Se inició formalmente la campaña política a la presidencia colombiana con un foro televisado por el más antiguo canal regional del país, al que asistieron cuatro de los ocho candidatos presidenciales que este 27 de mayo disputarán la primera vuelta por la Casa de Nariño.
La jornada estuvo matizada por la ausencia del candidato del partido Liberal Humberto de la Calle, quien por medio de un video mal elaborado y con una evidente imagen de descuido en forma y fondo, se excusó en fallas del itinerario aéreo para llegar a Medellín, la segunda ciudad colombiana, donde tuvo lugar el debate. Deja la sensación de estar fuera del juego el ex negociador del gobierno con las FARC, quien no marca con más de un dígito en el promedio de las más reconocidas encuestas.
La metodología y el formato bastante confusos, tan es así que muchos televidentes, cibernautas en las redes sociales, los candidatos e incluso los moderadores, a veces se confundían entre sí al momento de entregar la palabra y saber si les correspondía o no participar en el momento de entrar en escena. El tiempo se hizo corto y con éste se sacrificaron muchos temas relevantes en amplitud y profundidad, dentro de la agenda actual de potenciales problemáticas y políticas públicas que deberá enfrentar el próximo presidente colombiano.
Bien por el canal Teleantioquia y su equipo de producción. Hacer el primer debate en medio de un ambiente tan caldeado y polarizado no es nada fácil, pero lograron una producción técnica, televisiva y periodística impecable y hasta el momento de escribir este texto de análisis, no he conocido queja de alguna campaña sobre desequilibrio o favorecimiento.
Desde la presentación personal se notó que dos de los candidatos a excepción de Sergio Fajardo y Gustavo Petro, fueron fieles al fenotipo de imagen que se conecta con el styling definido en su publicidad y apariciones públicas más recurrentes. Fajardo utilizó un suéter azul oscuro que ha sido poco común en sus apariciones recientes y parecía más cercano a la forma cómo presentaba su programa en este mismo canal hace algunos años. El ex alcalde bogotano prefirió usar una corbata roja de nudo grueso y el traje formal, marcando una clara diferencia semiótica con sus compañeros en el set e igualándose en biometría a los dos moderadores, quienes coincidieron en el código de vestuario con el ánimo de pasar desapercibidos como los buenos árbitros del fútbol. Duque y Vargas optaron por la camisa de fondo entero y un blazer que ha caracterizado su batería de vestuario en escenario público.
Desde el estilo, los 4 candidatos mantienen el tono hasta ahora expresado en muchos momentos de verdad y decidieron no hacerse daño. Televidentes y cibernautas coincidieron en afirmar que no hubo debate, sino un foro de preguntas y respuestas donde pocos retomaron ideas coincidentes o contrastantes, para nutrir más la discusión o generar esa necesaria divergencia, que permite el diseño de una agenda pública de disenso tan necesaria en medio de un debate político como el que se merece Colombia.
Sergio Fajardo trabajó desde un relato donde no importaba la pregunta, con afirmaciones más estructuradas desde el storyteling propio del profesor universitario que lo han conducido a convertirse en un personaje alternativo a la clase política tradicional y en soporte a su permanente bandera de lucha contra la corrupción. Falló en elaborar más desde el cómo y en escuchar muchos elementos que le daba su antecesor o a ser más agudo en temas donde podía hablar con distancia de las estructuras políticas tradicionales. Pudo haber marcado diferencia y divergencia, pero se mantiene en su línea de escaso o nulo contraste y se le nota ahogado por los partidos y por la forma cómo se produciría su virtual alianza con Humberto de la Calle. Fue el único que tomó asiento en un momento del debate lo cual denotó debilidad y distancia al atril y a la toma televisiva.
Germán Vargas sin duda soportó su ejercicio de exposición desde la experiencia como ejecutor y desde el planteamiento del país donde ya ha gobernado, en un esfuerzo que se nota forzado por destacar las obras donde no han ocurrido hechos de corrupción, quizá en contraste con casos ocurridos a integrantes de su partido de origen en el pasado. Se nota agotado, el ritmo de su voz y expresión no lo ayuda y desde la neurolingüística le falta apropiarse y sentirse que va a ser elegido. Prefirió evitar el contraste pues sabe que de inmediato saltaría que es el más cercano a ser percibido como la continuidad del actual gobierno. Dos veces respondió temas que no le preguntaron y erró.
Iván Duque optó por hablarle al televidente más que a los moderadores y a sus colegas, con la claridad, precisión y racionalidad que lo han caracterizado en su personalidad. Le falta la emocionalidad necesaria en la video política. Se le fue la mano con el tema de las nuevas tecnologías que le ha funcionado en escenarios más segmentados de estrato alto, menos viral y cercano a su generación. Fue contundente en los pilares de su estrategia. Supo vender la imagen de experiencia en el ejecutivo que es su gran debilidad pero hubo momentos donde parecía más interesado en su registro televisivo que en la argumentación natural.
Gustavo Petro elaboró el relato más dirigido al debate aunque no obtuvo respuesta de sus compañeros. Con su postura corporal denotó querer poner límites en sus palabras, pero en la exposición facial a los presentes quiso incorporar experiencia y denotar dominio escénico. Sabe que encarna la contraparte de la gran polarización que hoy vive esta campaña y en ese escenario se sostuvo en contraposición a su principal rival. En los temas relacionados con biodiversidad demostró que se conecta con las nuevas generaciones, pero sigue personificando el “villano” en muchas corrientes de opinión por la perseverancia en posturas de choque desde el tono y la forma cómo las expresa.
En general este primer encuentro televisivo de los candidatos colombianos, fue más un foro de calentamiento, un encuentro de pretemporada que enciende el debate público en social media, medios de opinión y conversaciones cotidianas, donde aflorarán las noticias falsas combinadas con el odio y el miedo, en un lodazal que podría hacer perecer el urgente y necesario derecho que tienen los colombianos y su democracia, de lograr un verdadero debate de contrastes, propuestas, buenos diagnósticos y soluciones realistas para problemas que han impedido a este país, superar su principal escollo en la vía al desarrollo: La profunda y lamentable inequidad social.