Al Poniente recomienda: Celebración aniversario número XV de la corporación Otraparte.

El próximo jueves 20 de abril será la celebración del cumpleaños 122 de Fernando González, quinceavo aniversario de la Corporación Otraparte y 10 años del Café Otraparte; como invitados especiales de la celebración estarán Carolina Sanín, Juan Manuel Roca y el sacerdote Gabriel Díaz Duque, quienes compartirán su experiencia con Fernando González y del “vivir a la enemiga”. Asimismo, podrá gozarse de la compañía de amigos pertenecientes a las corporaciones Estanislao Zuleta y Nuestra Gente que cumplirán este año diez y treinta años de fundadas respectivamente.

 

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Nota de prensa del
17 de febrero de 2002

Mañana, en sobria ceremonia, el municipio de Envigado y los herederos de Fernando González Ochoa, con Simón González Restrepo a la cabeza, harán la presentación oficial de la Corporación Fernando González – Otraparte, que busca revitalizar la Casa-Museo, donde vivió el maestro, y crear allí un centro de irradiación cultural, con base en la filosofía y las enseñanzas del escritor envigadeño.

Se logra así la cristalización de un proyecto que, desde que Envigado recibió la casa de Otraparte, había venido fraguándose entre logros y retrocesos, pero que ahora adquiere piso firme. La iniciativa que se pone en marcha redundará en beneficio de las nuevas generaciones, no sólo de Envigado sino de toda Antioquia y del país entero. El pensamiento del “solitario” de Otraparte, tan apreciado fuera de nuestras fronteras, encierra un mensaje de autenticidad, de vida, de apasionamiento por la búsqueda de la verdad, sin imposiciones ni cultos, sino abierto al propio y personal viaje de cada uno hacia la Intimidad.

Otraparte, al estilo de Fernando González, no va a ser un recinto de nostalgias y aislacionismos intelectuales, sino que pretende convertirse en un lugar donde pueda bullir la vida con la ausente presencia, gozosa e inquietadora, del “maestro de escuela” que él fue. Una “escuelita” para enseñar a ser uno mismo. En la autenticidad y en el amor a la vida.

Ernesto Ochoa Moreno

No escribía para la gloria. Por eso vivía a la enemiga, pues los colombianos no hacen cosa alguna, ni escriben cosa alguna, ni intentan cosa alguna que no sea para asegurarse el pedestal y una fama aldeana. En un país así, Fernando González no tenía “copartidarios”. Ni escribía para ganar medallas. Al escribir a la enemiga, desechaba adeptos y condecoraciones.

Alberto Aguirre

¿Por qué afirmo que
vivo a la enemiga?

Porque he luchado contra todo lo existente. No puedo tener amigos sino cuando mueran los colombianos de hoy y desparezcan los intereses actuales.

Porque me odio mucho en cuanto soy persona, o sea, odio y lucho contra mis instintos. No he logrado aprobarme un solo día. Nada de lo que hice me parece bien. Es otra la vida que quisiera para mí. Quiero ser otro. Padezco, pero medito. Tengo abundancia de instintos.

Vivo pues, como hombre moral, en lucha conmigo mismo, derrotado casi siempre; hace cuarenta años que vivo derrotado, en angustia, amando a un santo que yo podría ser y siendo un trapo sucio; llamando a Dios y oliendo las ropitas de Toní. En realidad, soy un enamorado de la belleza, pero también hombre que persigue a las muchachas, que piensa a lo animal, etc., 99% hombre vulgar. Apenas si de vez en cuando puede mi alma mirar con hermosos ojos verdes a través de la inmundicia de mi conducta.

Y así como me odio a mí mismo, odio a la Colombia actual; y así como amo al santo que podría ser, amo a la Colombia que sueño. En consecuencia, mi lema será: Padezco, pero medito.

Fernando González

Odio a Medellín

Por Alberto Aguirre

Donde yo administraba justicia en nombre de la República de Colombia y por Autoridad de la Ley, hoy venden condones y calzoncillos. Es esta una ciudad de traficantes: convierten lo sagrado en zoco. En el Palacio Nacional, sede entonces de los jueces de la República, se ha instalado un Sanandresito, que aquí le dicen ‘Hueco’. El primer comercio de contrabando y cucherías, en menudos locales, como buhardillas, se llamó ‘El Hueco’, para señalar su intento de escondite. Aún existe, en extensión centuplicada. Ahí, al borde, el propio Palacio Nacional se volvió ‘Hueco’: en cubiles como desvanes se vende lo que usted quiera: mercancía de contrabando, mercancía legítima, mercancía chiviada, mercancía de segunda y de primera y aun de cuarta.

Y también es un Hueco el antiguo Seminario Mayor, en todo el centro de la ciudad, al pie de la Catedral Metropolitana y enseguida del Parque de Bolívar. Sus amplios salones de cátedra y sus extensos comedores fueron reducidos a locales. En el viejo despacho del señor arzobispo hoy venden Lotto Lotín, y la antigua capilla es un restaurante de comidas rápidas.

