Rock al parque y el problema de contenido que tiene la palabra rock

“El rock en todas sus ramas, Rock al parque y todo lo que se relaciona con este género musical considero, son el ejemplo claro de una sociedad que fluye y fluye siempre en busca de un lugar para desembocar, pero, como la mayoría de las creaciones del último siglo, son un contenido ambiguo que continuamente cambia de forma para perderse en el reino del sinsentido.”


En su curso de filosofía de la música, el filósofo español Gustavo Bueno, nos plantea una serie de preguntas para iniciarnos en el abordaje filosófico de la música, lo cual es bastante extraño porque nos pone en frente de una imagen que habitualmente no se tiene de la filosofía, pues lo común es ver a la filosofía como una disciplina abstracta tendiente a pensar cosas de poco valor práctico. Sin embargo, si vemos a la filosofía como una disciplina que aparece cuando nuestro deseo de saber se abre a nuevos horizontes, inevitablemente entraremos en sus terrenos. Así pues, la música, que en apariencia es una disciplina compleja pero no abstracta, parecería no ser destino de discusión filosófica. No obstante, lo musical no es ajeno a este abordaje filosófico porque, aunque podamos atribuirle muchos predicados a la música que son de común consenso, como aquellos asociados a la calidad de una pieza musical, este conjunto de cualidades no limita ni responde en su totalidad las preguntas fundamentales que recaen sobre lo que puede ser la música.

No vamos a dar respuesta a lo qué es la música, porque hacerlo ya implicaría un texto cercano a lo que es un tratado. En realidad, en la presente columna busco exponer los vacíos semánticos que he detectado cuando nos referimos al rock, algo que considero importante por tratarse de uno de los géneros musicales que aún sigue teniendo presencia importante en la cultura occidental contemporánea; favorecido durante años por la industria cultural que venía detrás antes que el rap y el R&B contemporáneo se instalaran como los géneros predilectas en los charts de música pop anglo. Sin embargo, en mi caso, y el de muchas personas de mi generación, el género musical insignia es y lo será el rock. Esto no quiere decir que no haya otros géneros que encuentro apasionantes; la salsa, por ejemplo, con la cual el rock, siento ha tenido una relación indescifrable, representa para mí un placer deliciosamente culposo. Del mismo modo, encuentro en la música caribeña, incluyendo el folclore del Caribe colombiano, otra fuente de deleite. La música brasileña de Caetano Veloso, Joao Gilberto, Sergio Mendes; en el blues eléctrico de Muddy Waters, para llegar de nuevo a las fusiones de artistas de marcado acento pop como Norah Jones, en todos estos casos, he encontrado el refugio y sosiego que, en mi norma del gusto, una buena pieza musical debe generar.

Sin embargo, el rock lo reclamo como algo propio, como mi huella dactilar. De hecho, recuerdo muy bien la primera vez que tuve en mis manos el LP de Led Zeppelin IV, y la figura del anciano con leña de la cubierta fue la antesala al hermoso caos que se despertó en mi interior cuando sonó la brillante voz de Robert Plant en Black Dog. Así, en adelante, la relación fue haciéndose cada vez más fuerte. Un segundo momento importante llegó cuando escuché las primeras digitaciones en guitarra de Yesterday y la reverberante voz de Paul McCartney que iba llenando los vacíos sonoros bellamente acompañados por los finos arreglos de cuerdas de George Martin, ahí terminé de comprender que aquella música que llamaban rock, aunque para algunos The Beatles sea una banda pop, nos puede transportar por todo el espectro emocional como si se tratara de una montaña rusa conducida por sonido y silencio. Luego vino Nirvana a poner la cereza en el pastel, me bastó escuchar el rasgueo en guitarra de Kurt Cobain y la entrada en la batería de Dave Grohl en la famosa Smells Like Teen Spirits para saber que la música también le hablaba a cada generación, y la mía, lo sentí en ese momento, era una generación que buscaba un norte, pero este siempre cambiaba de sentido existencial, por ello, la oscilación entre estridencia y calma melódica inspirada en The Pixies le dio la identidad final a la música que hasta hoy me acompaña.

