La invención del internet fue un gran avance para el ser humano, revolucionó la forma nos comunicábamos, logró unir individuos a pesar de la distancia. Ahora podemos acceder a lo que queramos a través de buscadores dando un clic, algo impensable hace algunos años.
Para algunos es un alivio tener estas herramientas digitales en esta época de incertidumbre, pues bien se puede decir que gracias al internet, las redes sociales, y las aplicaciones, podemos comunicarnos saltando las barreras espaciales que produce el confinamiento. Suena lógico entonces que el número de visitas a páginas en internet allá aumentado de forma exponencial, al igual que el uso de ciertas aplicaciones.
Y es que realmente la llegada de ese pequeño enemigo microscópico más pequeño que una célula humana, lo cual me sigue pareciendo irrisorio, nos puso como en una jugada de ajedrez en “jaque” y nos obligó a reinvertarnos.
Esa reinvención en Colombia no se detuvo a pensar en las grandes barreras de acceso a internet y dispositivos de conexión que tienen miles de ciudadanos, muestra de la desigualdad que padecemos desde hace años, sin embargo este es otro tema que no voy a tratar en estos momentos.
Los cambios se dieron de forma brusca e inesperada, la propagación del virus dejó de ser algo lejano, algo que ocurría por allá en China o Europa para llegar a América Latina, y como era de esperarse las alternativas a estos cambios también se ejecutaron de forma rápida, siguiendo al pie de la letra aquella popular frase: “es que la vida sigue”.
Y efectivamente la vida siguió, el distanciamiento social fue la medida por excelencia adoptada por la mayoría de gobiernos en el mundo, escogida por su efectividad para evitar el contagio del Covid- 19, la educación empezó a ser virtual, y las interacciones dejaron de hacerse de forma física.
En un abrir y cerrar de ojos ese enemigo diminuto logró cambiar la forma en cómo nos solíamos relacionar, pero bueno quedaron las redes sociales, WhatsApp, Instagram, Facebook, Tik tok, Twitter y cuanta red social exista, ¡Qué alivio! Pensaran muchos, pero para mi la interacción por estos medios resulta en ocasiones agotadora.
Sé que estos canales han facilitado enormemente la comunicación humana bajo las condiciones actuales, pero la idea de que el contacto social solo se haga de forma virtual me aterra por momentos. A veces todo me abruma, las reuniones virtuales, las clases, las video llamadas, los chats en redes sociales, para huir del agotamiento de la virtualidad me distraigo pensando que estoy en un sueño que pronto acabara.
La virtualidad distorsiona la realidad. Hace dudar de los recuerdos, me hace pensar a veces en las características físicas de las personas con las que solía estar y los lugares que visitaba a menudo, y noto cambios que no logro recordar. Los días han hecho que olvide detalles como los tonos de voz, la altura, la contextura física, el aspecto de los caminos que recorría, las rutas que seguía día a día, la fachada de las casas y edificaciones que veía a través del cristal, particularidades que mientras más pasen los días se condenaran irremediablemente al olvido.
Ahora extraño las pequeñas cosas como mojarme bajo la lluvia, contar los pasos, pasar una calle, tomar un café en compañía de alguien. Extraño el olor a café recién hecho, hacer una fila en una cafetería mientras veía como algunos leían el periódico, o hablaban de cosas de la cotidianidad en medio de risas, frases como: “¿Vos te acordes de eso?”, “¡No te lo puedo creer!”, “¿Y eso cómo fue, contame” vienen a mis recuerdos y me sacan una sonrisa.
Expresiones tan usuales que se escuchaban a menudo en las cafeterías, donde las personas se reunían para contar sus alegrías, sus pesares, y experiencias del día a día, o simplemente para charlar sobre los vaivenes de la vida. En medio de las conversaciones pasaban tazas de café, una, dos, tres o cuatro y simultáneamente trascurrían los minutos, y las horas.
Después de retratar estas experiencias de cafetería, que probablemente muchos de ustedes también han vivido, llego a la conclusión de que las redes sociales nunca reemplazaran el contacto social que surgía alrededor de una taza de café. ¿Será que en un futuro cercano volveremos a tomarnos una taza de café como lo hacíamos antes? Espero que la respuesta a esa pregunta sea un sí, por lo tanto nos tocara conformarnos con el contacto a través de redes sociales y esperar que el contagio del pequeño virus que puso de cabeza el mundo se convierta en una realidad.