Adolf Hitler, Pablo Escobar y la educación (¿de Feid?)

Hace algunas semanas publiqué una columna de escasa difusión y de mucha menos repercusión, titulada: “El antisemitismo y la política educativa del «Gobierno del Cambio»[1]. En ella expuse la respuesta del ICETEX (Instituto Colombiano de Crédito Educativo) frente a la solicitud de recursos para desarrollar un seminario dedicado a la “Enseñanza del Holocausto”. Palabras más o palabras menos, en la respuesta se nos indica que el tema del seminario no es de interés para la política educativa del «Gobierno del Cambio». Es posible imaginarse a cualquier funcionario de oficio, sin mayor preparación histórica, encargado de responder solicitudes y de decidir qué es de interés y qué no. De cualquier forma, reflexionar sobre el totalitarismo, el fascismo, las ideologías políticas y las catástrofes históricas, al parecer, son asuntos ajenos a “nuestra” propia historia y por lo tanto no son temas educativos vinculantes entre “nosotros”. El caso es que la respuesta negativa, el desinterés por contribuir con el desarrollo del seminario, significa sacrificar la oportunidad de acercarse a las investigaciones que José Sánchez Tortosa (Universidad Complutense), Emmanuel Taub (CONICET), Tomas Borovinsky (CONICET) y otros académicos nacionales venimos adelantando sobre los “pasados traumáticos” y la obligación de no repetirlos.

Lo expuesto hasta aquí sirve como preámbulo para una reflexión en torno la historia y la educación que quiero adelantar. Por puro sentido común —uno enfermo, como diría Rosenzweig (2022)— las personas imaginan que los hechos históricos se acumulan unos sobre otros y que el presente está separado de ellos sin mayor explicación. El pasado ha pasado, ya no vive más, imaginan con ingenuidad. La educación escolar, por lo menos la recibida entre “nosotros”, tampoco contribuye a esclarecer mejor en qué consiste la actualidad del pasado y de qué formas persiste en el presente. Aunado a lo anterior, cierto sector educativo progresista y militante, entiende la praxis pedagógica como apertura hacia las vivencias de los estudiantes, recuperación de su contexto social inmediato y preparación para resignificar las vivencias y el contexto en mención. Cabe preguntar en qué momento la educación escolar, entonces, nos permitirá ampliar los referentes limitados que, por definición, nos constituyen como seres humanos. Es decir, el énfasis en las vivencias y el contexto de los estudiantes —que reconozco son importantes—, si no se complementa con la necesidad de deshacer sus propias fronteras, se convierte en una tecnología de la educación escolar que en vez de ampliar los referentes de los estudiantes los hace más estrechos.

Por supuesto, la educación en general debe ayudar a la mejor comprensión de sí mismos y debe permitir el reconocimiento y la revalorización de los contextos sociales inmediatos. En parte, eso significa clarificar la situación histórica personal. Pero, la educación debe ayudar a mucho más. Por la educación los seres humanos han de ser capaces de elaborar juicios en torno a distintas esferas como el conocimiento —gnoseología—, el arte —estética— y la moral —ética—. Elaborar juicios significa pensar por sí mismos, acercarse o tomar distancia, siendo capaces de discernir entre lo cierto y lo falso o, al menos, entre la seriedad y la propaganda. Elaborar juicios significa crear criterios de valoración a la altura de lo juzgado. Si la educación escolar no contribuye a que los niños, las niñas y los jóvenes sean capaces de crear dichos criterios, habrá que interrogar qué es lo que se ha hecho de la escuela, en qué la han convertido. Por esto en El culto pedagógico, Sánchez Tortosa (2018) no en vano nos advierte que lo que ha quedado es la “escuela basura”. De manera sumaria, entiéndase por esto la institucionalización pública del rechazo por la educación teórica y el desprecio por la razón en la escuela. Esta aseveración bien puede dialogar con la pregunta qué es lo que hace pedagógicamente legítima a la escuela (Muñoz Gaviria, 2020). La respuesta que en apariencia parece obvia, no lo es en un momento histórico donde la escuela más parece una institución en disputa por los “expertos” de turno, los partidos políticos y los movimientos sociales que la reclaman como su botín ideológico para sus agendas.


