¿Y si redistribuimos la riqueza?

Si algún día mi teoría de que «redistribuir riqueza mejora la economía y trae la anhelada paz» consigue un premio Nobel, reconózcanme créditos…


Para la humanidad, a esta altura de su evolución ya están claros varios detalles de lo que es la concentración de la riqueza:

  1. Que así como está concebido el capitalismo, siempre la habrá, y que será combustible para guerras.
  2. Que por «rico» que se sea, solo un par de zapatos, una camisa y un pantalón se podrán lucir a la vez, y que al hacer la transición a la otra dimensión, sólo el féretro y la calidad de los rituales religiosos marcarán diferencia.
  3. Que aquello de concentrar riqueza para «asegurarle el futuro a los hijos» casi siempre me da risa.
  4. Que las grandes riquezas, casi siempre cuentan dentro de su inventario con «ayuditas extras» de  corrupción, narcotráfico, contrabando, extorsión y fraudulencias. Muy pocas son fruto cien por ciento del trabajo honrado derivado de la mejor aplicación del talento.

Con esta propuesta, descarto de plano que consigamos igualdad, por cierto, porque siempre brotarán humanos con mejor coeficiente intelectual  que el de otros, independiente de si ese valorcito agregado proveído por la naturaleza, se encamina al bien o al mal, al provecho propio o al general.

El «impuesto extra» que los ricos tendrán qué desembolsar sí o sí,  es cuidarse de los pobres. ¿Acaso se olvidaron del multimillonario Donald Trump construyendo muros para impedirle a los pobres latinos la llegada a la sociedad estadounidense? Guardando las debidas proporciones, es lo mismo que pasa en los conjuntos residenciales estrato seis de las grandes y medianas ciudades, donde sus inquilinos subsidian los servicios públicos de los estratos bajos con tal de no tener a los pobres como vecinos.

A los «ricos» que se resuelvan por leer mi columna, tranquilos, ríanse, tómenlo como un chiste fraguado en el encierro obligado en un hotel del centro de Bogotá, y obligado digo, por una gripe fuerte que derivó en fiebre y dolor de cabeza con temor, ojalá que no, de que sea una variable covid.

Esa misma fiebre me ha llevado a traducir enormes fortunas de unos cuantos «cerebros mundiales» llevándolas a pesos colombianos y dividiéndolas entre mis ingresos para osar medirme y calcular cuántas vidas debo trabajar para igualarlos.  Por supuesto, termino diciendo después de esos cálculos que «ahí es donde le da risa al caballo»

Si algún día mi teoría de que «redistribuir riqueza mejora la economía y trae la anhelada paz» consigue un premio Nobel, reconózcanme créditos y tranquilos, el dinero lo pueden dividir entre el número de habitantes que cuente el planeta.

Buena noticia: al término de la estructuración de esta columna, se me mermó la fiebre…


Otras columnas del autor: https://alponiente.com/author/norman-mesa/

Norman Mesa Lopera

Comunicador Social de la Católica del Norte Fundación Universitaria. Activista de la cooperación como herramienta de crecimiento social y observador apasionado de la política. Las discusiones las termino con un silencio reflexivo.

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