Un viaje por Carabobo en la Medellín: Villa, Ciudad y Metrópoli. Un imaginario más del pueblo
‘…Por ser los únicos afro en la escuela por ejemplo era motivo de burla nuestro acento, era motivo de burla nuestro color de piel, y eso inicialmente generó en nosotros un proceso de blanqueamiento que luego cuando tomamos más conciencia como a los 16 o 17 años decimos no hay que intentar parecerse al otro sino intentar ser lo que yo soy por encima de lo que sea.’ Integrante Son Batá, 28 de diciembre de 2012 (Alcázar, 2012)
Carabobo, una vía paralela al río Medellín dónde antaño miembros de las elites intelectuales con imaginarios diversos y complejos, campesinos en vía de desarrollo, putas, perros callejeros, animales de corbata, indigentes, mercaderes informales, automóviles, bestias de carga, borrachos y huérfanos caminaron conscientes de ello o no, ahora la ciudad se enfrentaba a mí y yo a ella, los adoquines modernos sustituían al pasto de antes del siglo XVII, a las carreteras formadas por el tránsito de carga y peatones luego de la fundación de la villa en 1675, y a las cenizas formadas en 1968 y 1977 en confusas circunstancias en la plaza de mercado El Pedrero antes llamada Amador, luego Cisneros en honor al ingeniero cubano y ahora Plaza de la luz, un punto que antes reunía a todos los individuos sin importar clase social, color, pensamiento, credo o pasado y ahora representaba desolación ante mis ojos, una división imaginaria.
‘Texas Petroleum Company Texaco se asocia con orgullo a la celebración del sesquicentenario de Antioquia y expresa sus felicitaciones al hidalgo pueblo Antioqueño cuya raza prócera ha forjado el porvenir de Colombia’
El cambio entre la Medellín pasada instaurada en mi mente por los mapas y los libros de historia, y la esbozada ante mis ojos en la contemporaneidad era evidente, la ciudad transformada a través del tiempo por cada uno de esos hombres pertenecientes a la raza Antioqueña desconcertaba mis pensamiento, analizada desde una perspectiva que trazaba sus montañas como un paraíso de flores y primaveras o desde el valle encerrado entre ellas que privaba de sueños y risas a personas inocentes, arrojaba conclusiones materializadas en el tiempo y contrarias entre sí, una paradoja caótica.
Lanzado al pasado inicialmente por algunos hombres que aun inesperadamente en pleno siglo XXI continúan redactando cartas jurídicas en viejas máquinas de escribir, de quienes se dice tienen su propia huella dactilar y dejan una marca única en el documento en el cual se imprimen sus teclas, pero ahora el centro administrativo La Alpujarra es un complejo que supera el conocimiento de los tinterillos, un lugar dónde se tiñe la ciudad del color que algunos pocos decidan, unos pasos más y me encuentro con la calle San Juan, mis manos se apoya en lo que alguna vez fue una estación del ferrocarril de Antioquia, la sangre de obreros e inocentes acribillados por la fuerza pública y guardias cegados por la fuerza obrera me separa del deleite de contemplar los postres de Santa Elena, aun así me siento afortunado de que la panadería carezca de un nombre europeo o americano y me compró un deliciosa pastel, la sazón llevada de generación en generación por las inteligentes y complejas matronas paisas devuelve a mi ser esperanza.
Cruzo San Juan, camino tranquilamente por el pasaje Carabobo moderno, nada me inquieta no se hacen esperar los mercaderes rebuscando su sustento, la variedad de mujeres, de lugares, de avisos publicitarios, tengo que decir que los avisos de esta ciudad me repugnan, me siento atacado por los ‘Mass Media’, repudio en lo que se ha convertido esta ciudad de nuevo, la imagen de mujer que me quiere vender me hastía de mí mismo y hasta de la idea de procrear, monotonía basura la denomino.
Luego de unas cuantas cuadras encuentro el palacio nacional el cual comenzó a construirse en 1925, se había convertido en un lugar de venta de ropa para la clase media-baja de Medellín en menos de 100 años; En mi recorrido la ciudad me recuerda que la estructura arquitectónica permite la variabilidad de las historias que en ella se exhiben, por lo cual no es extraño o idealista creer que las historias de violencia e inequidad podrían dar vuelta y convertirse en ideas de futuro.
