La democracia actual se caracteriza por la polarización y las redes sociales ¿Coincidencia?
Los algoritmos de las redes sociales se han especializado en mostrarnos lo que estamos buscando, lo que nos gusta. Esto no solo pasa con los productos que nos venden, también ocurre con las posiciones ideológicas: una vez hemos mostrado públicamente nuestras preferencias políticas, los algoritmos excluyen de nuestras redes aquellas opiniones e ideologías ajenas, para conectarnos sólo con las personas con quienes estamos de acuerdo. ¿Cuáles son las consecuencias?
Un estudio realizado por Minson et al (2019) demuestra que las personas sobredimensionan el malestar de estar expuestas a opiniones diferentes a las propias, en consecuencia hacen una «exposición selectiva a consumir información que se alinea con sus creencias previas». Si las personas se atrevieran a escuchar posiciones diversas, la experiencia sería menos molesta que la esperada y habrían más posibilidades de llegar a acuerdos.
Pero los algoritmos de las redes sociales están logrando lo contrario al relacionarnos prioritariamente con personas que piensan igual a nosotros. De acuerdo con Sapolsky (2018), la hormona oxitocina mejora nuestro comportamiento social hacia personas que consideramos hacen parte de nuestro grupo, pero también hace que nos comportemos de manera más desconfiada, violenta, agresiva, y menos cooperativa hacia las personas que percibimos están por fuera del grupo. En efecto, de acuerdo con Nogués (2019), «hay experimentos que muestran que cuando la gente conversa sólo con aquellos que piensan igual, sus opiniones se vuelven más extremas y homogéneas».
Es decir que los algoritmos de las redes sociales en vez de estar creando una comunidad global, están facilitando la creación de subgrupos homogéneos de personas cada vez más extremistas, crueles y violentas hacia aquéllas personas y grupos que no piensan como ellos.
Si la base de la democracia es escuchar posiciones contrarias para llegar a acuerdos sociales, los algoritmos de las redes sociales (tal vez sin querer) impulsan hoy la segregación, profundizan la polarización, y minan la democracia.
Si bien los algoritmos de venta deben optimizarse según las preferencias del consumidor, los algoritmos de la opinión deberían construirse con la lógica contraria para poner a dialogar a personas que piensan diferente.
Tal vez de esta manera las redes sociales se conviertan en un espacio de discusión abierta y de profundización de la democracia, en vez de ser una fuente de conflicto y polarización.