Se entiende por partido testimonial a una organización política que decide no disputar el poder, participa del escenario electoral para representar un pequeño nicho autorreferencial, mantener una postura y tener la razón entre sus deudos, sobre todo porque las ideas políticas que pronuncian nunca llegarán a ser una política de Estado. No hay mejor fórmula para no equivocarse que no hacer nada.
La búsqueda de la perfección ideológica convierte fácilmente a una organización política en un partido testimonial, pues la acción política que modifica la realidad no puede esperar las condiciones históricas, sociales o culturales perfectas, se cambia la sociedad que existe.
Ser de izquierda en Antioquia no es fácil, probablemente es el territorio donde la violencia paramilitar y la propaganda contrainsurgente, ha generado un ambiente hostil para cualquier idea progresista. Los militantes históricos de la izquierda en Antioquia han sido perseguidos, violentados, estigmatizados y la violencia en su contra justificada.
Vivimos en un país que ha interiorizado la violencia política, donde se ha naturalizado el genocidio hacia un partido político, del movimiento sindical, de cada movimiento social. Y en Antioquia, además, hay un dolor cultural aprovechado por el populismo de derechas que ha convertido el miedo en una herramienta de propaganda tan potente que ha hecho creer que está en nuestra identidad cultural el autoritarismo y la oposición a los derechos.
Desde este punto de vista, llamar testimonial a la izquierda antioqueña sería injusto, pues sería acusarlos por sobrevivir. Sin embargo, esta coyuntura electoral local me hace pensar que muchos prefieren mantener su condición testimonial, pese a que hay un gobierno nacional alternativo, que debería bastar para abandona la posición testimonial para disputar el poder.
Para que hubiera un gobierno alternativo en Colombia la izquierda nacional (que es lo mismo que la bogotana) abandonó el testimonialismo – dejando atrás por ejemplo a Robledo – y apoyo a Santos en 2014, sin ese intrépido movimiento hoy no sería posible un gobierno del cambio.
En ocasiones la acción política que decide no ser testimonial elije incluso a quien oponerse, porque la realidad que se cambia es la que existe. Hoy en Medellín y Antioquia tenemos la opción de dejar que el uribismo recupere su retaguardia para hacer trisas el cambio o incidir para definir.
Hay dos hechos que marcan esta coyuntura, el primero es que la izquierda institucional bogotana siente un desprecio especial por Antioquia, hablan y actúan con nosotros como si fuésemos “hijos espurios”. Lo que implica que, en la práctica, así haya un gobierno alternativo solo podemos contar con la condescendencia de algún provinciano que haya recibido la izquierda bogotana que se acuerde de nosotros. Estamos solos, resistiendo en la trinchera más difícil.
El otro hecho es que la derecha que representa Fico va a destruir cualquier posibilidad de construir un acción política exitosa, es ingenuo creer que sabiendo el corporativismo y la derecha como afecta sus negocios un gobierno que no controlen puede haber la posibilidad de siquiera hacer oposición con la mínima garantía democrática. No hay que olvidar que la derecha antioqueña es la gran tributaria del paramilitarismo en Colombia y la gran beneficiaria del genocidio político.
Así las cosas, si optamos por el testimonialismo, tendremos la razón probablemente, pero estaremos mucho más lejos de generar cualquier incidencia y probablemente condenados al silencio por el miedo.
La apuesta de Daniel Quintero no es perfecta, tampoco puede uno decir que es de izquierda, pero sin su resistencia habría sido imposible el gobierno del cambio. Algunos mantendrán su condición testimonial porque prefieren mantener su agenda en la comodidad. Otros, preferimos la contradicción de hacer lo posible por cambiar lo que se pueda en la realidad que existe.
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