Visibilización de la pobreza en tiempos de pandemia

Photo by Santiago Sito on Foter.com / CC BY-NC-ND

Hay que encontrar un mecanismo que permita entender que no es viable la acumulación de bienes y servicios, sin más, de unos cuantos, sino en la procura de lograr que un número importante de personas que viven en dificultades pueda acceder a bienes necesarios, importantes y útiles para la vida, finalmente que los saque de miseria.”

En primer lugar, la pobreza nunca fue para mí una desdicha: la luz difundía alrededor de mí sus riquezas. Hasta mis rebeliones estuvieron iluminadas por esa luz (…) la miseria me impidió ver que todo estaba bien bajo el sol, y en la historia, el sol me enseño que la historia no lo es todo. Cambiar la vida, sí, pero no el mundo, del que yo hacía mi divinidad (Camus, 1958, p. 11)


Nadie lo niega la economía está siendo golpeada en pro del cuidado. Eso es lo que tenemos que hacer, privilegiar la vida sobre los intereses económicos. Ahora bien, es verdad que con una economía resentida estamos reduciendo la capacidad a largo plazo para proporcionar mejores servicios sociales que garanticen a las personas que no continuen en la pobreza. En el futuro, después de la pandemia, hay víctimas que pagarán estos costos. Los costos económicos en los que incurrimos en países como los nuestros, ahora se extenderán sin lugar a dudas, en términos de pérdida de vidas, pero también en pérdida de calidad, protección y bienestar de vida. El COVID-19 está mostrando, como advierte el filósofo coreano Byung-Chul Han, que la vulnerabilidad, la fragilidad y la mortalidad humana no es del todo democrática, sino que depende las condiciones sociales del individuo. La muerte, al menos este tipo de muerte, no es democrática, la sufren y recae en quienes tienen más carencias en todos los niveles.

La pandemia nefastamente cega la vida, pero a la vez, de forma colateral ha logrado en poco tiempo lo que muchos gobiernos de turno les lleva años: aumentar, continuar y por supuesto visibilizar la precariedad de millones de seres humanos de estos lares, esto es: visibilizar la inmensa pobreza y desigualdades en la que vivimos. De ahí que la pandemia no se vive igual en Latinoamércia que en Europa o en algunos países ricos asiáticos. Es evidente que las consecuencias de pandemia por COVID-19 no son las mismas para todos. Las recesiones económicas en los países de bajos ingresos son muy diferentes a las de los países ricos, debido a que en estos últimos ya está constituido un estado de bienestar (por más criticados que sean) que garantiza cobertura en salud, vivienda y educación en niveles muy diferentes a los de países latinoamericanos; que no decir de algunos paises de la empobrecida África negra. La tarea de la justicia social la han venido realizando desde años atrás. Logros incipientes en nuestras nóveles democracias.

Los costos económicos y sociales que las cuarentenas han traido a los países con economías más informales, en la que más de la mitad de su población viven de la informalidad, son inmensos y dolorosos. Debido al impacto económico de crisis sanitaria por COVID-19, el Programa Mundial de Alimentos (PAM) proyectó que alrededor de 265 millones de personas podrían sufrir de hambre para este 2020, casi dos veces más que el año anterior. Sin lugar a dudas, la desnutrición y la humbruna podría acabar con la vida de más personas que el mismo COVID-19. En Colombia, se estima una caída de la economía superior al 6 por ciento. Según los estimados de Fedesarrollo, para este año, el desempleo pasaría del 10,5% al 13,3%, en el peor escenario al 19,5%. El desempleo atrapará en la pobreza a muchas familias que luchaban desde varios años por salir de esta. Como advierte el New York Times (11 de julio de 2020):

No hace mucho, Colombia —y América Latina en general— se encontraba en medio de una transformación histórica: el flagelo de la desigualdad se reducía como nunca. En los últimos 20 años, millones de familias han salido de la pobreza en una de las regiones más desiguales del planeta. La brecha entre ricos y pobres en América Latina cayó al punto más bajo registrado. Ahora, la pandemia amenaza con revertir esos logros como ningún otro fenómeno en la historia reciente, dicen los economistas, lo que potencialmente puede cambiar de manera drástica a la política y a sociedades enteras en los próximos años (párr. 6).

Lo anterior lleva a preguntarnos, no solo en Colombia sino en muchos países con economías frágiles ¿Cuánto tiempo se debe proteger el sistema sanitario con las cuarentenas y cuándo es el momento para abrir el sistema productivo y económico que genera empleo? Para Peter Singer, por ejemplo, la opción inmediata es salvar vidas ahora, es decir, evitar que más personas mueran por el virus:

pero a la larga, si la economía colapsa, esto nos llevará a una situación muy difícil, pues la gente también morirá por falta de empleo, por el hambre, por el poco bienestar en su vida, nuevamente, como dije, especialmente afectará a las personas de los países pobres” (Santamaría, 8 de mayo de 2020, párr. 5).

Esto es un problema de ética práctica. Para Singer, se debe pensar la pandemía desde sus consecuencias y no solo en términos de número muertes. De ahí que la premisa de que tenemos que hacer todo lo posible para reducir el número de muertes no es realmente la única correcta, ya que también son fundamentales asegurar el bienestar y la calidad de vida. Los costos en los que puede incurrir un país, si se prolonga indefinidamente la cuarentena, ya no será solo con las vidas perdidas sino que se le sumará la pérdida de calidad de vida y de bienestar. Generá un retraso en educación, alimentación y vida saludable de los más pobres, es “ahora, más que nunca, debemos hacer lo mejor posible para ayudar a salvar y mejorar vidas; ya que los pobres serán sin duda los más afectados por esta crisis” (Santamaría, 2020, párr. 6).

