Y la paz estuvo de un cacho

Nadie, ninguno que esté es sus cabales podría ser enemigo de la paz. La paz es bien supremo y no porque lo diga la Constitución que carga con todo, si no porque está inscrita en la conciencia colectiva, salvo en la de quienes la agreden.

Algunos, como el Presidente de la República, el Fiscal General de la Nación, el doctor de la Calle y, en fin, la generalidad de los porristas afectos al gobierno, consideran que todo vale para llegar al objetivo de la paz con las guerrillas.

En este órden de ideas proponen atribuirle a la conducta común de narcotráfico la categoría de conexa al delito político, una enormidad que solo cabrá en las cabezas de chorlitos de los proponentes, porque el narcotráfico viene asociado necesariamente a infracciones contra la salud pública, al lavado de activos y tantas veces a homicidios y extorsiones por decir lo menos.

La rebelión, aquí o en cualquiera parte, es delito político salvo que incurra en pecados de lesa humanidad, y el narcotráfico delito común o, ¿de dónde se podría sostener que para narcotraficar hay que entrar en estado de revuelta contra la autoridad del Estado y que todo rebelde es porfiada, esencialmente narcotraficante?

Como coloquialmente se dice, no se pueden sumar sapos y culebras. Así la operación es un disparate. No se necesita ser abogado para saber que una cosa es una cosa y otra cosa es la otra cosa, según se suele distinguir.

Desde hace muchos meses las encuestas de opinión dicen del descreimiento mayoritario en torno al patrón de paz que quieren imponer gobierno y guerrillas y parecieran darnos la razón a quienes abogamos por una paz sin impunidad y, si de lo otro se trataadvertidos ya están gobierno y guerrillas acerca de los estándares del Estatuto de Roma que nos obligan como signatarios y depositantes.

En La Habana las delegaciones podrán hacer, deshacer y pactar lo que les venga en gana, pero a posteriori se encontrarán con varias murallas de hormigón armado que no van a poder derrumbar, unos con tatucos y otros con legislación amañada.

Los delincuentes, que muchas cosas graves salen a deber, están cambiando unas penas de favor por otras muy severas, una cárcel en Colombia por otra que disponga el Tribunal de Roma, las visitas conyugales en Colombia por la austera castidad afuera.

Los negociadores de las guerrillas, en su ignorancia o en su ambición, no se dan cuenta que la impunidad no le conviene al país y menos a ellos, así tengan que responder tanto por la comisión de punibles comunes como políticos por separado.

Una vez paguen las condignas condenas se sabrá qué hacer con los convictos: si rehabilitarlos plenamente, darles licencias para expender marihuana medicinal que será más lucrativo que hacer política, o repartir entre todos los desmovilizados tierras, ganados y demás bienes mal habidos en cabeza de  testaferros de los jefes insurrectos.

Este asunto de los diálogos de La Habana no es pan comido como lo creen allá. Queda mucha tela de dónde cortar, la paz nunca estuvo de un cacho.

Tiro al aire: el senador Benedetti amenazó con fusilamiento a quienes nos oponemos a la paz con impunidad. Todavía lo estamos esperando, para recibirlo con pólvora.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://alponiente.com/wp-content/uploads/2013/07/Francisco.jpg[/author_image] [author_info]Francisco Galvis Ramos  Abogado y comentarista en internet. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]

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