Las rutas comerciales han sido importantes para estimular la interacción entre distinto pueblos de la humanidad, así como un factor importante que ha propagado en gran medida los patrimonios culturales, bienes y conocimiento a lo largo de la historia de la humanidad. Para entender los actuales procesos geopolíticos, comerciales e interculturales y sobre todo los conflictos internacionales que tienen en su mayoría el factor cultural de manera implícita es preciso remontarnos al pasado. La Ruta de Seda, bautizada así por el geógrafo y geólogo alemán Ferdinand von Richthofen, ha sido uno de los mayores logros de la humanidad, especialmente en términos de interconectividad e interculturalidad entre muchos pueblos del planeta, sobre todo en la interacción desde sus orígenes entre las culturas Helénica-Occidental y Sínico-Oriental.
Para entender el factor intercultural, es preciso revisar la tan debatida definición de cultura, la cual si priorizamos la definición de la RAE (Real Academia Española) nos índica que es un conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. Podemos interpretar que el ser humano como un constructor de un ambiente artificial en el cual vive y transforma continuamente, a través de sistemas simbólicos, la cultura es propiamente el movimiento de creación, transmisión y reformulación de ese ambiente artificial donde se vive e interactúa.
Enfocándonos en la historia de la Ruta de Seda, se considera que el primer intermediario comercial entre las culturas occidentales y orientales, fue el Imperio Persa en el 260 a.c. gracias a Ciro II “El Grande” de la Dinastía Aqueménida, quién extendió su dominio desde la Península de Anatolia (Actual Turquía) hasta las regiones de Drangiana y Margiana (Actual Irán y Pakistán) de acuerdo con el libro publicado por Princeton University Press en 1950, títulado: Ancient Near Eastern Texts – Relating to the Old Testament de James B. Pritchard. Según este libro, el Imperio Persa jugó con un papel de ¨intermediario¨ creando un fuerte puente económico y cultural entre los pueblos de occidente y oriente. Pero ser intermediario no es lo mismo que ser unificador.
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Este proceso unificador entre el Occidente y el Oriente se dio por Alejandro Magno en su conquista desde una Grecia unificada heredada de su padre Felipo II, conquistando a continuación la Península de Anatolia (Actual Turquía), posteriormente los territorios de Palestina, Egipto, luego entrando al corazón de el Imperio Persa (El Imperio de Darío I también de la Dinastía Aqueménida el cuál comprendía prácticamente todo lo que hoy se conoce como el Medio Oriente, excluyendo las zonas del actual Arabia Saudita) llegando hasta Babilonia (La ciudad favorita de Alejandro y la capital de la antigua Mesopotamia), después conquistando los pueblos Armenios del Caucáso, hasta el punto de llegar al reino Kushán en la India logrando su máxima expansión en el 326 a.c., según lo relatado en el libro: Alexander The Great: Son of the gods de Alan Fildes y Joann Fletcher.
Bajo esta conquista se establecieron las primeras relaciones comerciales con las Dinastía Dong (Oriental), coincidiendo con esta que fue una de las 6 dinastías en China (que duró desde el 222 a.c. hasta el 581 d.c.) después de la caída de la Dinastía Han (Siendo esta la que primero tuvo contactos con el mundo occidental, a través del Imperio Persa). Esto se puede evidenciar en los primeros mapas de Anaximandro de Mileto en donde se identifica la región más oriental referenciada como Seres (Conocido como los pueblos que comerciaban la Seda).
Luego de la disolución del Imperio de Alejandro Magno y con la helenización (colonización y propagación de la cultura griega) del medio oriente tras su muerte, tras la independencia del Reino Seleúcida (Un reino sucesor del de Alejandro Magno), nace el Reino de Bactria en el 250 a.c. (territorio que comprende hoy Irán, Pakistán, Afganistán y Tayikistán), estando este ubicado en la zona más oriental de lo que fue el imperio de Alejandro Magno hereda la ruta de seda, de acuerdo con el prestigioso libro publicado por Cambridge University Press en 1951, titulado: The Greeks in Bactria and India de William Woodthorpe Tarn. Este autor referencia a la Ruta de Seda como aquel intenso y centenario tránsito de personas, mercancías, técnicas y artes que favoreció la amalgama cultural Greco-Búdica, teniendo en cuenta el importante intercambio cultural patrimonial entre los mundos occidental y oriental, siendo este el factor fundamental para el surgimiento de este reino.
El Reino de Bactria es un ejemplo de unificación de patrimonios culturales bajo una organización societal y política en donde confluían el intercambio de conocimiento y comercio entre Occidente y Oriente en la antigüedad. Un ejemplo de que la interculturalidad puede tender puentes y no generar divisiones. Posteriormente, el Rey Bactriano Euthydemo I, buscando extender sus dominios, organizó varias expediciones militares a la región de Kashgar en lo que es la actual Xinjiang en China, siendo esta la zona más occidental de China, constituyó uno de los primeros “encuentros” directos entre griegos y chinos.
Sí bien, bajo la perspectiva de Samuel Huntington, en su famosa y controversial obra Clash of Civilization, se estableció un debate bajo el argumento de que la gran división de la humanidad y sus fuentes de dominación no era por causas políticas y económicas, sino culturales. La geopolítica según él, no se debe a intereses políticos y económicos, sino a la dominación cultural. En el caso de Reino de Bactria, si bien con un origen con base en la conquista y dominación por parte de Alejandro, la helenización del territorio y en un contexto histórico muy diferente al actual, es un ejemplo que demuestra en cómo distintos patrimonios culturales pudieron co-relacionarse y hasta mezclarse a través del intercambio cultural, comercial y de conocimiento fomentado por la Ruta de Seda, siendo este un ejemplo Euro-asiático. Es decir, no hubo “un choque de civilizaciones” sino una unificación de civilizaciones.
En nuestros tiempos, el mega-proyecto conocido como Belt and Road Initiative, el cuál es considerado como la versión moderna de la Ruta de Seda. Una gran iniciativa bajo liderazgo de China, con una gran inversión de más de US$ 1 trillón de dólares en infraestructura de todo tipo, que busca maximizar la interconexión entre las principales ciudades industriales, comerciales y portuarias entre Europa, África y Asia a nivel marítimo y terrestre. Aunque si bien, tiene la intención ulterior de asegurar la fluidez de los productos “Made in China” a los mercados occidentales, cabe destacar que este podría ser uno de los megaproyectos que fomentaría al máximo el intercambio patrimonial y comercial, teniendo en cuenta que este siempre ha sido un factor unificador que ha desarrollado la Ruta de Seda desde tiempos pasados.
Con este proyecto, nuevamente se nos presenta una oportunidad para maximizar la cooperación humana, fomentar la tolerancia cultural y continuar con el desarrollo en la búsqueda de ese factor unificador entre los pueblos de la humanidad. Cómo decía el gran escritor de viajes Colin Thubron, quien escribió el gran libro La Sombra de la Ruta de Seda: “Viajo para descubrir al otro.”
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