La crisis de la democracia es real, pero las crisis no significan un apocalipsis sino una nueva pregunta. Los seres humanos venimos transformado nuestra humanidad – ese constructo identitario atravesado por una utopía tan diversa como nuestras realidades, que odiosamente han querido uniforme y totalitaria al mejor estilo distópico – en tiempos breves que limitan la dimensión de los procesos evolutivos ligados a la naturaleza misma.
En el contexto se evidencia el ascenso de las autocracias, la vulneración de grupos humanos, la restricción de libertades, el abismo entre las brechas sociales, la degradación del conflicto, las guerras vigentes, la polarización narcisa y necia… Nuestra condición humana abarca toda esa gama de posibilidades. Elegir entonces la esperanza es una apuesta ética y una posición política, que, en el ejercicio del poder cívico en democracia convoca a la acción de conquista: la conquista sobre nosotros mismos, la consolidación de nuestra condición ciudadana.
La ciudadanía es una ficción jurídico-política que legitima la igualdad humana mediante mecanismos que habilitan el ejercicio de derechos, la capacidad para contraer obligaciones y de participar para incidir en la toma de decisiones sobre lo público. Aunque no siempre esta ficción sea asimilada y ejercida por la mayoría, el hecho de que institucionalmente se encuentre establecida debería significar el camino a la emancipación mental respecto a categorizaciones indignas e injustas que formulan los seres humanos a conveniencia basados en prejuicios y estigmas, revindicando y permitiendo de esta manera el ejercicio de la libertad positiva de todas las personas mediante la garantía de entornos habilitantes idealmente propuestos en la Constitución y las leyes, soportados en una visión mucho más humanista del derecho.
El ordenamiento jurídico en una democracia se supone formulado y aplicado por servidores públicos que respetan la voluntad popular y se someten al control político y social con transparencia, asumiendo la responsabilidad jurídico-política de legislar, representar, administrar o gestionar la idea del bien que configura esa especie de asamblea general a través de la deliberación pública que moviliza las agendas ciudadanas y/o programáticas, y que además ordena un mandato legítimo mediante el pronunciamiento libre e igualitario de poder manifiesto a través de los eventos electorales. Quienes efectivamente votan y ejercen derechos políticos de participación, incidencia y control ciudadano en general, podrían distinguirse como ciudadanía en ejercicio pleno de la democracia, ejercicio que les conceptualiza como ‘Pueblo’; Pueblo sobre el cual recae la soberanía en una democracia.
El artículo 41 de la Constitución Política de Colombia de 1991 se refiere a la instrucción pedagógica para la democracia basada en los principios y valores que soportan la Carta Magna, a la educación ciudadana como compromiso, deber y responsabilidad cívica de todas las instituciones educativas. Este artículo constitucional NO tiene como objetivo provocar la acción tiránica del gobernante de turno y sugerir la estatización del sistema educativo centralizando así la generación de contenidos académicos, científicos y producción de conocimiento en general, sino que atiende a la necesidad de guiar esa búsqueda constante y profunda del ‘mindset’ ciudadano que permite trascender los paradigmas del abuso, la explotación y la violencia, generalmente personificados en falsos ídolos y/o revelados en ideologías que se alimentan del espíritu pusilánime, apelando al miedo como emoción limitante, intimidante, que cuando carece de examen crítico tiende a ser un dispositivo psíquicamente esclavizante.
La 4ta y no muy lejana 5ta, 6ta… Revolución Industrial, la llave maestra de la Inteligencia Artificial y el caldo de cultivo multicultural anunciando una nueva era epistémica, retan los dogmas pseudo-educativos y progresivamente dejan obsoleto el modelo dictatorial al interior del aula ante la transformación digital. Sin embargo, éstas, como todas las revoluciones, nacen de la esencia misma de lo que forja el educar. La educación, liderada por los educadores y la comunidad educativa en general, es la llamada a protagonizar la emergente economía de la información y el conocimiento generada por el “petróleo” de los datos y el avance de la tecnología. Educar para cultivar, para pensar, para co-crear: para emancipar.
La educación puede interpretarse como un hecho político en sí. Permitir que cualquiera pueda educarse y ser educado, y que cualquiera pueda acceder e impartir la educación, puede ser el acto político mismo de la democracia. El problema de omitir la educación para la democracia de manera explícita, la temeridad de hacernos conscientes de nuestros cimientos racionales que permiten el desarrollo sostenible de la civilización, el no brindar herramientas e instrumentos para el ejercicio de la libertad, la conciencia moral de igualdad y el imperativo categórico de la dignidad; nos condena a la mediocridad y el yugo de la crueldad. La educación tiene que servir para potenciar la mejor versión de nosotros mismos, para construir el mejor de los mundos posibles.
Es pertinente puntualizar que los derechos no son un favor, los derechos son una conquista civilizatoria. La ciudadanía es el triunfo de la humanidad sobre los deseos de opresión de cualquier individuo o colectivo que quiera asumir las riendas del destino anulando y destruyendo la otredad. La ciudadanía es la conquista de esa mayoría de edad a la que aspiraba Kant a través de la educación, que nos permite hacernos responsables de las riendas de la política (el poder real), lo político (que parte de lo personal, lo íntimo y lo subjetivo) y lo público, como seno en el que se despliega la relación entre animales sociales aptos para el dialogo ‘senti-pensante’ como seres autónomos y libres que gestan la esencia de la democracia.
Me agrada tu artículo, definitivamente de acuerdo en varios puntos. El cambio que muchos buscan en la educación, pero que el sistema no deja, no da tregua y que los derechos no son un favor, que cada ciudadano tuvieron en cuenta esto, sería de gran valor para el avance de la civilización.