En las últimas semanas, se dio en el Ecuador una paridad entre el dólar y el euro no vista en más de 20 años.
Este acontecimiento genera expectativas en muchos sectores sobre su duración y sobre los efectos colaterales, y por ello es preciso señalar las razones que condujeron a ello: 1) el conflicto entre Rusia y Ucrania, que lejos de superarse, se sigue extendiendo sin visos de solución en el corto plazo; 2) los problemas logísticos a escala global que afectan la cadena de suministros, generado por los rebrotes de COVID-19, en especial en China, lo que trajo consigo paralizaciones parciales en los puntos de aduana de ese país, el incremento del precio de petróleo y sus derivados, y además, las sanciones impuestas en diversos frentes entre los países de la OTAN y Rusia que estimulan desvíos de los trayectos habituales, provocando también aumentos en los costos; 3) el incremento de la inflación a nivel mundial, y que a su vez llevó a determinados países a; 4) una política monetaria restrictiva que se evidencia en el aumento de las tasas de interés para desacelerar el consumo y, por ende, el crecimiento, visto principalmente en los Estados Unidos, donde la FED subió las tasas de interés versus el Banco Central Europeo que apenas lo realizó hace poco.
Ante este “cóctel”, los variados actores económicos alrededor del mundo buscan “refugio” en activos seguros, y el dólar es la mejor opción, pues el incremento de la tasa de interés hace más atractivos los papeles del tesoro americano, en lugar de los papeles de deuda europeos.
¿Cómo esto afecta al Ecuador? Nuestro país evidencia un encarecimiento de las exportaciones, lo que podría desacelerar el crecimiento (especialmente de las no petroleras) que viene desde hace algunos meses; importar desde Europa resultaría conveniente, en especial si es materia prima que ayudaría a compensar la pérdida de competitividad por tener un dólar más fuerte, y se generaría un aumento del consumo de bienes provenientes del viejo continente y que desde la firma del acuerdo comercial han presentado un alza en su demanda (vehículos, alimentos procesados, entre otros); aquellas personas o empresas que tienen deudas en los Estados Unidos tendrán un aumento de sus pagos por concepto de intereses más altos; y demás.
Ahora bien, ¿qué debe realizar el país? Lejos de pensar lo que algunos detractores podrían sugerir de salir de la dolarización, hay que aprovechar la coyuntura para introducir reformas necesarias que alienten a reducir los costos operativos, como por ejemplo: 1) generar encadenamientos productivos, 2) promover la reducción de los costos de energía eléctrica, 3) reducir o eliminar aranceles de componentes de la producción local que vienen distorsionando su precio final, 4) alentar la diversificación de la oferta exportable, 5) acelerar la apertura comercial, 6) promover la internacionalización de la banca para así lograr una baja de la tasas de interés locales, y 7) realizar una reforma laboral, entre otros.
El dólar es y será una fortaleza de la economía ecuatoriana. Por lo tanto, es importante generar un clima de confianza a la inversión y profundizar nuestra interrelación con el mundo, para así, obtener las ventajas propias del comercio global.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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