Al norte de la ciudad Metropolitana

La inmensa virtud de las trasformaciones institucionales que propone el alcalde Daniel Quintero es que son siempre incitaciones democráticas, no son reivindicaciones electoreras que pretenden desmontar instituciones que les resultan inconvenientes como nos tiene acostumbrados el uribismo. Sino propuestas, más que afirmaciones, que ponen en debate la utilidad de las formas institucionales.

Dan cuenta estas propuestas también del progresismo político del alcalde y de un entendimiento de las instituciones como herramientas para la garantía de derechos de las que la estabilidad es apenas una característica. El liberalismo como idea implica la confianza en las instituciones para garantizar derechos siempre que estas sirvan para tal fin, pues en muchas ocasiones existe una cierta entropía en las instituciones que deriva en que se convierten más en barreras para la garantía de derechos que en herramientas para garantizarlos; por eso la estabilidad que expresan apenas como una característica de las democracias liberales, pues de su ontología también deviene un complejo sistema de modificación y reforma de esas instituciones. Sin más, las instituciones sirven siempre que garanticen más derechos de los que limitan y en ese sentido su reforma es un escenario permanente de disputa.

Esta propuesta de la ciudad metropolitana con un solo alcalde ha promovido especial polémica, en especial para nosotros los que estamos en la periferia y sentimos que de alguna forma aumentar el poder del centro puede aumentar la exclusión de la periferia. Debo admitir que mi primera impresión fue de malestar, pues he soñado con transformar mi contexto cercano y una centralización así a raja tabla limita la incidencia en el contexto próximo, pensé  desde mi óptica individual y con el sueño de algún día ser alcalde que uno no tiene credenciales, y muy difícilmente puede obtenerlas, para aspirar a gobernar desde el centro.

Más allá de las reflexiones personales sobre la identidad y la pertenencia, la ciudad metropolitana y su conurbación son realidades que superan la competencia del municipio como entidad territorial. No nace esta propuesta de una elucubración solitaria y delirante de la realidad como se ha querido hacer ver, vivimos en un territorio común en el que los escenarios de integración y consenso resultan insuficientes para resolver los problemas comunes. Esta es una oportunidad para evaluar la utilidad de instituciones y su capacidad para promover una distribución equitativa de cargas y beneficios en el valle del aburra. Asunto que esta al centro de la discusión.

La desigualdad urbana expresada en una distribución inequitativa de cargas y beneficios es un hecho metropolitano con el Área Metropolitana del valle del aburra no ha podido – ni querido – conjurar. No se nos olvida a los habitantes del norte que todos los días pagamos peajes que impide nuestra integración igualitaria al valle en casetas que se adornan con el logo de la institución (el Área) que se creó para integrarnos. En el mismo sentido, esa institución a participado de la promoción de cada una de las cargas urbanas que asumimos por toda la ciudad de la que no tenemos la compensación requerida: PTAR, Relleno Sanitario, Metro solo hasta Niquia y un largo etcétera.

Lo cierto es que el desarrollo en el valle no circula hacia el norte, pero la calidad de vida del resto de la ciudad si depende de las cargas que asumimos. Es necesario aclarar no pretendo promover falsas rivalidades y entiendo que en el Sur el “progreso” también ha traído su consecuente gentrificación enajenado el territorio para los habitantes históricos, esa desigualdad hace que una persona con ingresos medios y bajos así sea de toda la vida de un municipio del sur no pueda sostenerse en él y deba migrar al norte. Insisto, la desigualdad es un hecho metropolitano que aun no se discute suficientemente.

Por otro lado, muchos elementos le dan la razón a una visión integradora del territorio pues ya existe un alcalde metropolitano en la medida en la que las decisiones que se toman en Medellín nos afectan a todos y nosotros no votamos por el que toma esas decisiones, permitir una elección regional garantizaría que los intereses de los municipios de la periferia se vean representados, así mismo los recursos que producimos con nuestro trabajo e inversiones terminan convertidos en impuestos en Medellín de cuyos beneficios no podemos disfrutar directamente.

En resumen, la ciudad metropolitana ya existe. Son muchos los servicios públicos que serían mas eficientes sin estuvieran centralizados, queda resolver la discusión institucional sobre cómo garantizar la democracia y la participación equitativa de las comunidades que hasta ahora no hemos podido participar del desarrollo que ayudamos a construir. EL debate esta abierto y las instituciones son para facilitar el debate, al menos Medellín tiene un alcalde que no le teme a la polémica y nos pone a botar carreta y tinta a muchos que preferimos las instituciones útiles a pétreas. Insisto, esa es la inmensa virtud de las palabras del alcalde.

Son muchos los argumentos que faltan para tomar una posición, lo cierto es que temer al debate no puede ser una forma de garantizar una sociedad más justa.

 

Coda:  Un profesor muy reconocido de la ciudad al que he admirado mucho suele descalificar mis opiniones porque tengo un contrato en la alcaldía, pues según él estoy incentivado a estar de acuerdo con la administración. Supongo que ha entregado su autonomía en los cargos públicos que ha ostentado. Me queda decir que estoy en la alcaldía porque comparto plenamente el proyecto político, no al revés, como muchos que por el turno están de acuerdo con el proyecto porque quieren estar en la alcaldía.

Carlos Mario Patiño González

Abogado de la Universidad de Antioquia, Magister en Derecho económico del Externado de Colombia, de Copacabana-Antioquia. Melómano, asiduo conversador de política y otras banalidades. Tan zurdo como puedo pero lo menos mamerto que se me permita.

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