Votar con la nariz tapada

No hace falta ser analista político para, de la misma forma en que lo hace el politólogo Andrés Preciado en su columna de Bajo La Manga, decir que la actual campaña presidencial sabe mal, y huele igual. Estoy de acuerdo, esta campaña da vergüenza. En vez de debatir ideas, lo que prima en las actuaciones de los candidatos más visibles son los insultos mutuos. Vimos a Santos relacionando a los uribistas con los Urabeños, lo cual es una ofensa para las personas honestas que siguen al expresidente Uribe. Pero el uribismo no se queda atrás: hemos tenido que padecer una insoportable perorata por parte de Uribe y sus seguidores, que acusan al actual presidente de entregar el país al “Castro-Chavismo”, imputación que, desde donde se le mire, es absurda (por lo demás: ¿alguien sabe qué demonios es ese malvado coco llamado “Castro-Chavismo”?).

Además de esto, es vergonzoso ver los graves escándalos que afectan estas campañas: un día, J.J. Rendón, asesor de Santos, es acusado de recibir 12 millones de dólares de narcotraficantes, y al otro, es revelado que un miembro del equipo de campaña de Oscar Iván Zuluaga estaba chuzando las comunicaciones del equipo negociador de La Habana, e intentando sabotear el proceso de paz.

Estoy asqueado, y admito que esta contienda electoral me hace dar incluso ganas de votar en blanco, algo que nunca me ha llamado la atención. Pero no lo voy a hacer. En realidad, pienso dar mi voto a un candidato que no me gusta, pero que para mí representa, en esta coyuntura, el menor de los males: Juan Manuel Santos.

Santos no es ninguna maravilla. Por el contrario, muchas de sus actuaciones me parecen, por decir lo menos, desafortunadas. Cuando pienso en su gobierno, lo primero que se me viene a la cabeza es el escándalo de la reforma a la justicia, donde el presidente no solo se hizo el de la vista gorda ante los “micos” que se le fueron metiendo a la reforma durante su trámite, sino que al final saldó el asunto objetando este acto legislativo, en una movida cuya constitucionalidad fue más bien dudosa (que yo sepa, el único jurista independiente que consideró que esto era jurídicamente viable fue Rodrigo Uprimny).

Más allá de sus actos de gobierno, la forma en que se ha desarrollado la campaña de Santos también deja mucho que desear. El presidente-candidato no ha aceptado ir a los debates, espacios a los que obligatoriamente deberían asistir todos los candidatos presidenciales, pues es el lugar idóneo para que los ciudadanos comunes y corrientes, que no tienen tiempo para leerse las propuestas de gobierno de cada aspirante, conozcan qué es lo que plantean las personas que aspiran a gobernarles durante los próximos cuatro años.

Pero lo que me parece más grave son algunos de los apoyos non-sanctos que el presidente, por intermedio de ese hábil politiquero que es Germán Vargas, ha buscado y conseguido para su campaña. Estamos hablando de personajes como Yahir Acuña, ahijado político de Salvador Arana (involucrado en el asesinato del exalcalde de El Roble, Eudaldo Díaz), Karen Cure, considerada la Representante de “La Gata” en el Congreso, y el clan García Zuccardi, liderado por Piedad Zuccardi, en juicio por parapolítica, y Juan José García, condenado por corrupción y hermano de Álvaro “el gordo” García (el de la Masacre de Macayepo), entre otros (Ver: http://lasillavacia.com/historia/los-tinieblos-de-santos-47330).

Como se evidencia, más allá de las personalidades honestas que acompañan al presidente, como Guillermo Rivera y Antanas Mockus, Santos está mal rodeado. Y sin embargo, creo que es mejor votar por él. ¿Por qué? Porque en últimas, el otro candidato que puede disputarle la presidencia es Oscar Iván Zuluaga, y ese señor me parece la peor opción.

Esto debido a que él, por sí solo, no es nadie, no tiene voz ni voluntad. El triunfo de Zuluaga representaría realmente la victoria de Uribe en cuerpo ajeno: el regreso del caudillo, el retorno al poder de un uribismo revanchista y vengativo, que llegaría a desmontar lo único que vale la pena de este gobierno: el intento de alcanzar la paz.

Y puesto que soy plenamente consciente de que el proceso de paz es algo complejo, lleno de altibajos, que no se resuelve de la noche a la mañana, y que implica concesiones de parte y parte, no me convencen quienes argumentan que el proceso ha sido muy lento y que por eso ya fracasó, y que el mismo es inaceptable puesto que el único castigo admisible para los miembros de las Farc es pasar el resto de sus vidas en la cárcel. Quienes afirman esto lo hacen o por ignorancia o por populismo, pero en todo caso sus argumentos no son serios.

En fin, es cierto que esta campaña sabe y huele mal, pero debido a que considero que es necesario persistir en las negociaciones de paz, y porque efectivamente creo que el actual presidente es quien mejor puede llevar a buen término este proceso, en estas elecciones me voy a tapar la nariz y le daré mi voto a Juan Manuel Santos.

@AlejandroCorts1

[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-f-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/t1.0-9/10157367_1429775133947014_2734248217865849022_n.jpg[/author_image] [author_info] Alejandro Cortés Arbeláez Estudiante de Ciencias Políticas y Derecho de la Universidad EAFIT. Ha publicado en revistas como Cuadernos de Ciencias Políticas del pregrado en Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT, y Revista Debates de la Universidad de Antioquia. Ha sido voluntario de Antioquia Visible, capítulo regional del proyecto Congreso Visible. Actualmente se desempeña como practicante en el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia (IEPRI). Leer sus columnas. [/author_info] [/author]

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