A pesar que la mayoría de columnas que he escrito hasta ahora han sido sobre reflexiones políticas y morales, y aunque son las que más disfruto escribiendo, hoy me tomé el atrevimiento de hacer algo diferente. Los últimos días de la pasada semana he estado algo más que involucrado en discusiones políticas, algunos dirán que con sentido otros que no. La mayoría de ellas fue contra petristas y una que otra con polistas disfrazados de fajardistas a la fuerza, porque por más que traten de escudarse en el argumento del plan programático y en el “nos unen más cosas que las que nos dividen”, yo sí me acuerdo muy bien viéndolos a todos los que hoy apoyan al candidato paisa haciéndole oposición en su gobernación. Pero hoy eso no importa, eso es tema para otro día. Por el momento, me enfocaré en la mayor parte de las argumentaciones que tuve la semana pasada. Con los que ya les dije, con los famosos petristas, con los de la Colombia Humana, con los de la educación primero, con los de no tenemos abierta ninguna cuenta bancaria porque los bancos ya eligieron bando; que por cierto me pregunto: si el señor Gustavo Petro no tiene abierta ninguna cuenta bancaria, ¿cómo hace para financiar su campaña todos los días? ¿Acaso los recursos los tienen todos guardados bajo su colchón? ¿O será que sí vendió su casa como dijo en el año anterior que lo haría? En fin, tantas preguntas que ni en una tarde preguntándole se acabarían. Pero bueno, al señor Petro sí le tengo que reconocer algo, y es que si no fuera por él, sus alocadas ideas, y sus seguidores que van ciegos debatiendo como el invidente cuando se enfrasca en una pelea, hoy probablemente no habría escrito está columna y tú, lector, estarías leyendo otras de mis reflexiones morales o políticas.
Todo empezó por un tweet (que borré) en el que atacaba la capacidad cerebral de cualquier seguidor del exalcalde mayor de Bogotá. Lo borré porque luego de recapacitar y entender que por más que uno no esté en concordancia con las ideas de las personas, a la larga son solo eso, personas, y como tal merecen el respeto de mi parte. No obraría yo bien dándomelas de buen demócrata e insultando a la par a las personas por su forma de pensar. No habría coherencia. Así que luego de eliminar el tan polémico comentario de mi red social, me disculpé (y aún lo hago) por los mismos medios a quienes insulté. La semana continuó, y los debates en mi facultad no sobraron. Unos me atacaban por lo sucedido en días anteriores y otros me sacaban en cara el caso de los audios de Uribe (caso al que luego me pronunciaré). No obstante esta gran cantidad de ataques, a cada uno le respondí sus inquietudes y salí bien librado de la batalla argumentativa de ese día. Y como ya es mi costumbre, al llegar a la casa publique un tweet sobre uno de mis argumentos para votar por Iván Duque a la Presidencia. Las respuestas no se demoraron en llegar. Casualmente, todas provenientes de amigos del colegio petristas (sí, casi todos mis amigos son petristas; pero no obstante eso, yo los quiero). Y luego de ese tweet, el debate de ese día comenzó. Fue el 22 de febrero, el mismo día que Petro desconociendo acuerdos municipales y leyes, desafió al alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, y como buen populista se fue a las calles de mi ciudad a incentivar el odio de clase que tanto promovió, promueve, y promoverá si llega a ser Presidente (Dios no quiera). Atacado por todos los flancos, unos por el tweet de Duque otros por lo de Petro y otros por respuestas que en la misma y en otras redes sociales di y que no me acuerdo sobre qué eran la verdad, fui soltando argumentos como las balas que dispara el francotirador que está rodeado pero no vencido. Y uno por uno se les fueron cayendo sus argumentos por su propio peso. Aunque algo sí tengo que reconocer. Son buenos esos izquierdistas para debatir, y cuando están arrinconados y perdiendo lanzan una granada de humo y escapan del debate (yéndose para otro), haciéndole creer al espectador que han vencido. Y todo esto que les cuento no es para que se apiaden de mí o piensen que tan bobo soy como para seguir debatiendo con ellos sabiendo que cada vez que lo hago demuestran que es más fácil mover la roca que Dios le señaló al leñador, que demostrarles un punto en cualquier argumentación. Y saben ¿por qué lo hago? Por la misma respuesta que Dios le dio a aquel leñador: “Querido hijo, cuando te pedí que me sirvieras y tú aceptaste, te dije que tu tarea era empujar la roca con todas tus fuerzas. Nunca te dije que esperaba que la movieras, tu tarea era empujar y eso lo has hecho a la perfección (…)«. Y por eso, mis argumentos para no votar por Petro van a continuación.
