“…me dicen que soy el chico de color, pero no me sonrojo con el amor, no me tiño de rojo con el sol, sino al abrir una herida en mi cuerpo, no me pongo morado a golpes, pero sí al mancharme con pintura de dicho color, pero crecí con esa idea…”
Con esta frase sabíamos que nuestra clase comenzaba con un profesor muy particular, nos decía que si prestábamos atención no sufriríamos con oscuras pruebas. Al principio no entendía la razón de tales expresiones, ¿existía un negro que no gustaba de negros?, yo sentía que el negro era un color feliz, solo superado por mi amado azul…
En mi mente las ideas de un docente racista, malgeniado, desinteresado por los suyos se iba formando, veía como los blanquitos me miraban, a mis amigos e incluso a ese docente, con recelo por tener “la piel coloradita”, me dicen que soy el chico de color, pero no me sonrojo con el amor, no me tiño de rojo con el sol, sino al abrir una herida en mi cuerpo, no me pongo morado a golpes, pero sí al mancharme con pintura de dicho color, pero crecí con esa idea, y aun así tenía la idea de que aquel docente no gustaba de negros cuando él era <<gente de color>>.
Terminé mi secundaria, salí de mi pueblo por un cartón profesional y mucho después de terminar mi pensum universitario encontré a ese viejo educador sentado en la puerta de su casa y con valentía, aun teniendo esa molestia en mi corazón al recordar sus palabras, “ya les dije que no gusto de negros”, cuando estuve frente a él pregunté, ¿por qué usted es un negro que no gusta de negros?, su respuesta me dejó sin palabras, y con la misma paciencia y alegría de siempre dijo:
Amigo mío, nuestros ancestros fueron negros, esclavizados, despojados de sueños, subyugados a la idea de que no eran seres pensantes, tenían que acatar la orden sin importar alguna otra cosa, de hecho, sabes bien que no eran consideradas personas, más bien unos grados por debajo de aquel caballo favorito del patrono, incluso existe quien decía “¿negro?, ni mi caballo”, pero no entienden que de todas las razas de las que hablan, y de todas las divisiones que nos quieren imponer, solo existe la raza humana. Por ello no gusto de negros, estudiantes que entraban a mis clases obligados por un sistema mediocre que se preocupa únicamente por calificarlos de una manera, cuando existen múltiples inteligencias, estudiantes que no tenían la fuerza de voluntad para decirme que ejercicios estaban mal redactados, sin importar si los calificaba justamente, se conformaban con pasar la materia, y me veían como su opresor. ¿sabes que me alegraba?, ver que muchos de mis estudiantes hoy en día han roto esas cadenas de esclavitud, el circulo vicioso de los oprimidos terminó, han desarrollado su inteligencia, una profesión, se han formado como personas críticas, yo les enseñaba principalmente sobre derivadas, estadísticas, números y fórmulas exactas, pero sé que también les llegó el mensaje con el que forjaron su carácter, no permiten que el racismo consuma su vida, e imparten respeto desde sus respectivos entornos, ahora son seres libres, felices, con ese espíritu dispuesto a enseñarle a los demás que nuestro color es “happy”, que no tiene nada de malo, que somos cada día mejores y es solo porque nos levantamos todos los días a un suspiro de ser víctima del racismo y seguimos adelante.
Y con esa respuesta pude seguir mi camino, tiempo después seguía sorprendido por aquellas palabras que habían quedado grabadas en mi memoria, y en esa ocasión me quedé pensando en cuan afortunado somos aquellos que tenemos la posibilidad de tener docentes con vocación de maestros, de educadores.
El poder de la educación es lo único que cambia las vidas de todos nosotros, no el dinero, no la política, no los miedos, la educación, es la única que evita racismos, homicidios, genocidios, irrespetos, ladrones, corruptos, los prejuicios de la sociedad, y horrores de toda la humanidad. No creo que nos sea tan difícil entender lo valioso que es el saber educar, ese valioso don de transferencia de información y herramientas de aprendizaje nos ha permitido salir de nuestro planeta tierra, o pasar de descubrir el mundo caminando o sobre un animal, a tener viajes entre continentes en menos de 24 horas por aire o mar, también nos ha permitido saber de qué está hecho nuestro cuerpo y lo que nos rodea, incluso para averiguar qué es eso tan pequeño y cercano que solo se ve a través de microscopios, o tan grande y lejano que se ve a través de telescopios.
Si queremos cambiar el mundo, démosle la importancia necesaria a la educación, que un niño educado es la semilla que hará del mundo un lugar mejor.
Excelente publicación Henry, estoy orgullosa de ser docente, de sembrar esa semilla en cada uno mis estudiantes, en el futuro se verá el cambio social.
Excelente artículo que lo lleva a uno a reflexionar y lo invita a seguir sintiéndonos orgullosos de ser docente y seguir dejando huellas en seres humanos y reflexivos como tú