Decía el viejo López que el meridiano político de la nación pasaba por Medellín, y que para atisbar el rumbo que tomaría la República era preciso venir al Club Unión. Allí, en el Salón Dorado, con sus puertas pomposas imitación cobre, escuchaba, López, a los patriarcas antioqueños, y de paso les exprimía la bolsa. Hoy, el Club Unión, en la carrera Junín, también está convertido en Hueco: dividido y subdividido en menudos aposentos; encuentras el chance en un chiribitil; en otro, te recetan para el sistema endocrino; zapatos, lociones, candongas, body piercing, McDonalds, pollo paisa, lociones, bolsos, bodies, calzones, panties, rollos de telas. Y en el Salón Dorado con estatuas en imitación mármol van a poner un casino.

El Banco de la República, edificio de un pálido estilo republicano, situado en el Parque de Berrío, colindante con la iglesia de La Candelaria, se acaba de convertir en Hueco. Venden todo tipo de chucherías. Y hay un local con curas para la vena várice.

Es esta una ciudad de mercachifles. Y así ha sido siempre. Nunca tuvo dignidad. Solo que ahora, con ayuda de la coca, ha ido amasando fortunas aún mayores y demoliendo conciencias. El espíritu traficante del antioqueño se cifra en Medellín, y aquí erige su puesto de mando. El Hueco extenso de ahora es la culminación de un proceso, y paso a nuevas degradaciones. Que se tenga fino La Candelaria. ¿No prostituyeron el Seminario?

Ya en 1914, León de Greiff, antioqueño de nación, escribía este ritornelo, con el título “Villa de La Candelaria”: “Vano el motivo desta prosa. / Nada, cosas de todo día, sucesos banales, / gente necia, local y chata y roma; / gran tráfico en el marco de la plaza, / chismes, catolicismo y una total inopia en los cerebros. / Cual si todo se fincara en la riqueza, / en menjurjes bursátiles / y en el mayor volumen de la panza”.

Y cincuenta años más tarde, Gonzalo Arango escribía: “Medellín, nunca comprendiste la humilde gloria de tener un poeta errando por el corazón desierto de tus noches considerándote mi hogar, mi amante y mi única patria. Eres utilitaria en cambio, y preferías acostarte con gerentes y mercaderes. También eres tiránica, pues te place la servidumbre, dominar soberana en el reposo de los vencidos y los muertos”. Dice el poeta, en medio de su diatriba, “¡oh, mi amada Medellín!”. Talvez por ese mismo amor, mayor su desilusión y su amargura: “Así coaccionas el espíritu de creación, la libertad y la rebelión. Eres endemoniadamente astuta para conservar la vigencia de tus estúpidas tradiciones. No admites cambios en tu poderosa alma encementada. Solo te apasiona la pasión del dinero y aforar bultos de cosas para colmar con sus mercancías los supermercados”.

Otro espíritu de alcurnia, Fernando González, que aquí vivió y aquí agonizó y aquí murió, decía: “Medellín, dominada por inhóspitos vendedores de rollos de telas; Medellín, guarida de fariseos hipócritas” (1936). Y más tarde (1939) escribió esto: “El latrocinio propiamente antioqueño es la estafa. Aquí se trabaja con la inteligencia. Por eso el Diablo es de Medellín. Antioquia es pueblo comerciante, y el comercio casi, casi se confunde con la estafa: por lo menos se parecen mucho. Pongan a Santo Tomás a que diga en determinado caso en dónde terminó la habilidad comercial y comenzó el engaño, y verán que se les queda pensando”.

Es propio del oficio de cacharreros ocultar sus lacras. El engaño. Medellín es diestra en ocultar las suyas. Más de la mitad de sus dos millones y medio de habitantes viven en la pobreza, y un cuarto, en la miseria. Eso quiere decir que para millones no está segura la comida de mañana. Apenas dan, asordinado, el dato estadístico, que ni se proclama ni se lamenta. Es fama de que tiene la mejor empresa de servicios públicos del país, pero no dicen que hoy en día 68.718 familias de la ciudad tienen cortados los servicios por falta de pago. No tienen con qué; son pobres, y es más necesario un plátano que un bombillo. Infame una ciudad en la que se da esta opción.

Es otro vicio de traficantes la pompa. Gastaron 30 mil millones de pesos en un esperpento: ponerle techo a la plaza de toros. Una ofensa en medio de la miseria. Y el otro estigma es el estraperlo. El presupuesto inicial del Metro de Medellín fue de 650 millones de dólares, pero salió costando finalmente 10.500 millones de dólares. A esto le dicen, pudorosamente, sobrecostos. Se pagó una coima, a los señorones de la Villa, de 25 millones de dólares. El asunto es real, tanto, que está en investigación. Solo que la investigación dura ya diez años. Es otra destreza: la impunidad.

Para vivir a la enemiga, como manda el filósofo, es conveniente vivir en un medio hostil.

Fuente:

Revista Soho, marzo de 2005.

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