Extraño la libertad de vida en las fotografías viejas, más aun extraño el paisaje natural, las quebradas ahora escondidas bajo el pavimento, el verde impactante fue sustituido poco a poco por jardines decentes y cemento distante. La iglesia La Veracruz lugar de encuentro de la música, la espiritualidad y el deseo parecía estar intacta en el tiempo, al parecer las campanadas solo había indicado el relevo generacional de clientes y proveedores, en tantos negocios y tantas situaciones como fuesen posibles; La prostitución me parecía un acto bello y aislado de la fatalidad en la cual definía mi ciudad, me preguntaba con furor y rabia sobre los abusos a las mujeres, ¿por qué habrían de pegarte por fabricar zapatos, o embolarlos, o por vender minutos en la plaza pública, o montarse a los buses a buscar el sustento diario, por qué lastiman a personas por vivir caminos diferentes? Al parecer la raza sublime, próspera y líder del país había olvidado que las ‘putas’ son, fueron y serán quienes desahoguen los deseos incontrolados de los íntegros hombres paisas y protejan la imagen perfecta e intocable de la dama de hogar antioqueña.
La carrera Carabobo me llevaba finalmente al parque de las esculturas, el maestro Fernando Botero quien dona en 1978 algunas de sus esculturas pinta el paisaje cotidiano con arte, permitiendo que el ciudadano interaccione con la obra y se cuestione, el soldado romano forjado en bronce y deteriorado por la intemperie y las manos inquietas del pueblo ofrecía el concepto de lealtad por el imperio, y resistencia hasta la muerte, yo me niego a escribir los caminos de otro, sea de un pueblo, de un zancudo o de un pez, soy incapaz de agarrar un arma y asestar un golpe fugaz, prefiero la muerte que su lealtad. Al interior del museo de Antioquia situado al frente del soldado imperial, las preguntas sobre los imaginarios de identidad del pueblo Antioqueño en el auge del bicentenario del departamento resonaban múltiples veces, Antioquias una exposición que rompe con los paradigmas del absolutismo:
«No es factible ni pertinente totalizar la diversidad, pues sería caer en la misma trampa de una identidad totalmente definida.»
“Antioquias” significa diversidad en los imaginarios de identidad y concepciones de ciudad-Región tan variadas como los mismos individuos que en ella viven, el regionalismo egocéntrico es puesto en tela de juicio, es desmembrado parte por parte por cada obra de arte que en la exposición se muestra, por cada artista, las múltiples perspectivas desde las iconografías, gestualidades, sonoridades e ideogramas enseñan una Antioquia que difiere de lo absoluto, que se desprende de la violencia para atacarla por medio del arte, que elimina los prejuicios mediante la instalación masiva de diversidad.
La Antioquia narrada por un rapero en la comuna 13 difiere de la fotografiada por Jesús Abad Colorado, y a su vez de los trazos de Pedro Justo Berrio, Francisco Antonio Cano o Pedro Nel Gómez, el arte bordado de Libia Posada también contrasta con los imaginarios de identidad habituales, Católicos, Liberales, Conservadores, y estos a su vez cambian en el tiempo se transforman, son objeto de aceptación o rechazo oculto con temor, todos a su vez definen a mi modo de ver una perspectiva tan suya como la mía, una Antioquia fabricada a partir de las concepciones individuales, pero sin duda alguna una que merece ser observada desde el cristal artístico, utópico y esperanzador de la tolerancia, si bien la historia de Antioquia o de la Villa de la Candelaria se cuenta en libros las historias ocultas y adyacentes también hacen parte de la totalidad, de un imaginario colectivo, creo además que debido a esa imposibilidad misma de definición desde su naturaleza se totalizo durante dos centenares en una idea vacía y burda de superioridad. Pienso que los imaginarios hacen parte del pasado y del futuro, debido a que es en el presente donde ellos cambian, por lo cual el problema no se resuelve absolutizando definiciones, sino transformando los entornos, empleando los espacios citadinos como encuentro cultural y de palabras, olvidando la violencia, y ¡aceptando diferencias!
En la sala de los próceres de la independencia escucho un murmullo, un grito desde la profundidad del dolor, el clamor de la justicia, el fin de mi recorrido:
En la trastienda
Los generales estaban ocultos en la selva amazónica colombiana,
Recostados sobre sus pesados juicios,
Vislumbraban una raza más potente, más sublime,
Intentando alimentar su ego destruyeron variados horizontes,
Tras un instante claro y consciente…
Comprendieron su delirio de poder,
Y postrados ante sus propias ansias,
Decidieron emprender una lucha sin sentido,
Sin carácter ni razón,
Al pasar el tiempo, iniciaron la labor de empañar vidas ardientes,
Obedientes al amor, y a la justicia,
Y cegaron tantos seres, tantas mentes, tantas vidas inocentes,
Que al final el pueblo de miedo calló,
Y los hijos de las armas, los colonos invasores,
Dirigentes disfrazados de nativos,
Continúan asechando entre mi pueblo, en los juzgados,
En los congresos, en los cuarteles y las calles,
Y de vez en cuando una que otra catedral conviene.
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