Agápē

(ἀɣάπη)


Dicen que cuando amamos, es posible trascender la ilusión del tiempo y el espacio; cuando amamos, nuestro ser se conecta al universo, y es ahí cuando nos hacemos uno con el todo, con el otro.

Poco sabemos del amor hasta que experimentamos el mundo y descubrimos que estamos educados en él. Pero la definición del amor, como la de todas esas cosas que realmente importan en la vida, es absolutamente problemática y ambigua, profunda como absurda, fundamental y dolorosa. No obstante, el amor es en esencia la fuerza creadora, la imagen y semejanza de nuestra humanidad genuina.

Al amor corresponden la sabiduría, la muerte, la vida, la eternidad y la memoria. Solo en él es probable comprender un anhelo que emancipa; a diferencia de la tenencia de los objetos, en el amor no aplican los límites de la materia y carece de propiedad, siempre toma la forma del sujeto que le contiene. Sin embargo, es el amor como un río caudaloso que debemos dejar fluir a través de nosotros para no naufragar en su inmanencia.

Hablar del amor implica un suspiro, la nostalgia, la esperanza y el perdón. El amor es el golpe, la grieta, los trozos y el kintsugi (arte japonés de reparar objetos partidos pegando sus partes con oro); es una apología a la fe, un sollozo humilde y un gemido que trastoca la ilusión en realidad. Es el verbo que guía nuestros pasos, código impreso de energía vital en cada célula. El amor es supremo al poder, historias que evocan el triunfo de la existencia prolongada pese al orgullo de la guerra como garantía de ello.

Al amor deviene la unicidad de cada ser que inmortaliza un alma con su nombre, las musas que enaltecen el sufrimiento inherente a la carne, la filosofía que soporta el imperio de las civilizaciones. Es el ciclo del sentido, la consciencia divina de un espíritu sacramental, halla el retorno a nosotros mismos; el amor es la persistencia de la compleja y voraz naturaleza aún misteriosa y fantástica a la luz de la razón.

El amor es también una odisea que acontece en el corazón de aquél a quien habita, nadie vuelve invicto de esta aventura tras conocer lo invisible, puede confundirse con los cantos de sirena y está lejos de parecerse a la sensualidad efímera de las ninfas; el amor exige pruebas y batallas contra monstros que adoptan el tamaño de los miedos y cíclopes que persuaden la cultura; la presencia inmutable de Penélope en la voluntad de Ulises.

Al amor se deben las artes y las ciencias, de este yacen las convicciones y las deidades, por su dulzura se engendran obras y en su amargura se asimila el valor que tiene para el mundo recibir y darse. El amor transita a través de las lágrimas del autor que ahora son best seller, en la melodía afable que compuso un sordo, por los cielos cruzando continentes sobre los sueños de volar de un par de niños, explorando la galaxia desde los ojos de un viejo infante que labró una mente curiosa, en esta sencilla opinión que con esmero y gratitud se comparte.

AlPoniente, 2024 (Colombia).

María Camila Chala Mena

Poeta. Abogada con énfasis en Administración Pública y Educadora para la Convivencia Ciudadana, Especialista en Gerencia de Proyectos y Estudiante de Maestría en Ciudades Inteligentes y Sostenibles. Fundadora de Ágora: Laboratorio Político. "Lo personal es político".

1 Comment

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  • Así es el amor, yo lo conocí cuando supe q dentro de mi existía otro ser, y lo siento cada vez q pienso en ti y tu bella hernita. Las amo con todo mi ser.