Tarde o temprano los problemas judiciales de Uribe iban a generarle dificultades a él, al próximo gobierno, al Congreso y a la iracunda bancada del Centro Democrático (CD), y lo que es más preocupante, a suscitar un ambiente creciente de hostilidad que puede evolucionar a violencia.
Tarde o temprano los problemas judiciales de Uribe iban a generarle dificultades a él, al próximo gobierno, al Congreso y a la iracunda bancada del Centro Democrático (CD), y lo que es más preocupante, a suscitar un ambiente creciente de hostilidad que puede evolucionar a violencia.
El gran damnificado es Iván Duque. En efecto, un comunicado y luego una rueda de prensa para asegurar que cree en la inocencia y en la rectitud de Uribe, pero destinar una tibia y subalterna mención a las instituciones, sin expresar respaldo franco y sin ambages a la Corte Suprema, dejaron al descubierto que a Duque le parece que primero está Uribe que la justicia. Desperdició la oportunidad de mostrarse estadista, pues reclamó que las decisiones judiciales no se politicen y pidió garantías —que no le han sido desconocidas— para el “presidente eterno”, dejando un tufillo de desconfianza hacia la Corte Suprema.
Ese insólito malabarismo de Duque de respaldar ciegamente a Uribe y darle palmaditas traicioneras a la Corte Suprema es un descrédito para la justicia y las instituciones. Si la futura máxima autoridad de la nación hace eso, el mensaje es nefasto, sobre todo en un país que necesita acatar sin reservas los fallos judiciales aunque se disienta de ellos.
Podría ocurrir que Uribe no renuncie al Senado y sus áulicos convoquen una marcha para convencerlo de que no se vaya o para intimidar a la Corte, o ambas cosas. Conociendo su fogosidad y proverbial defecto de decidir en caliente, todo indica que se precipitó anunciando el retiro para quedar en manos de la Fiscalía y no de la Corte, pero el asunto no se ve tan sencillo. Aunque todavía no se sabe si esa investigación en su contra ha de seguir en la Corte o en la Fiscalía, lo cierto es que el fiscal Néstor Humberto Martínez resultó también sacudido.
¿Qué razón justificaría que Uribe quisiera ser investigado por la Fiscalía? ¿Tendrá que ver esto con las ruedas de prensa que Uribe ha realizado en las propias escalinatas del ente acusador, luego de entrevistarse con el fiscal Martínez, para anunciar que le entregó datos de un narcotraficante detenido en una cárcel americana que hizo parte del Cartel del Norte del Valle, el cual contactó por sugerencia del exministro Andrés Felipe Arias? Ese bandido-testigo dizque ofrece información sobre el pretendido complot en contra de Santiago Uribe y del asesinato de Álvaro Gómez, crimen este último en el que Uribe de la noche a la mañana se interesó, sobre todo después de que se le sumaran a su movimiento en la pasada campaña el oportunista y malvado Angelino Garzón y otros malandrines, como el cuestionado exalcalde de Buga y hoy senador del CD John Harold Suárez. Si Martínez ya ordenó que se reciban declaraciones de las personas sugeridas por Uribe dizque para desmontar la conspiración en su contra, estará, si no impedido, al menos incómodo para asumir un proceso por manipulación de testigos en contra de quien le ha estado llevando información recogida en cárceles y en el sórdido mundo del hampa. Eso sin olvidar que en los tiempos de su Ministerio de la Presidencia Néstor Humberto en tono emocionado afirmó que “el expresidente Uribe es un patriota”.
Todos los congresistas del Centro Democrático proclaman la inocencia de su jefe, y repiten —algunos con los ojos brotados por la ira y el odio— el talante siempre camorrista de que lo que sea con él es con ellos, pero ninguno, ni siquiera el otro implicado, Álvaro Hernán Prada, ha aclarado su participación en los graves hechos denunciados, los que tampoco pudo justificar Uribe en su última alocución. En efecto, en un acto de sublime irresponsabilidad, los parlamentarios al servicio del mandamás del CD se han entregado a la innoble tarea de hablar de un montaje y a inflamar el discurso provocador de que lo que hay en su contra es un juicio político, que es en lo que quieren convertir el enredo penal de Uribe porque saben que en ese escenario sus jueces serían ellos mismos. Más caldo de cultivo para la violencia que está por reventar.
Adenda. Magnífico que el próximo expresidente Santos anuncie que a partir del 7 de agosto no habrá más santismo. ¿Será que la promesa incluye también a Pacho?