Al Cadalso: Pacífica, Constitucional, electoralmente

 

AL CADALSO: PACÍFICA, CONSTITUCIONAL, ELECTORALMENTE…

 

Ha sido el eterno juego del poder, desde que el hombre es hombre: de un lado, la amenaza del poderoso, el reto, el desafío, el duelo a muerte. Del otro: el miedo, el pavor, la cobardía. Ante Hitler, el retador, sólo cabían dos respuestas: Churchill o Chamberlain.  Es la encrucijada en que nos encontramos: rendirnos o luchar. Mientras sigamos prisioneros de la ideología de la derrota, nos mantendremos esclavizados. Todo lo demás es cuento.

 

Antonio Sánchez García @sangarccs

 

El corralito político en el que se han terminado enclaustrando motu proprio los partidos y organizaciones democráticas de la Venezuela republicana, sumida en la peor crisis existencial de su historia,  está blindado por tres ideologías: la primera está montada sobre las bases del pacifismo; la segunda, se escuda en la letra constitucional, que como bien dijera un prócer del pasado, sirve para todo, incluso para negarse a sí misma; la tercera se yergue sobre los rituales y tabúes electoreros, principal credo de la religión de Estado conformada por esa trilogía de divinidades. Es la peor de todas, pues es la más engañosa: permite a los galeotes creer que navegan cuando reman en un pantano de concreto. Y a la final ganan el derecho a seguir encadenados. Pacífica, constitucional, electoralmente.

 

Esas tres puntas de lanza que nos atenazan han sido, para usar otra metáfora más expresiva, el tridente ideológico con el que la dictadura ha castrado todos los esfuerzos de la sociedad civil por sacudirse la dictadura y recuperar la democracia. Atropelladas por la gigantesca movilización popular que llevada por sus instintos liberadores de la sociedad civil se allegó hasta Miraflores el 11 de abril de 2002, esas ideologías indirectamente protectoras del régimen dictatorial que no respeta a ninguna de ellas ni las obedece, razón de sus éxitos, saltaron hecho trizas. Sirvió de poco: el régimen, ni pacífico, ni constitucional ni electorero, sino violento, inconstitucional y empeñado en imponerse a la brava, se aprovechó de la traición, la inconsecuencia y la debilidad de las élites para quebrar la voluntad liberadora de las mayorías, que se había impuesto incluso al interior de las fuerzas armadas, sometiendo la rebelión militar que se había puesto del lado del pueblo, secuestrando la institucionalidad armada y anclándose en sus cuarteles. Para entregarle, finalmente,  las llaves del reino a la tiranía cubana. Al cabo de esos días que conmovieron al mundo perdimos la República: pacífica, constitucional, electoralmente. Por pusilánimes y cobardes, unos. Por traidores, otros. Civiles y militares.

 

Esta dictadura del Siglo XXI, una vulgar satrapía de nuevo cuño, aceptó seguir las reglas del juego – pacífica, constitucional y electoralmente – mientras dichas reglas sirvieron a su entronización. Contando con el carisma del caudillo y los altos precios del petróleo, sólo los poquísimos avisados que conocían al monstruo por dentro, supieron que mientras las apariencias blindaban el engaño, el monstruo devoraba a sus anchas los intestinos de la libertad.  La tozudez y la porfía de quienes quisieron creer en el engaño porque carecen de enjundia y le tienen pavor a la verdad, siguieron alimentando la cantinela y el autoengaño. Iban felices al cadalso gritando: ¡pacífica, constitucional, electoralmente! Esgrimiendo los señuelos de falsas salidas electoreras: los pajaritos preñados con que alimentaron a los crédulos.

