Al pueblo nunca le toca

“Ahora le toca al pueblo”

Durante la época de popularidad del MRL (Movimiento Revolucionario Liberal), su líder y fundador, Alfonso López Michelsen, utilizó en muchas ocasiones como lema de campaña aquel que proclamaba: “Ahora le toca al pueblo”.

Sin embargo, cuando le llegó la hora de gobernar, su mandato (1974 – 1978), nuevamente afiliado a las élites del Liberalismo tradicional, demostró que de aquel lema no quedaba nada, pues su periodo en la presidencia se recuerda como uno de los más nefastos para la economía nacional (inflación del 40%), sin mencionar el tema de la famosa “ventanilla siniestra”, y en el que el descontento popular llevó al gran paro cívico de 1977, el cual recibió como respuesta la represión por parte del ejecutivo. Tales hechos expresaban una vez más temas como el oportunismo y la demagogia, característicos de nuestra clase política.

Años después, en 1987, tal vez como una burla, el escritor Álvaro Salom Becerra escribió una obra que llevaba por título: “Al pueblo nunca le toca”, una historia de dos amigos (Casiano y Baltasar) que desde jóvenes discutían acaloradamente por los partidos políticos tradicionales (Liberal y Conservador) y a quienes el ocaso de la vida les dejó como lección aquello de que al pueblo nunca le toca.

Pero se preguntará el lector: ¿qué sentido tiene toda esta introducción? Pues la respuesta tiene que ver con lo acontecido durante los últimos meses con las denominadas circunscripciones especiales de paz, las cuales, tras un tortuosos camino por los escenarios políticos, fueron sepultadas definitivamente el pasado 18 de febrero por parte del Consejo de Estado, la última instancia que podría haberlas resucitado, pero que decidió optar por lavarse las manos y endilgarle la responsabilidad al Congreso de la República.

Aunque para muchos este sea un tema menor y para otros se considere un alivio político, lo cierto es que con la no aprobación de las 16 circunscripciones especiales de paz que aspiraban representar a 167 municipios del país, los más afectados por el conflicto, se perdió no solamente la posibilidad de la representación política de las víctimas sino que también se comprobó que los gamonales tradicionales no están dispuestos a compartir el poder y mucho menos a permitir que se les diga en la cara que son los responsables de la invisibilización de muchos de estos territorios, especialmente los más vulnerables.

Tengo claro que esta columna causará algo de malestar e indignación entre aquellos que han repetidos hasta el cansancio que las circunscripciones especiales eran un beneficio que favorecía a las Farc. Sin embargo, me gustaría responderles aquí que al parecer no leyeron muy bien el nuevo acuerdo, el renegociado con los del NO, en el que era bastante claro que las circunscripciones eran un mecanismo para reconocer a las víctimas del conflicto armado y que por ende no podían ser presentados candidatos de ningún partido político, incluido el creado por las Farc, pues era potestad de las comunidades y de los colectivos sociales elegir a quienes participarían electoralmente y a la postre se convertirían en sus voceros.

Además, no era cierto, como se sostuvo insistentemente, que las circunscripciones especiales de paz eran un tema inédito en el país e inventado por los acuerdos de la Habana. Quienes así razonaban, al parecer no han estudiado la historia de los diferentes procesos de paz por los que ha atravesado el país, ya que desde los acuerdos con el M19, a finales de la década de los 80, se habló de crear unas curules especiales de paz, las cuales finalmente no se hicieron efectivas, pero que de alguna manera fueron recogidas en su esencia en las curules brindadas a los grupos desmovilizados, ya fuera en la constituyente de 1991 (EPL, PRT y MAQL) o en la Cámara de Representantes en 1993 (CRS).

De esta manera, las múltiples negativas a la creación de las circunscripciones especiales y la sistemática negación al reconocimiento de las víctimas, por algunos sectores del país, son la muestra patente de una sociedad en la que “al pueblo nunca le toca” o al menos todavía no.

Posdata…

  • Debo aclarar que aunque siempre he estado de acuerdo con la inclusión y la esencia de las circunscripciones especiales de paz, me pareció inaceptable la “leguleyada” con la que el gobierno quiso aprobarlas en el Senado de la república, pues así como hoy ese tipo de maniobras favorecen, mañana pueden resultarnos lesivas.
  • Bastaría con hacer una encuesta para ver cuántas personas saben ubicar o reconocen en el mapa de Colombia por lo menos el 30% de los 167 territorios que iban a verse beneficiados por las circunscripciones especiales.

https://moe.org.co/wp-content/uploads/2017/05/Informe-Circunscripciones.pdf

Mauricio Albeiro Montoya Vásquez

Docente e investigador. Coordinador del proyecto de escritura “100 preguntas y respuestas para comprender el conflicto colombiano”. Fue reconocido en 2012 con la beca Jóvenes Investigadores de la Universidad de Valencia (España). Ha sido docente de diferentes universidades de Medellín e invitado como conferencista tanto en Colombia como en el extranjero.