La humanidad, una especie en extinción

“Ahora, tocante a la especie humana, el salvajismo al lado de las capacidades intelectuales que esta tiene, es inherente a su ética y moral”


Hay una o varias particularidades que nos hacen diferentes de toda criatura viviente. Sean del mar, del cielo o de la tierra; en el conjunto animal y el conjunto humano, se encuentran tantas diferencias como se quiera mencionar. No obstante, la capacidad de razonar y de comunicar aquello que surge del ejercicio de filosofar e indagar, es en verdad un pilar diferencial.

A leguas, se puede notar que se ha perdido por mucho tal habilidad; hasta tal punto, que el autocontrol (por poner un ejemplo) que los seres humanos deberíamos tener, se ha esfumado en gran medida. Resulta alarmante, que las parejas tengan episodios de “salvajismo” agrediéndose el uno al otro. Asimismo, los casos de dicha embestida, aumentan constantemente con la agresión desequilibrada de padres contra sus hijos menores. Y a su vez, la comunidad en ejercicio hipotético de una pandemia cultural, se excluyen de todo tipo de conexión social, perdiendo así la habilidad de comunicar ideas en busca de la mejora continua.

Es claro que los animales en su hábitat natural deben dar uso de su instinto salvaje, a fin de sostener la vida en el tiempo. Deben cazar su presa de acuerdo a la necesidad de alimentación, pelear por defender su territorio y en algunos casos luchar por defender la manada. Por esto último, es posible considerar que la agresividad y salvajismo de los animales, se convierte en su herramienta de supervivencia. Esto es; si encontramos a un león en su hábitat natural en el preciso momento en que va a cazar, posiblemente evidenciamos el uso adecuado y natural de su fuerza junto con sus habilidades, lo cual es digno de elogio y aplauso.

Ahora, tocante a la especie humana, el salvajismo al lado de las capacidades intelectuales que esta tiene, es inherente a su ética y moral, considerando que estos dos componen la forma en que la persona actúa y reacciona frente a las diferentes situaciones. Es por ello que, en una pareja en la que se golpean el uno al otro, se evidencia la pérdida de lo que les distingue de los animales. En efecto, si pierdes el amor por tu pareja (lo cual hace parte de la ética), entonces se pierde el respeto, y si el respeto se pierde, entonces se pierde la confianza; y así por consiguiente se pierden una escala de valores que conforman el perfil de una persona que razona y reflexiona con coherencia a su moral y ética natural.

Por lo tanto, la evolución positiva que tuvo la ética y la moral otrora fue evidente, pero de nuevo se pierde en el tiempo dicha evolución. Un ejemplo práctico que podemos encontrar hoy en día es el siguiente. Consideremos la carrera profesional de un doctor para analizar la ética profesional. Este doctor se postuló para laborar toda su vida salvando vidas; no obstante, en determinado caso de su carrera decide no hacer nada por un paciente en particular. Puede ser un violador de niños o un asesino en serie tal vez. Las emociones de rabia y desenfreno, ponen en una delgada línea su profesionalismo y su actitud más primitiva. La elección de la no atención a tal individuo, no es más que la muestra de un desgaste moral y por supuesto profesional. A esto añade (Camarena, 2002) diciendo:

Un científico que miente, no es un hombre mentiroso, sino alguien que ya no es un científico; un médico que se pone al servicio de la muerte, deja de ser un médico, aunque siga teniendo su título en una de las paredes de su consultorio.

En muchos otros aspectos, se evidencia una evolución decrépita en relación a la ética y la moral, bien sea profesional o personal. A los hombres que consideran que la mujer no debe trabajar puesto que el hombre puede proveer todo en casa, les llaman machistas, sin distinguir siquiera su intención ética de que su esposa cuide y guíe a sus hijos, según los términos postulados por ambas partes. Se le llama trabajador honesto, a aquel que pone los precios de su servicio por fuera de los porcentajes de ganancia establecidos por las entidades correspondientes, y no se percatan de que realmente su honestidad se ve opacada por un intento audaz de cumplir sus ambiciones a la fuerza. Y claro, como no mencionar las entidades gubernamentales y la hipócrita relación con los ciudadanos, lo cual es fácil evidenciar en los tiempos de postulación y votación de nuestros líderes políticos.

Estos, ciertamente llamados funcionarios públicos, omiten el efecto de su cargo, el cual claramente es funcionar para el público. Las numerosas promesas que hacen a la sociedad sea esta vulnerable o estable, no es más que una demagogia mediante la cual, ilusionan en gran medida a los diferentes sectores sociales. Promesas que por lo general no llegan a la cumbre, pues, cuando se posiciona el candidato en su cargo, ya no da uso de la empatía y evaden por completo su ética profesional.

Quede pues por reflexión autónoma preguntarnos: ¿avanzamos como sociedad, en términos éticos y morales? o ¿La humanidad se desintegra en materia de ética y moral social? Esto lo dejo a su criterio.


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Primera columna

Anders Felipe Arboleda Gonzalez

Actualmente, soy estudiante de gestión administrativa en Instituto Tecnológico Metropolitano. He culminado una técnica profesional en administración. Me considero un apasionado por el saber; por lo cual, nace mi gusto por la lectura y la escritura.

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