Los Señores del Narcotráfico

El narcotráfico no es simplemente el flujo interminable de cocaína, marihuana o metanfetaminas cruzando fronteras. Es una red subterránea que toca el poder político, permea la economía y transforma sociedades enteras. En el centro de esta maquinaria criminal se encuentra una élite de capos, algunos tan conocidos que son casi leyenda, y otros que operan en las sombras. Estos individuos son los arquitectos de la violencia, la corrupción y el terror que han moldeado la historia reciente de América Latina. Pero, ¿quiénes son realmente? ¿Cómo han logrado alcanzar tanto poder? Sus historias revelan no solo una brutalidad sin límites, sino también una astucia y un ingenio sorprendente.

En Colombia, la figura de Salvatore Mancuso emerge con una intensidad implacable. Como excomandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Mancuso no solo lideró uno de los ejércitos paramilitares más letales del país, sino que también controlaba rutas de tráfico de cocaína que competían directamente con los cárteles de la droga. Mancuso operaba en múltiples frentes: exterminaba guerrillas mientras negociaba con políticos y empresarios, protegiendo así su imperio. La violencia que infligió durante su liderazgo ha dejado cicatrices profundas en el país. Miles de desplazados, asesinados y desaparecidos son testigos de un legado manchado por la guerra y el narcotráfico.

En la selva colombiana, Néstor Gregorio Vera Fernández, alias «Iván Mordisco», lidera la disidencia de las FARC, manteniendo viva una estructura narco-guerrillera. Su dominio sobre las rutas de tráfico en las regiones más conflictivas del país lo ha convertido en uno de los fugitivos más buscados. Mientras el acuerdo de paz intenta consolidarse, Iván Mordisco simboliza esa parte del conflicto que se niega a desaparecer, una amalgama peligrosa de ideología y negocio criminal.

En México, el narcotráfico se hereda como un imperio familiar. Osiel Cárdenas Guillén, exlíder del Cártel del Golfo, ejemplifica cómo el narcotráfico se fusiona con tácticas de guerra. Fue Osiel quien formó Los Zetas, una máquina de muerte compuesta por exmilitares entrenados en combate. Bajo su liderazgo, el Cártel del Golfo se transformó en una fuerza militarizada, que no solo traficaba cocaína, sino que también controlaba territorios a través del miedo y la violencia extrema. Aunque fue capturado en 2003, su legado persiste: Los Zetas, su creación infernal, continúan marcando el ritmo de la violencia en México.

En el Cártel de Sinaloa, el narcotráfico se convierte en un asunto de herencia familiar. Tras la caída de Joaquín «El Chapo» Guzmán, sus hijos, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, conocidos como Los Chapitos, han intentado mantener el legado familiar. Sin embargo, su reinado ha estado marcado por conflictos, especialmente con Ismael ‘El Mayo’ Zambada, el socio de su padre y uno de los narcotraficantes más astutos y longevos. A diferencia de otros capos atrapados en la violencia desmedida, El Mayo ha jugado sus cartas con una inteligencia fría y calculadora. Su habilidad para sobrevivir en el mundo del narcotráfico durante décadas es prueba de su mente estratégica. Bajo su liderazgo, el Cártel de Sinaloa sigue siendo una de las organizaciones más poderosas, manejando rutas que van desde los laboratorios clandestinos de metanfetaminas en la sierra hasta las calles de Chicago y Los Ángeles.

No podemos olvidar a Emma Coronel, la esposa de Joaquín «El Chapo» Guzmán, quien demostró que en el narcotráfico las mujeres también tienen un papel crucial. Coronel no solo fue una esposa devota, sino una pieza fundamental en la estructura del Cártel de Sinaloa. Fue acusada de facilitar la fuga de su esposo en 2015 y de mantener operaciones clave en el cártel. Su arresto en 2021 reveló cómo, incluso desde la cárcel, Guzmán seguía dirigiendo parte del imperio, y cómo Emma era mucho más que una mera figura decorativa.

En Venezuela, el narcotráfico se entrelaza con el poder político de manera particularmente evidente. Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias «Niño Guerrero», lidera el Tren de Aragua, una organización criminal que ha expandido su influencia desde las prisiones venezolanas hasta toda América Latina. Guerrero controla desde el narcotráfico hasta el tráfico de personas, operando bajo la protección de sectores corruptos del régimen chavista. Su poder y peligrosidad lo han consolidado como uno de los capos más temidos de la región.

Junto a él, Tareck El Aissami, exvicepresidente venezolano, ha sido señalado como un facilitador clave del narcotráfico en Venezuela. A través de su influencia en el gobierno, El Aissami ha establecido un puente entre el narcotráfico y la política, convirtiendo a Venezuela en una zona estratégica para el tráfico internacional de drogas.

Estos son los rostros del narcotráfico, los amos de un poder que desafía nuestras expectativas. Un poder que destruye comunidades, moldea gobiernos y, a pesar de las capturas y extradiciones, sigue más vivo que nunca. Mientras haya demanda, siempre habrá alguien dispuesto a asumir el riesgo. Y estos son los hombres y mujeres que han aprendido a jugar, y a ganar, en ese juego mortal.

Laura Cristina Barbosa Cifuentes

Periodista de investigación, presentadora de televisión & columnista de opinión.

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