El primero: porque es un delincuente indultado, disfrazado de político. A mí, aunque no había nacido durante esa época, los filmes, las historias, los libros, los artículos y demás, no me hacen tener corta memoria como a otros sí les pasa. Y no es reavivar el odio, como se lo dijo Duque en la W, pero sí es entender que a pesar que el grupo en el que militaba fue indultado y que a posteriori participaron con mayoría en la construcción de la Constitución del 91 (con la cual no voy en muchas de sus partes), yo al día de hoy no he visto un verdadero y profundo arrepentimiento del señor Petro por haber hecho lo que hizo, así como no se lo he visto a sus camaradas de las FARC.
El segundo: porque es un resentido social, incitador del odio de clases, cuyo discurso habla de paz y reconciliación pero está plagado de odio y rencor. Con sólo ver cada una de sus declaraciones en donde lanza sus pullas al Uribismo o al Vargasllerismo, e incluso a Peñalosa en Bogotá, y recientemente a Fajardo por culpa de su carrera presidencial. Y el tercero, y creo que el más importante de todos, es por el modelo económico que quiere implementar en Colombia; y dada la magnitud y el terror que este me genera me tomaré todo un párrafo para describírselos.
No crean que todo lo que van a leer a continuación son relatos de una historia de terror, o que les estoy contando sobre ideas del chavismo venezolano, no. Por el contrario, todo lo que va a continuación son extractos que, luego de leer en el blog de Petro y de ver varias intervenciones recientes, obtengo del discurso económico del candidato en cuestión.
En el último párrafo de la sección económica del blog antes mencionado Petro afirma que “En resumen, sostengo que impulsar un serio proceso de industrialización implica reformar el agro, incentivar el cooperativismo y la asociatividad, fortalecer la banca pública, disminuir las rentas, hacer una reforma tributaria pro producción, hacer saltar sustancialmente el presupuesto de la educación pública, reformar el sistema pensional, y fortalecer el mercado interno y latinoamericano. Espero el debate.” Bueno doctor Petro, aquí tiene su debate, y para que me entiendan les desgranaré qué significa lo que él propone. Básicamente su propuesta se resume en reformas agrarias, intervencionismo estatal en el manejo de las aguas, en un cambio en el objeto social de Ecopetrol para dedicarse a la energía solar, en reducciones de las rentas prediales mediante un aumento a la mayor escala del impuesto predial a lo que él llama tierra improductiva y ello a través de otra reforma tributaria, una reforma de pensiones, en salud tanto en la parte pública como en la privada, en la reconstrucción del crédito público mediante el desarrollo de su captación de ahorro en las grandes ciudades, y en un impuesto a las mercancías importadas en proporción a las emisiones de CO2 que tengan en su proceso de producción o en su utilización. ¿Un poco difuso todavía, no? Se los resumo en lo siguiente: Amigo lector, si Gustavo Petro llega a quedar electo como Presidente y usted o tiene tierras que no están produciendo (porque así lo quiere), o tiene acciones en Ecopetrol, o se dedica al manejo de las aguas, o la platica que ha invertido durante tantos años de trabajo está en un fondo privado al igual que la de su salud, o usted se dedica a importar (cualquier producto porque todos emiten CO2 o bien en su producción o bien en su utilización), le recomiendo que vaya recogiendo esa platica antes que sea tarde o aténgase a quebrarse por los altos impuestos o incluso a perderla porque el Estado así quiso.
Así que, tú que me lees y te aguantaste estas más de mil quinientas palabras, solo tengo algo último para decirte. Si eres como yo, y detestas el intervencionismo, las violaciones a la propiedad privada, los altos impuestos y al ahuyento de la inversión extranjera, jamás en tu vida votarás por Gustavo Petro; pero si al contrario eres uno de mis amigos o conocidos mamertos que se ha dejado engañar por un discurso populista y demagógico, de odio y rencor de las clases sociales, tu voto por el ex militante del M-19 nos conducirá al fracaso como nación.
¡Sigan creyendo que esto es cuento chino!