Progresismo reprobado

Han concluido los dos años de mandato de Gustavo Francisco Petro Urrego, y el balance resultante indica una falta de resultados favorables para la izquierda. El mandato de un gobierno ineficaz que ha dado lugar a una mala gestión y una corrupción generalizadas ha sido calificado de fracaso significativo. El Pacto Histórico constituye, en efecto, la destrucción de todo lo que antes era eficaz y la atomización de la institucionalidad democrática del pueblo colombiano.


Gustavo Francisco Petro Urrego se ha convertido en la figura más problemática de la historia democrática de Colombia. La actual administración ha logrado influir en las nuevas generaciones, y en las masas populares, ofreciendo falsas promesas de ayuda financiera a las primeras líneas, capas poblacionales inconformes y resentidas. Influencia de individuos gestada por un equipo de gobierno que ha demostrado un rendimiento mediocre y una proclividad a tener anuencia con los grupos delincuenciales, mientras el país se enfrenta a un declive progresivo que podría llevarle a la ruina. El reclutamiento de individuos con capacidades cognitivas limitadas, susceptibles de manipulación y explotación, sirve de base para la perpetuación de un sistema comunista corrupto que se basa en el estancamiento, la incompetencia, el clientelismo, el despilfarro, el robo, la politiquería, la continuidad, la expansión de las redes criminales, el resurgimiento de los grupos guerrilleros, el narcotráfico, la violencia y la decadencia de todo lo ganado en los primeros años de este siglo.

El nombramiento de activistas en altos cargos del Estado está perjudicando a un gobierno que ya ha sido señalado como un importante paso en falso en la gobernabilidad democrática colombiana. Quienes apoyaron a la izquierda en las urnas tendrán que afrontar la decepción y la incertidumbre causadas por la inoperancia de la izquierda en el poder. La situación económica actual no es propicia para garantizar una vejez digna a la población. El efecto combinado de la inflación, la fluctuación del dólar y el elevado desempleo es el aumento de la pobreza multidimensional y de las necesidades de una sociedad que votó por el cambio, pero que aún espera que este se produzca. En los dos últimos años se ha materializado un salto al vacío, macabro resultado de un proceso de paz que llevó al poder a la ideología guerrillera.

El imperfecto acuerdo de La Habana firmado por Juan Manuel Santos Calderón, y apoyado por el gobierno del cambio, ha dado lugar a un nuevo récord de producción de sustancias ilícitas en toda Colombia. La actual administración es una fuerza política que, con el apoyo de cuestionables agentes democráticos, está llevando a cabo una línea de acción que está causando vergüenza debido a los escándalos de corrupción que han llevado a la violencia y a la ocupación de territorios. El futuro del país es incierto y la trayectoria actual es insostenible. Es evidente que la elección de su presidente marcó un punto de inflexión para el país, mostrando el surgimiento de un movimiento progresista que no tiene en cuenta las normas éticas. Desde la izquierda se está impulsando un cambio hacia una dictadura socialista, disfrazada de democracia mientras influye ideológicamente en las mentes débiles de las masas populares.

El período de dos años ha demostrado la exactitud de quienes expresaron reservas sobre la idoneidad de su mandatario para ejercer el poder en Colombia. Quienes siguen apoyando las propuestas de la izquierda política colombiana aún no pueden demostrar que esta corriente ideológica tenga un nivel adecuado de perspicacia estratégica. El significativo paso en falso, histórico, dado en las urnas debería servir de lección para revertir la situación actual en 2026. Ello ayudaría a deshacer el lamentable y absoluto retroceso en diversos sectores, como la economía, las instituciones, la industria, el trabajo, la seguridad social y otros, que han sido afectados negativamente por el Pacto Histórico. Una parte importante de la población reclama el fin de la actual situación política y social, espiral circunstancial que al entender de muchos ha sido mal gestionada. Realidad que cuestiona la eficacia de la retórica populista de Gustavo Francisco Petro Urrego.

