“Incluso el presidente de ese país huyó para evitar un “derramamiento de sangre” innecesario. Este captan no se hundió con su barco porque la cobardía y su instinto de supervivencia le ganó por encima del deber”
Los días más brillantes llegan a este país que ha vivido 20 años en la penumbra. Las tradiciones serán al fin restauradas y la norma se hará cumplir tal y como siempre se soñó. La cultura occidental enemiga se eliminará, Afganistán renacerá entre las cenizas y serán grandes de nuevo. El lavado de cerebro será tan grande que todos en ese país creerán que los Talibanes son los salvadores de las costumbres y, por supuesto, la esperanza y nacionalismo se combinarán en un intento casi kamikaze para que Afganistán “sea grande de nuevo”.
Afganistán se convirtió, de manera sorpresiva, en la noticia que acapara todas las portadas de los tabloides, portales de internet y discusiones del día a día de miles de personas alrededor del mundo, quienes en un intento de “empatía” muestran su solidaridad con el pueblo afgano y, otros, por el contrario, no podrían expresar mayor felicidad al enterarse que el régimen talibán había obtenido una victoria “impecable” contra Estados Unidos, el invencible. Si bien es cierto que no mucha gente sabe lo que en verdad está sucediendo en esta región, y mucho menos, las implicaciones que este acontecimiento traerá para los grupos más vulnerables de la sociedad afgana actual, es bien sabido que el extremismo, las malas interpretaciones de noticias y la capacidad del ser humano para cambiar sus acciones de acuerdo a sus intereses ha hecho intensificar este suceso histórico y doloroso para muchas poblaciones.
Como siempre sucede, el conflicto se ha ido escalando de manera progresiva, solo que los medios y nosotros en nuestra tarea de lectores, no le habíamos puesto el foco a esta situación que si bien quizás no se habría evitado, al menos nos hubiera dado un poco de tiempo para analizar y ver las posibles “soluciones” antes de que fuera demasiado tarde. Ahora, que prácticamente no hay vuelta atrás, si es posible analizar los orígenes del grupo Talibán, la vida bajo este régimen y, sobretodo, qué esperar ahora que tomaron control de todo Afganistán.
Primero, los talibanes no surgieron luego de la tragedia del 9/11, este grupo surgió a principios de la década de 1990 en el norte de Pakistán tras la retirada de Afganistán de las tropas de la Unión Soviética. Además, se cuenta que este movimiento fue financiado con dinero de Arabia Saudita para así predicar una forma de línea “dura” del islam sunita. En ese momento, tenían como objetivo obtener el poder total de la región para restaurar la paz, la seguridad y garantizar el debido cumplimiento de la ley islámica. En 1995, lograron derrocar al régimen del presidente Burhanuddin Rabbani y, para 1998, los talibanes ya controlaban más del 80% de Afganistán.
Su posterior “huida” o neutralización ocurrió luego del 9/11 una vez Estados Unidos estaba ordenando la entrega de Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda, el grupo responsable de este ataque terrorista. Sin embargo, los talibanes al negarse a entregar a este líder, perdieron sus defensas aéreas y su pequeña flota de aviones de combate, el fin para ellos estaba cerca. La Alianza del Norte, como grupo de rebeldes anti-talibanes, entraron a Kabul en noviembre de 2001 y se consideraron como “ganadores” definitivos de este conflicto. Afganistán respiró nuevos aires, se creó una nueva constitución que “liberaría” al pueblo de aquellos extremistas que habían sembrado el pánico años atrás. Tropas británicas y americanas llegaron a territorio afgano para apoyar proyectos de “reconstrucción” desde 2006 y, posteriormente, en 2011, el presidente Barack Obama mandó refuerzos para proteger a la población civil y matar combatientes insurgentes que pudieran amenazar la “paz” que existía en este territorio.
Para 2015, la situación se encontraba un poco controlada cuando los talibanes resurgieron de repente y lanzaron na serie de ataques suicidas, coches bomba y otros asaltos. El edificio del parlamento en Kabul y la ciudad de Kunduz fueron atacados, podrían ser estas acciones tan solo el inicio de esta nueva guerra llena de incertidumbre y miedo. Sin embargo,en un salto en el tiempo, en 2020 Estados Unidos firmó un acuerdo con el Talibán donde se prometía que la OTAN retiraría todas las tropas en un plazo de 14 meses si ambas partes cumplían con los puntos estipulados en el tratado. Aunque meses después Estados Unidos estaba cumpliendo con la parte de su compromiso, el 1 de mayo de 2021 comenzó la ofensiva militar por parte de los talibanes en contra del gobierno de Afganistán y sus aliados. Para mitades de julio e inicios de agosto de 2021, las ciudades más importantes de Afganistán empiezan a estar bajo el control talibán, el terror en las calles se hacía más presente y, como era de esperarse, la comunidad internacional esperó a que el problema se agrandara para intervenir cuando en verdad ya no había nada por hacer. Incluso el presidente de ese país huyó para evitar un “derramamiento de sangre” innecesario. Este captan no se hundió con su barco porque la cobardía y su instinto de supervivencia le ganó por encima del deber.
Los combatientes del Talibán han afirmado en múltiples ocasiones que, si el país no renuncia a la cultura occidental, ellos mismos tendrán que atacarlos y posteriormente, matarlos, ya que se debe a un irrespeto a la ley islámica y a los valores que sus antepasados habían luchado por mantener vivos. Con tan solo días de diferencia, se puede marcar un antes y un después en el modo de vivir del pueblo afgano y, sobretodo, de las mujeres que ahora bajo el régimen talibán se encontrarán más sometidas y oprimidas que nunca; profesiones normales que activan la economía de los países, son prohibidas ahora en Afganistán por realizar tareas “muy occidentales” que van en contra del Islam; los hombres no pueden afeitar sus barbas, las mujeres están obligadas a usar la burka y deben estar contantemente acompañadas por su mahram (parentesco cercano masculino), no podrán volver a establecimientos educativos, trabajar o asistir a reuniones donde se encuentren hombres. Los castigos por incumplir estas leyes son aún peores, algunos conducen incluso hasta la muerte. El régimen del terror ha vuelto o quizá nunca se fue y tan solo estuvo en una especie de “standby”
Por supuesto, la comunidad internacional en su papel lleno de “fraternidad”, solidaridad y cooperación, no ha hecho absolutamente nada al respecto. La asamblea general de la ONU se reunió el 16 de agosto para hacer una especie de soluciones colaborativas donde se pueda hallar la forma de ayudar al pueblo afgano y recuperar el control que los talibanes tomaron en tiempo casi récord. Lastimosamente y como es de esperarse, puede que no lleguen a ninguna conclusión y cada país hale para su lado de acuerdo a sus intereses, después de todo los motivos de cada país van primero y por encima de cualquiera que necesite de ayuda humanitaria o una solución efectiva.
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