Ahora bien, teniendo en cuenta lo que he dicho, teorizar sobre música y en específico sobre el rock, puede parecerse más a un episodio de nostalgia adolescente que un ejercicio serio del pensamiento. Sin embargo, al ser el rock un nombre que me ha acompañado a lo largo de los años es inevitable que no ponga al rock en perspectiva filosófica, además de estar muy familiarizado con lo que de él se comprende, o bueno… eso era lo que yo creía, porque buena parte de mi vida pensé que el rock tenía como base musical una trinidad que podríamos llamar la santísima trinidad del rock que es la guitarra eléctrica, el bajo eléctrico y la batería. Pensé que el rock tenía como centro y alma a la guitarra eléctrica, del mismo modo que el vallenato actual tiene al acordeón o la salsa a las congas, la clave y el piano haciendo tumbao; así, durante mucho tiempo, creí que el rock tenía una esencia instrumental, pero nuevas bandas y solistas que iban rotando en las emisoras “especializadas” mandaron al traste todos esos esencialismos que descansaban en la idea del rock como algo estridente y contestatario y, en general, con un performance claramente identificable. En conclusión, los últimos años han representado para mí el renacer de una inquietud de tipo ontológico: ¿Qué es realmente el rock? ¿Es una propuesta musical, política o estética? El imperio semántico entorno a lo que yo pensaba que era el rock, entró en declive.

Pero de todos los momentos de reflexión sobre el género, el que todavía me produce un choque semántico es el que aparece cuando cada año se presenta el cartel de bandas y artistas de Rock al parque. Y aunque sé que es un tema ya hablado y que pone a prueba la tolerancia musical en favor de lo público y masivo, no puedo dejar de pensar en lo que hace un tiempo le escuché a un asistente al evento: “[…] es que Rock al parque perdió su esencia” ¿Cuál es la esencia de Rock al parque?, porque si este evento tenía su esencia en el rock, y este género musical no la tiene a causa de su confusa realidad, pues estamos celebrando y pogeando con una fantasmagoría. Parece que el rock por marco actual es casi todo, pero, por sentido lógico, al no tener un camino de significado claro pues también es nada, o sea, el evento no debería llamarse Rock al parque. Tal vez el nombre del evento se sigue usando gracias a la tradición y la recordación que genera, algo así como sucede con el Parque de los hippies en Bogotá, donde hace décadas no hay hippies, o todos los barrios que se llaman La concordia, La amistad, La paz o La igualdad, donde no existe nada de lo que el nombre nos anuncia. Pasamos entonces de tener una coherencia entre idea y fenómeno, entre dicho y hecho, a la arbitrariedad movida por el espíritu del comercio. Una cosa es que llamemos a un evento Altavoz, donde la neutralidad del nombre nos permite intuir que va a haber música, pero sin un compromiso de género musical específico, y otra es ponerle a un evento el nombre de un género musical en concreto. Si un aviso dice que arreglan carros y yo, al entrar al local, veo estantes con juguetes y bisutería, pues algo extraño sucede: o se trata de una broma comercial o se debe hacer un cambio en el mensaje.

Por supuesto, mi incertidumbre semántica respecto a lo que es rock no se va a resolver, creo que es algo con lo cual debo seguir viviendo. Además, la mano de la Industria musical adapta sin descanso el formato de todo lo que es rentable, ya tenemos defensores del “reggaetón verdadero” que se oponen a lo que actualmente se viene haciendo. Por esto creo que en el fondo todo género musical de masivo consumo tiene como esencia al pop, y los eventos que originalmente eran reivindicativos para aquellos géneros musicales que tenían un gran público pero que eran distintivos de los rebeldes, marginados y anti-tradiciones apostándole a una “esencia”, pues ya son parte del pasado, y nos queda vivir de lo que fue y de lo que el presente ofrezca ocasionalmente. El rock en todas sus ramas, Rock al parque y todo lo que se relaciona con este género musical considero, son el ejemplo claro de una sociedad que fluye y fluye siempre en busca de un lugar para desembocar, pero, como la mayoría de las creaciones del último siglo, son un contenido ambiguo que continuamente cambia de forma para perderse en el reino del sinsentido.

Andrés Camilo Atehortúa Sequeda

Soy filósofo, docente y músico. Soy magíster en filosofía egresado de la Pontificia Universidad Javeriana y licenciado de la Universidad Pedagógica Nacional. Dentro de mis intereses están la filosofía de la música, el arte en general y asuntos de tipo bioético.

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