“Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”
Santiago Ramón y Cajal.
Nunca conocí al maestro Antonio Frío, estuve cerca de él reiteradas veces, pero aún así, por cosas de la vida, quizá del destino, puedo decir que jamás pude conocerlo, aunque tuve la oportunidad de hacerlo, jamás se dio, no por mí, si no por aspectos más profundos de la vida que no son de mencionar aquí. Si me hubiera gustado conocerlo y tener ese privilegio. Tuve la oportunidad de saludarlo varias veces y en alguna ocasión hablé un poco con él. Así que, solo distinguí su apariencia; en esencia un personaje seguro, algo meditabundo, siempre muy organizado en su aspecto personal, orgulloso de sí mismo, bastante reservado, al menos conmigo, o quizá solo selectivo en con quien quisiera hablar (no puedo contar los sucesos anecdóticos que sucedieron por razones de respeto a otras personas y tampoco amerita en el tema que me interesé a contar aquí), con un talante realmente de artista que no se le puede negar.
Descifrando un poco a este poeta, filósofo, compositor, cantante, fotógrafo, ajedrecista, quien sabe que más, pero lo más exultante para esta persona, ser un gran pintor y escultor colombiano. Unas de sus características de su personalidad fue, ya sea por su trabajo o por aquellas razones que dan su disciplina, el estar en los ambientes sociales, muy inquieto por lo que le interesaba, exigente o inconformista, perfeccionista con su disciplina, con su estilo de vida no tanto, pero siempre quería agradar, y percibí, que tanto en buenos momentos como en algunos no tan buenos siempre quiso y amó a los que lo rodeaban, me refiero a sus distintos hogares y a sus distintas parejas que tuvo; la sabia idea de tomar las cosas con calma sin importar la situación fue en gran parte de su vida su virtud.
Pero más allá de querer dar una descripción introspectiva del ser de este maestro, mi objetivo es, y por el gusto que me embarga, escribir sobre él, recordarlo y una especie de “catarsis” con algunos datos que quiero ofrecer más de su historia de vida, de sus pensamientos, de sus posibles ideas que soñó concretar y el destino no se lo permitió.
Para escribir estas líneas tan entrometidas sobre la vida de un gran pintor y escultor colombiano, debo decir, que lo pensé mucho tiempo, y decidí escribirlo, como ya dije antes, para recordarlo, y para que la historia lo tenga presente; sé que las palabras muchas veces minimizan o no magnifican en realidad muchas ideas o pensamientos de los hombres, pero bueno, tampoco voy a extenderme.
Cualquiera de los lectores podrá buscar la biografía de Antonio Frío Adarme en distintos medios digitales de comunicación, revistas y periódicos físicos, videos publicados en la web, así como sus artes y sus pensamientos desnudos; una publicación en concreto muy acertada y breve de su biografía, para alguien que quiera escudriñar en su vida pública y profesional es, la que publico La (gran) Biblioteca digital de América El Libro Total, con su sede física en Bucaramanga, Santander.
Aquel hombre del cual estoy hablando, llamado especialmente a ser músico, pintor y escultor fue un ser que amó bastante, que gozaba la vida, la naturaleza, el respirar del campo; y para entrar en detalles más exactos se interesó por los más reprimidos, por los que sobreviven en la Tierra, también en los indígenas, representó a su manera las diferencias sociales, como por ejemplo la letra Danza de Guerra, cantautor de la misma, fue una canción protesta, que le da voz con los instrumentos de su ritmo a los pueblos latinoamericanos. También, en todo su repertorio musical se aprecia una marcada preocupación por los aspectos sensibles e incluso económicos de la sociedad.
Pero escrudiñando más y averiguando más de sus deseos y proyectos, quiero referirme a la escultura del Zipa Tisquesusa. Una escultura que él la empezó a pensar me atrevo a decir a comienzos de este siglo. Averiguando conversaciones de correos electrónicos ajenos a los míos descubrí parte de los pensamientos de este artista colombiano y universal unas piezas que me dieron a entender que la escultura ubicada al sur del Municipio de Zipaquirá no es azarosa, aunque si cambio la disposición como fue construida y elaborada al final, pues la posición original (como lo puede apreciar el lector en la imagen consiguiente al texto) era, con la rodilla derecha en el suelo y su pierna derecha al frente en equilibrio sosteniendo un recipiente con los brazos al frente, como queriendo dar una ofrenda o haciendo un brindis. Por otro lado, la idea del maestro Antonio Frío era que el monumento con la figura del zipa Tisquesusa (1514 – 1537) fuera ubicada en el Cerro de las Tres Cruces, el lugar donde se encontraba la población indígena, hoy un punto denominado Pueblo Viejo. La base en la que iba a ser erigido el monumento tampoco es el modelo que hoy está construido con la escultura frente a la Estación del Tren que está en la actualidad, por lo menos no en cuanto a las medidas originales de los planos en vista frontal, lateral y de la planta, puesto que la posición de la efigie cambió radicalmente.
En mi última y segunda entrega sobre el maestro Antonio Frío, escudriñaré más a fondo aspectos de la vida personal de este ser humano que le dejo varios legados a la humanidad.
Muy buen artículo, estoy esperando la segunda entrega.
Excelente amigo Manuel , sigue escribiendo