Preguntan por ahí que, por qué el gobierno departamental de Antioquia se rinde en el objetivo de un diálogo productivo con el Gobierno Nacional, a propósito de la negativa de este último de aportar recursos para la terminación de las vías de cuarta generación. La pregunta es lógica, y la respuesta debería estar a la orden del día, pues en una democracia madura los distintos niveles territoriales de gobierno deberían hablarse. Antioquia captó el mensaje de que con un gobierno nacional descoordinado entre sí y mezquino con esta comarca, que no le copió a sus candidatos el 29 de octubre pasado, el diálogo no es un mecanismo válido para sacar adelante ese y otros proyectos, así que «la vaca del billón de pesos» surgió como alternativa para terminar parte de esas obras cuyo disfrute a la terminación, no será exclusivo para «ricos» como lo sugiere el presidente Petro cuando, como se le hizo costumbre, atiza el fuego del odio de clases desde distintas tarimas.
Muy a pesar de las diferencias políticas entre Álvaro Uribe e Iván Duque de una parte, con Juan Manuel Santos, cuyo gobierno estuvo en medio de aquellos, los tres expresidentes le pusieron todo el empeño a las obras de la 4G. Es que entendieron que su ejecución era un imperativo para comunicar al Aburrá con Urabá y al departamento con el resto del país, pues aquí se da cobije al 12% de la población de Colombia, y en un porcentaje muy similar se aporta a la economía nacional.
El ritmo que el actual gobierno nacional pretende imprimirle al desarrollo del país es muy pobre y áspero frente al que los antioqueños estamos acostumbrados, y por eso mismo se justifica la novedosa vaca que a parte de contar a esta hora con cerca de dos mil millones de pesos, le está haciendo el quite a discusiones improductivas que lo único que consiguen es lastimar más las relaciones de la provincia con el gobierno nacional, al que para bien o para mal, hay qué acudir casi a diario.
Escribiendo columnas, ato cabos y mejoro argumentos, así que se me viene a la cabeza la terquedad de Petro por impedir a como dé lugar la marcha de la construcción del metro de Bogotá como está concebido. También recuerdo cuando Virgilio Barco, siendo presidente entre 1986 y 1990, paró la construcción del metro de Medellín. En aquellos casos, así como en la negativa del actual gobierno nacional de aportar dinero para la terminación de las 4G, a Gustavo Petro y a Virgilio Barco les ganó el ego, el mismo que privilegiaron sobre intereses mayores y altruistas, consiguiendo para sí, el aumento merecido de la antipatía en las comunidades afectadas.
Ya lo escribió y vocalizó nuestro gobernador Andrés Julián Rendón: «Si Antioquia resiste, Colombia se salva». Este gobierno está que raya el 40% de su período, así que mientras se consume, este departamento tiene el reto de desligarse de su ritmo paquidérmico y retardatario, para avanzar civilizadamente sin atentar contra la legalidad y la institucionalidad. Eso es lo que nos ha hecho distintos, y por lo que en otras regiones gustan de emularnos. Sigamos dando ejemplo.
Ñapa: hablando de Rebeldías, recuerdo mucho la de Juan Gómez Martínez que siendo alcalde de Medellín entre 1988 y 1990 le hizo saber al presidente Barco que, por encima de su cadáver, llegaría a La Alpujarra un alcalde militar nombrado por él desde Bogotá. Eran los tiempos de las bombas de Pablo Escobar.
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