“Hoy más que nunca urge que recordemos que el premio Nobel James Tobin afirmó: la economía se trata de incentivos. Cuando entendemos adecuadamente qué incentiva o desincentiva un comportamiento, tenemos la posibilidad de implementar mecanismos para cambiarlo”
La actual situación de las reservas de agua de Bogotá y la crisis energética que se avecina, nos recuerdan algo obvio pero muy importante, los recursos son escasos. Hay dos hechos claros: Primero, que el cambio climático es una realidad; y segundo, que como sociedad no hemos sido capaces de coordinarnos adecuadamente para hacerle frente a los efectos que dicho cambio conlleva y para reducir el impacto de nuestras actividades sobre el medio ambiente.
Hoy más que nunca urge que recordemos lo que el premio Nobel James Tobin afirmó: la economía se trata de incentivos. Cuando entendemos adecuadamente qué incentiva o desincentiva un comportamiento, tenemos la posibilidad de implementar mecanismos para cambiarlo. Es este un reto enorme, que depende del objetivo que la política pública tenga, de las características de la población sobre la cual se actúa, y de la intención, de parte de los diseñadores y ejecutores de dicha política, de generar impactos reales. No sirve de mucho decir, “todo sería mejor si la gente hiciera A, pero hace B”, ese tipo de afirmación entra en el mundo de la obviedad, es una solución trivial que suena bien pero que no tiene dientes en la ejecución.
Sobre la actual situación de Bogotá, donde requerimos en primerísima instancia generar un ahorro significativo de agua, tenemos que recordar que los mecanismos para direccionar el comportamiento de la gente, a partir de lo que nos han enseñado premios Nobel como Leonid Hurwicz, Daniel Kahneman, o Esther Duflo (se me quedan muchos sin mencionar), es que el diseño de mecanismos para alterar comportamientos y lograr objetivos requiere un adecuado balance en la implementación de restricciones, castigos e incentivos.
El sistema de racionamiento de agua en Bogotá, sumado al actual esquema de tarifas por consumo, implementan de forma eficiente las restricciones y los castigos, pero requieren de la implementación de los incentivos; la implementación de mecanismos más asertivos urge, más cuando vemos que hay zonas en las que incluso aumentó el consumo; hay cosas que podemos hacer mejor, así lo indican los resultados.
No es descabellado pensar en alternativas como reducir los tiempos de racionamiento a las zonas que menos agua consuman, a la vez que se aumenten los tiempos de restricción a las zonas que consuman más. Ciertamente necesitamos entender con claridad los incentivos de los bogotanos e implementar nuevas alternativas, diseñadas desde lo que los grandes pensadores de la economía nos han enseñado. No se trata de inventarnos algo nuevo, se trata de actualizar nuestra forma de ver las relaciones sociales y ser creativos con lo que ya existe.
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