Nuevamente ha iniciado la manifestación popular campesina por una vida agraria más digna. No ha pasado un año desde que el país estuvo al colapso de estado de conmoción interior. Es legítimo y constitucionalmente aceptable que sea el pueblo que se manifieste frente al desinterés y la desprotección de un estado que no solamente se refugia en los silencios administrativos sino que asume la posición ofensiva contra la turba enardecida y cansada de tanto sufrir.
Sin embargo hago nuevamente explícita mi preocupación acerca de esos “combatientes pasivos” de esta revolución nacional. Por combatientes, en el contexto internacional, se entiende a aquel sujeto activo del acto bélico, es decir, aquel que toma el fusil, el machete o la piedra para agredir a un segundo actor que ataca o se defiende en iguales condiciones. Pero en Colombia, el constitucionalismo colombiano ha reconocido que el término combatiente en sentido amplio implica incluso a aquel que se refugia bajo su cama, abrazando a sus hijos, -y sus hijos- escondiéndose de las balas que silban sobre sus cabezas. Son aquellos combatientes pasivos los que no cuentan la historia, los que no salen en las noticias, las victimas silenciosas y calladas.
Aquí quizá no sean balas, ni turbas como las de los mediados del siglo pasado entre godos y liberales. No. Aquí la guerra es por el agua, por el gas, por los medicamentos, por las encomiendas… por el arroz, la papa y la cebolla. Son esos los proyectiles asesinos que matan al resto de pueblo, no en los combates activos de los bloqueos (de los cuales no desdeño sino que reconozco a los mártires del agro colombiano), sino en los hospitales sin suministros, en las ambulancias retrasadas por los trancones… en los pueblos que toman agua contaminada con petróleo y químicos luego de que vuelcan sobre los afluentes hídricos carrotanques “del imperio” … cualquiera puede decir que la revolución se justifica, pero se olvida la causa primera y el fin último de la lucha: el pueblo hermano.
Deberían los campesinos pensar en planes de contingencia para que la presión al gobierno no la sufra el pueblo. ¿O acaso el Presidente y el Ministro de Defensa se ven afectados por la escases de alimentos, de combustible o agua? Esa es la inconformidad que siempre he tenido con el paro… el tal Paro agrario sí existe, pero que se piense en los que viven del pan coger y en los que resultan siendo mas afectados que beneficiados. Y el cuento del “beneficio a largo plazo” es más falso que las promesas del gobierno, o ¿qué logró el paro pasado? Los fertilizantes siguen igual de caros, la gasolina sigue subiendo, la maquinaria sigue siendo inaccesible… ¿qué tanto ganamos?
[author] [author_image timthumb=’on’]https://alponiente.com/wp-content/uploads/2013/08/Jose-collazos.jpg[/author_image] [author_info]Jose A. Collazos Molina Huilense, Estudiante de Ciencia Política de la Universidad de Antioquia. Asesor Administrativo en el Comité de Asuntos Estudiantiles del Consejo Académico de la Universidad de Antioquia. Subdirector del Grupo Juvenil Ruah en Prado Centro. Editor y Diagramador en la Escuela de Teología “San Miguel Arcángel” en 2010. Director y conductor del programa radial “El esplendor de la verdad” en 2011. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
El pueblo hermano también debería pensar y unirse a esos campesinos luchadores pienso yo… Nosotros dependemos únicamente de nosotros mismos, el gobierno no nos va a regalar ni un solo derecho, ahí sí y como dicen los compañeros capuchos en mi amada UNAL, «los derechos no se mendigan, se arrancan al calor de la lucha organizada»! Deberíamos organizarnos, creo que ahí está el real problema. No me parece acertada la lectura de la coyuntura, en cuanto los campesinos no pueden pensar sus acciones en torno a quienes solo les preocupan sus intereses.