A propósito del panorama nacional:  protesta, vulneración de derechos y omisión de deberes durante el descontento social en Colombia.

Desde el 28 de abril del presente año, se convocó a salir masivamente a las calles en primer lugar por la Reforma Tributaria que presentó el ex ministro Alberto Carrasquilla y que sumó a la alteración social hasta decir que fuera la gota que rebosaría el vaso de los colombianos quienes veníamos indignados con el actual gobierno del presidente Iván Duque Márquez.

Lo primero a decir, es que: jurídicamente en Colombia hay una variedad de derechos constitucionalmente amparados y con la calidad de derechos fundamentales, algunos de ellos como el derecho a la libertad de expresión que menciona el Articulo 20, el derecho a la paz (Art 22), y el derecho quizás con mayor sustento a la protesta que se encuentra consagrado en el artículo 37 de la constitución colombiana de 1991, que a propósito en este año cumplió su vigésimo aniversario. El artículo 37 establece que: “toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente…” y es esto lo que el pueblo colombiano en muchas partes del territorio nacional ha venido haciendo con valentía y unidad, no obstante, es sabido que en toda revolución se suscitan problemas de orden público que desvían la atención de medios de comunicación, pero también es evidente que durante todos los eventos de protesta como marchas, bailes, pintadas de murales, ollas comunitarias, entre otros se presentan infiltraciones y no sólo infiltran agentes especiales (del Estado) para sabotear, sino también se infiltran personas con ansias de violencia, que aunque nunca en su vida hayan asistido a las urnas o se hayan puesto a leer entre líneas un programa de gobierno están ahí para unirse al montón porque saben que en cualquier momento habrá un detonante de cualquiera de los lados y entonces excitados podrán comportarse con ese instinto primario y agresivo que en cualquier momento, lugar o circunstancia podrán detonar, no son muy distintos a la policía del ESMAD, pero si están en una total desventaja hablando desde el punto de vista de armas y de ley, pues por las instituciones “responde” el “gobierno” lo que acontece en los lugares no lo quiero justificar, sino más bien hacer una reflexión durante estas líneas.

Ahora bien, la realidad social y política de nuestro país, no ha sido compleja, sino más bien Hipercompleja pues son muchos los aspectos que en el transcurso de nuestra vida escuchamos de Colombia.

Mientras hace años los conservadores se bajaban las cabezas a machete con los liberales, hoy asesinan a un ciudadano como Lucas Villa quien hoy murió después de recibir ocho impactos de arma de fuego en Pereira el pasado 5 de mayo en una jornada del paro nacional, la vulneración a los Derechos Humanos en Colombia se ha disparado. En apenas 10 días las cifras son aterradoras, más de 50 muertos, (sin tener aún reporte de lo que ocurre en Cali con la llegada de la Minga Indígena y la controversia de otros ciudadanos, quienes se autodenominan “gente de bien” y que han salido en ostentosos vehículos, de ropa blanca y limpia a tomarse la justicia por mano propia cometiendo además conductas tipificadas en el ordenamiento penal) más de mil desapariciones de manifestantes y ciudadanos que continúan hoy en las calles esperando ser escuchados por un gobierno inestable y sin rumbo; para mencionar también que han violado mujeres (abuso sexual) señalando a integrantes de la fuerza pública de tales atrocidades; algunas personerías de Antioquia y lo digo por experiencia propia son poco las garantías que pueden brindar para que los DDHH de los colombianos sea respetado, de tal manera que estamos a merced de una crisis social, moral y ética tanto en las instituciones del Estado como en la misma ciudadanía.

El tema de las redes sociales, también ocupa un espacio importante para analizar y es el  por qué desde allí; algunas personas escriben señalando a otras convencidos e infundados desde la muchísima retórica que aprenden desde la ideologías o sectores políticos a los que siguen por medio de sus referentes, estas interacciones en las redes y plataformas sociales virtuales entorpecen las relaciones pues se torna con mucha hostilidad estas recurrentes confrontaciones; se pierde la convivencia, por ejemplo en algunos municipios de Antioquia que no son tan numerosos en población y donde mucha gente se conoce entre sí, y existen grupos de Facebook (red social que detesto) se empiezan a dar confrontaciones de índole político en donde los que están de acuerdo con el paro, se empiezan a agredir con los que no lo están, y así seguimos en ese círculo vicioso de toxicidad, donde no hay respeto por el argumento, por la inteligencia, por el debate, sino que desde la agresividad y emocionalidad del momento se discute; sin embargo todo se complica cuando los comentarios empiezan a calumniar e injuriar; no necesariamente quiere decir que las redes sociales sean la realidad, no obstante si son un reflejo muy claro de lo que son las relaciones en sociedad, tildar a una persona de “guerrillera” solo porque tenga una postura diferente es un acto muy delicado, y más en sitios tan conservadores donde se han tenido precedentes y arraigos culturales de paramilitarismo, violencia, y desgobierno, sin duda se ponen en peligro la integridad y honra de otros tantos ciudadanos que ejercen sus derechos.

Por eso, se considera que la pedagogía que se debe hacer en nuestro entorno es urgente, a la vez que es de suma importancia que, en las entidades estatales, en instituciones como la policía nacional, y demás fuerzas armadas se dicten cursos, seminarios o talleres en Derechos Humanos, se atienda psicológicamente y se brinden oportunidades de dialogo ciudadano para ponernos en el lugar del otro (como decían en antaño) y ahora conocido como empatía.

Juan David Serna López

Estudiante de Derecho, sensible, y poco polarizador.

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