El gobierno de Colombia está demostrando falta de competencia y pericia. Su presidente ha adoptado un modelo socialista similar al de Cuba, Venezuela y Nicaragua, defendiendo y aplicando una estrategia fracasada que cuenta con el apoyo de seguidores incondicionales. El país conmemora ahora dos años de penurias, el padecimiento más grande después de las guerrillas y sus actividades, sobre todo en las zonas rurales. En la nación se experimenta una progresiva decadencia como consecuencia de un progresismo improductivo y opresivo. Esto está provocando un deterioro de la economía, un aumento de la pobreza, la creación de falsas expectativas, una reducción de la financiación, una ruptura de las relaciones internacionales y un debilitamiento de las fuerzas armadas. La situación actual es el resultado de una serie de acciones poco meditadas que, a la larga, tendrán un alto costo. Muchos jóvenes y una parte significativa de las masas populares, en general, no están dispuestos a reconocer las realidades de la situación y prefieren permanecer pasivos, aunque solo estén recibiendo unos beneficios mínimos.

El aumento de la violencia perpetrada por grupos al margen de la ley y el deterioro de las capacidades de las fuerzas del orden han creado un entorno propicio para el narcotráfico y la aparición de disidencias guerrilleras, lo que ha provocado una gran inestabilidad en el país. La consecuencia más perjudicial de la elección en Colombia de una figura que destila odio, incluso a su propia sombra, ha sido la tendencia del país a reaccionar de manera ad hoc, lo que ha dado lugar a una serie de escándalos y a la erosión de los avances logrados hasta el momento. Cuba y Venezuela ofrecen ejemplos de cómo la desunión entre sus respectivas poblaciones ha permitido la explotación de sus recursos por parte de quienes detentan el poder, a menudo bajo la apariencia de una ideología progresista. Parece que muchos son incapaces de comprender el concepto de que la izquierda comunista es una fuerza destructiva que erosiona la estabilidad de los países. El paulatino declive económico ha provocado un descenso de la confianza de los inversores, un aumento de la informalidad laboral y, en consecuencia, un incremento de la pobreza en Colombia.

La aplicación de políticas progresistas no ha logrado los resultados deseados. De hecho, ha tenido un impacto perjudicial para Colombia, representando un retroceso significativo y un desafío mayor que una pandemia. La regresión de la democracia instaurada por la izquierda es motivo de grave preocupación. Ha llevado a la parálisis de los asuntos económicos, políticos, sociales, diplomáticos y de seguridad, creando un ambiente de incertidumbre que se vive en la actualidad. Revisando los últimos 50 años de la vida democrática, el Pacto Histórico ha demostrado ser el acuerdo más perjudicial de la historia del país. Durante los dos últimos años, ha habido escasez de acontecimientos positivos en política y economía. No existen signos de mejora que puedan conducir a una mayor prosperidad. Gustavo Francisco Petro Urrego ha explotado los procesos democráticos y las instituciones del Estado para promover los intereses de grupos armados e ilegales. Este abuso ha sido permitido por los intereses políticos de ciertas fuerzas que ahora buscan presentarse como salvadoras, aparentemente creyendo que su anterior apoyo a la izquierda en las últimas elecciones ha sido olvidado.

La situación actual en Colombia es un crudo recordatorio de los retos que pueden surgir cuando un partido político de ideología izquierdista, con raíces en el conflicto guerrillero, asume el poder. Las reformas disruptivas de este partido están causando importantes trastornos en el marco institucional. La fuerza política liderada por su mandatario ha comenzado a perseguir a la prensa libre, a sucumbir en múltiples escándalos, a fomentar la violencia y a empoderar a grupos al margen de la ley con el fin de imponer su visión. La autoproclamada iniciativa de decrecimiento se ha traducido en una pérdida de garantías, que se ve agravada por la agenda privada de su dignatario, entorno de gobierno que está acompañado de burlas, corrupción, nepotismo y el empoderamiento de quienes no están alineados con los más altos estándares de conducta. Las promesas hechas por su presidente a sus votantes no se han cumplido. En su lugar, políticos y familiares del gobierno del cambio están disfrutando de los beneficios de los cargos públicos, incluida la oportunidad para la corrupción y la falta de una gobernanza eficaz. Lo visto en estos dos años no es la forma correcta de actuar.  

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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