El tecnofeudalismo digital y sus sombras

En un mundo que se presume moderno, progresista y tecnológicamente avanzado, lo irónico es que terminemos evocando conceptos medievales para entender la estructura de poder que nos rige. Si Cédric Durand tiene razón en su libro Tecnofeudalismo, critica de la economía digital; estamos en una era de capitalismo digital, sino en un tecnofeudalismo, donde las corporaciones tecnológicas han convertido el ciberespacio en su feudo, y a nosotros, sus usuarios, en vasallos de datos.

De manera acertada, Durand trae a colación un análisis realizado por Indy johar respecto de la dominación digital en contraste con el tiempo de la conquista, un artículo publicado por Financial Times que suscribe lo siguiente:

Las plataformas digitales a menudo son descritas como bienes inmobiliarios virtuales; de ahí la comparación con el descubrimiento de una frontera nuevas y lujuriante […] las rentas van a los pioneros, que sabrán vigilar y proteger despiadadamente esos territorios […] todo esto suena terriblemente medieval, porque lo que está en ejecución precisamente da cuenta de esa época de la historia. La única diferencia verdadera es la característica digital del paisaje. En cambio, la naturaleza de los señores que perciben los tributos es la misma.  

La tesis de Durand se fundamenta en cómo la digitalización de la economía ha transformado las formas tradicionales de acumulación de riqueza. Anteriormente, el capital se construía sobre la explotación de recursos tangibles; hoy, se sustenta en la captura y control de intangibles: datos, información y conocimiento. Lo que parece innovación y progreso es, en realidad, un retorno a una estructura de dominación donde pocos ejercen un control absoluto sobre muchos. Empresas como Google, Amazon y Facebook no venden productos, sino acceso a territorios digitales que han monopolizado, estableciendo peajes invisibles para quienes transitan por ellos.

Uno de los puntos clave que expone Durand es la concentración del poder en las plataformas digitales, lo que ha desplazado la lógica clásica de la producción. No se trata ya de fabricar más o de mejorar la eficiencia del trabajo, sino de extraer rentas sobre el flujo de información. Esto no solo genera desigualdades económicas, sino que moldea nuestras subjetividades: lo que leemos, compramos y hasta pensamos está mediado por algoritmos que buscan la maximización de beneficios para estos nuevos señores feudales.

En América Latina, la situación es aún más preocupante. La región es hogar de aproximadamente 300 millones de compradores digitales, una cifra que se prevé crezca más del 15% para 2027. Sin embargo, no somos dueños de la infraestructura digital y dependemos de plataformas extranjeras. En Colombia, por ejemplo, casi la mitad de las empresas digitales son extranjeras, y solo el 7,1% de las empresas basadas en plataformas logran una salida exitosa en términos de fusiones y adquisiciones, en comparación con otros modelos de negocio. Nuestra participación en esta economía tecnofeudal se reduce, en gran parte, a ser proveedores de datos. Consumimos, generamos contenido, pero no controlamos ni las reglas del juego ni los beneficios que produce.

Ante este panorama, la pregunta no es si el tecnofeudalismo ha llegado, sino qué podemos hacer para contrarrestarlo. La respuesta no es sencilla, pero pasa, al menos, por una regulación más estricta del poder digital, una mayor alfabetización tecnológica, (he insisto permanentemente en varias columnas de opinión), y en la que ya deberían estar varios gobiernos de la región trabajando para que permita a los ciudadanos entender y desafiar estos mecanismos de dominación, y la construcción de plataformas propias que no repliquen las mismas lógicas de explotación. Si no actuamos ahora, corremos el riesgo de seguir siendo siervos en un mundo donde los castillos no están hechos de piedra, sino de código.

Andrés David Arana Gutiérrez

Investigador Académico, consultor y asesor en temas relacionados con Geopolítica y Geojurídica Digital e Inteligencia artificial. Columnista y articulista de medios escritos digitales nacionales e internacionales. 

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