional en la Universidad del Valle.

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