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Toda esta reflexión viene a propósito de unas recientes declaraciones del músico urbano Feid (Salomón Villada Hoyos), popular figura del entretenimiento. En una entrevista que recoge el canal Music Medellín, al preguntársele por Pablo Escobar, Feid responde: “Es como que usted le hable a un alemán de Hitler. Para mucha gente él fue bueno y para mucha gente él fue malo. Es lo mismo que con Pablo Escobar y todos los que hay de ahí para abajo”. La cuestión aquí no versa sobre qué piensa en particular una persona ya no tan joven acerca de un acontecimiento histórico, se trata de interrogar la incapacidad generalizada de las personas para crear criterios de valoración histórica que afronten con rigor los acontecimientos del pasado y la persistencia de sus efectos. Se trata de cuestionar la frialdad y la ligereza con la que se puede hablar de dos figuras que confrontan el fracaso del progreso moral y el débil efecto de la educación escolar con respecto a la enseñanza del pasado. Dos figuras que malograron la vida de millones de seres humanos. No causa vergüenza al Ministerio de Educación Nacional, a las Secretarías de Educación ni al ICETEX, que por la pobre educación recibida se pueda hablar de Adolf Hitler y Pablo Escobar de cualquier manera, incluso que el habla se remita al vaivén caprichoso de la opinión que decide si sus actos pueden o no juzgarse con criterio moral. En últimas, todo se reduce a que Hitler y Pablo Escobar —“y todos los que hay de ahí para abajo”— para unos son buenos y para otros son malos ¡Cuestión de gustos!

Frente a una respuesta de esta índole. Es decir, frente a una respuesta que resalta por su sandez, no cabe más que interrogar qué responsabilidad tiene la educación escolar además de la familiar por supuesto. Qué tipo de diálogos no se entablaron para enseñar a crear criterios de valoración en torno a los acontecimientos históricos que son materia de conocimiento científico tanto como estético y ético. Si no se puede dispensar a los padres y las madres por no ayudar a sus hijos a crear criterios para hablar sobre cuestiones históricas que persisten en el presente, mucho menos puede dispensarse a los “expertos” de turno, a los partidos políticos y a los movimientos sociales que atacan con vehemencia el recurso a la teoría y a la razón en la escuela. No se puede dispensar a esos “expertos” que han hecho de la escuela una institución en la que se remplazan los contenidos sobre el conocimiento, el arte y la moral por agendas ideológicas. Otra cosa será discernir el por qué se insiste en preguntar por problemas de naturaleza tal como un genocidio o la destrucción de toda una sociedad, problemas que descubren “nuestra” carencia de criterios para valorar acontecimientos históricos, a músicos que, a lo sumo, solo puede pedírseles que sirvan de entretenimiento.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/alexanderhincapiegarcia/

Referencias bibliográficas

Muñoz Gaviria, Diego (2020). ¿Es legítima pedagógicamente la escuela? Aportes de la pedagogía escolar a la crítica de la escuela moderna. En Hincapié García, A; Muñoz Gaviria, D & Pérez Ramírez, F. (eds.), Pedagogía, formación y universidad. Universidad Católica de Oriente.

Music Medellín (2023). Feid qué piensa de Pablo Escobar. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=_uxi8RPFLwY&ab_channel=M%C3%BAsicMedell%C3%ADn

Rosenzweig, Franz (2022). El librito del sentido común sano y enfermo. Herder.

Sánchez Tortosa, José (2018). El culto pedagógico. Crítica al populismo educativo. Akal.

[1] https://alponiente.com/el-antisemitismo-y-la-politica-educativa-del-gobierno-del-cambio/

 

Alexánder Hincapié García

Doctor en Educación de la Universidad de Antioquia, Magíster en Psicología, con estudios de pregrado en psicología y filosofía. Realizó su estancia doctoral en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su tesis doctoral obtuvo la máxima calificación, Summa Cum Laude. Reconocido como Investigador Asociado por COLCIENCIAS. Ha sido profesor de pregrado y postgrado en distintas universidades. Se define más que profesor como un investigador social sin credos epistemológicos.

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  • El servicio educativo y los medios de comunicación en Colombia han contribuido y contribuyen a fortalecer el proceso adaptativo, prolongar y expandir los privilegios de aquella elite que domina, apoyándose en una enseñanza de la historia repetitiva y acomoda a sus interés.
    En una época aparentemente digital y de entretenimiento las responsabilidades atribuidas a los procesos educativos se entregan a las redes sociales y con ello a múltiples personas que se orientan por ambiciones individuales e intereses comerciales que paradójicamente ignoran su influencia en el otro. Hoy la responsabilidad de educar se le entrega a un cantante, una actriz o un “streamer” … y a la escuela le queda ser un espacio para cuidar, entretener y retener a niños y jóvenes por varias horas al día…

    Creo entonces que algunos profesores estamos tan adormecidos que nos tomamos muy enserio el papel de cuidadores y hacemos de las clases todo un show de entretenimiento…