¿Qué hacer entonces? No hay una fórmula mágica o expertos infalibles, que por estos días abundan, que den con la clave entre combinar cuidado sin llevar a la pobreza a más personas, pues como lo muestran los problemas colaterales de la pandemia, no es solamente un problema de salud sino que nos pone la vista en un asunto eminentemente social. Lo que sí es evidente es que quebrar la economía reducirá la capacidad de los países para aportarle al sistema de salud, educativo y de seguridad social; ya precario en muchos países pobres. Habrá víctimas en el futuro por la crisis generada por el COVID-19 que pagarán (remos) los costos de las restriciones, lo cual tristemente, como advierte un estudio de la Universidad de los Andes, a 20 años atrás (Universidad de los Andes, 2020).

Aristóteles, en el Libro I de la Política, lo advirtió hace años, al darle a la economía un lugar necesario entre nuestros saberes pácticos. Junto a la ética y la política, la economía, como el arte y el oficio de manejar la bolsa propia y pública, hay que tomársela en serio, pues como saberes prácticos conducen a la felicidad o a la desgracia, pues:

(…)  una especie de arte adquisitivo es naturalmente una parte de la economía: es lo que debe facilitar o bien procurar que exista el almacenamiento de aquellas cosas necesarias para la vida y útiles para la comunidad de una ciudad o de una casa. Y parece que la verdadera riqueza proviene de éstos, pues la provisión de esta clase de bienes para vivir no es ilimitada, como dice Solón en un verso (…) Y la riqueza es la suma de instrumentos al servicio de una casa y de una ciudad. Por tanto, es evidente que hay un arte de adquisición natural para los que administran la casa y la ciudad (Aristóteles, 1256b 13).

Frente a la crisis sanitaria desatada por COVID-19 y los estragos económicos causados en países pobres como los latinoamericanos, la responsabilidad y la obligación ética es fundamental debido a sus implicaciones prácticas. Hacer algo por los millones de personas que viven en la pobreza, por mitigar las consecuencias del cambio climático y por replantear la forma consumista en la que se viven son cuestiones filosóficas, que lleva a preguntarse por lo que realmente importa, esto es ¿Cómo se debe vivir del mejor modo la propia vida?

Hay que encontrar un mecanismo que permita entender que no es viable la acumulación de bienes y servicios, sin más, de unos cuantos, sino en la procura de lograr que un número importante de personas que vieven en dificultades pueda acceder a bienes necesarios, importantes y útiles para la vida, finalmente que los saque de miseria. Al hacer esto, como se dijo atrás sobre Aristóteles, que redunde en beneficio para una comunidad más, es decir de más personas. Una vida buena no es solo una vida buena para mí o para un pequeño número de privilegiados, sino cuando se esté contribuyendo a ayudar a otros a tener una vida mejor. Uno de los propósitos más satisfactorios y significativos es contribuir a hacer un mundo mejor. Lo inmediato, lo actual, lo de siempre, es reducir el sufrimiento de otros. Tal vez una economía solidaria, social, de oportunidades para con los menos aventajados y, por supuesto, sostenible con nuestro planeta, será un camino cierto en estos tiempos de sobrevivencia.


Referencias

Camus, A. (1958). El revés y el derecho. Buenos Aires: Losada.

Santamaría, F. (8 de mayo de 2020). Entrevista a Peter Singer por Freddy Santamaría. Revista Arcadiahttps://www.revistaarcadia.com/impresa/filosofia/articulo/solo-el-altruismo-eficaz-puede-salvarnos/81586

Santamaría, F. (2020). Entrevista a Peter Singer. CEPRIhttps://cepri.upb.edu.co/index.php/entrevistas-cepri/altruismo-efectivo-lo-mejor-que-podemos-hacer-en-tiempos-de-pandemia-entrevista-al-filosofo-peter-singer

Turkewitz, J. y Villamil, S. (11 de julio de 2020). La pandemia amenaza con ampliar la desigualdad en América Latina. New York Times. https://www.nytimes.com/es/2020/07/11/espanol/america-latina/desigualdad-coronavirus-america-latina-colombia.html

Universidad de los Andes. (2020). Efectos en pobreza y desigualdad del COVID-19 en Colombia: un retroceso de dos décadas. Nota macroeconómica, (20).

Freddy Santamaría

Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia de Salamanca (Salamanca, España). D.E.A Universidad Pontificia de Salamanca. Filósofo y Licenciado en Filosofía de la UniversidadPontificia Bolivariana de Medellín (UPB). Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas, UPB. He ampliado mis estudios en Freiburg y Roma. He sido ponente en diferentes eventos académicos nacionales e internacionales. Mis áreas de trabajo son la filosofía contemporánea, especialmente la tradición analítica. He sido profesor Invitado del Departamento de Filosofía, Universidad Católica de la Santísima Concepción (Chile), de la Maestría en Filosofía, Universidad Verzacruzana, Xalapa (México), de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires/Universidad de Konstanz, Alemania y del Doctoradoen Filosofía de UPB, Medellín

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