 

Han pasado diecisiete años: Chávez, que hasta entonces había tenido una carrera militar cuajada de fracasos,  murió sin haber conocido más que cuatro grandes derrotas: la del 4F, que en verdad fue su gran victoria, pues sin disparar un solo tiro y escabulléndole el trasero a la muerte consiguió birlarle el protagonismo del suceso a sus verdaderos protagonistas y montarse sobre la cresta de la ola golpista que sacudió al país convirtiéndose en el verdadero triunfador de la jornada. La del 11 de abril del 2002, de la que escapó por la salida de emergencia gracias a la traición de uno de los conjurados en la sombra y la pusilanimidad y carencia de visión y hombría de sus vencedores, para convertirla en otra de sus resonantes victorias.  La del 2 de diciembre de 2007, difamada por él como una inútil y gratuita “victoria de mierda”, cuyos efectos a favor del restablecimiento de la democracia fueron nulos. Y finalmente, la del 6 de diciembre de 2015, la más contundente y para el régimen de su heredero la de mayores consecuencias, pero hasta ahora prácticamente paralizada en su acción,  pues sus efectos se diluyen en agua de borrajas. Mientras el país se hunde en la más devastadora de sus crisis, el régimen niega y viola la constitución, anulando el valor soberano de la Asamblea Nacional amparado en un falso tribunal supremo de justicia, convertido en poder supraconstitucional por la espuria voluntad de la satrapía. ¿Qué paz es ésta de los degolladores, qué constitución la que un falso TSJ se pasa por sus entrepiernas, qué elecciones las burladas por el régimen con el auxilio de las fuerzas armadas?

 

¿Por qué las victorias opositoras de mayorías conscientes se han convertido en derrotas y las derrotas del golpismo cavernario de minorías aventureras se han convertido en victorias? Por el derrotismo inherente a la actividad opositora, que tras un cuarto de siglo aún no unifica sus fuerzas, define sus objetivos, suelda sus dirigencias con la masa de sus seguidores y encuentra un liderazgo lúcido, valiente y decidido. El golpismo militarista y caudillesco convierte sus derrotas en victorias, en cambio,  porque está al mando de aventureros decisionistas, inescrupulosos y voluntaristas, se juega la vida al todo o nada, se nutre de la mala conciencia del progresismo que corroe la moralidad opositora y sabe acorralar a su pusilánime adversario desafiándolo permanentemente al duelo mortal, haciéndole creer que llevará sus ambiciones de poder hasta sus últimas consecuencias: la crisis, el caos, la muerte. Es decir: la guerra civil.

 

¿Cómo habría de temer la satrapía a una asamblea dirigida por quienes corrieron a rendírsele a sus pies cuando gracias a la acción decidida y valiente de nuestra juventud se rompiera la cuerda del tira y encoje del juego de las amenazas del fascismo dominante,  cayeran las máscaras del poder de quienes carecen de todo auténtico respaldo popular, viéndose el sátrapa en la obligación de pedirle socorro a sus socios y aliados extranjeros, porque ni siquiera con sus fuerzas armadas podía someter la rebeldía desatada a lo largo y ancho de Venezuela? Imposible dejar más en claro la celada: abandonar la calle, renunciar al combate de la sociedad civil y traicionar a nuestra juventud decidida a dar su vida por la libertad, para negociar las aspiraciones libertarias volviendo al redil del pacifismo, del constitucionalismo y del electoralismo. El tridente del sometimiento y la auto mutilación. Ganar una asamblea para terminar asistiendo impávidos a su castración pública.

 

Ha sido el eterno juego del poder, desde que el hombre es hombre: el reto, el desafío, el duelo a muerte. Ha sido la clave de la derrota desde que el hombres es hombre: el miedo, el pavor, la cobardía. Churchill o Chamberlain. No hay alternativas. Mientras sigamos prisioneros del tridente de la derrota, nos mantendremos esclavizados. Todo lo demás es cuento.

Somos Ciudadanos Venezuela

Somos ciudadanos es un movimiento de venezolanos demócratas independientes en busca de retomar los derechos ciudadanos y promover la democracia en Venezuela y Latinoamérica. Nuestra misión es divulgar la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela, así como la diaria violación de la Constitución Nacional. Difundimos opiniones acorde a nuestros valores ciudadanos y buscamos la interacción masiva con ciudadanos del mundo usando las redes sociales. El objetivo final es retomar la paz y la democracia en nuestra Tierra de Gracia, VENEZUELA.

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