Del fracaso de una sublevación militar incapaz de conquistar todos los resortes del Estado, nació una guerra civil entre españoles.
Aquella traición castrense, iniciada a mediados del mes de julio del año 1936, los rebeldes la justificaron arguyendo que era la única manera de evitar que una revolución acabara con los principios de la tradición, de su tradición, claro está. Aunque la verdad es que dicha revolución no tuvo lugar hasta que los propios sublevados se levantaron para acabar con el orden constitucional sin conseguir tomar el poder de forma absoluta en toda España.
Los sublevados, que llamaron a su levantamiento Alzamiento, lo que indirectamente lograron al alzarse fue precisamente que se produjera aquello para impedir lo cual se rebelaban, qué paradoja, pues el efecto de su golpe de Estado fue derruir la capacidad coercitiva gubernamental en aquellos territorios que no apoyaron la rebelión. De tal manera que, así, los militares sublevados hicieron estallar un volcán, el volcán que galvanizaría el impulso necesario para que la vocación revolucionaria de los obreros más concienciados detectara su propia soledad ante la defensa de lo poco que hasta entonces habían conseguido e, incluso, la posibilidad de aprovechar la brecha para obtener la ansiada sociedad sin clases.
Cuando se evidencia el fracaso de la rebelión militar, del pronunciamiento iniciado en el norte de África, lo que se produce ya sí es una guerra civil, la Guerra Civil por antonomasia de la historia de España. De un lado, el bando
sublevado, que era la expresión del bloque derechista conservador incapaz de lograr sus objetivos dentro de la realidad del orden constitucional republicano y lo había fiado todo a un golpe militar; de otro, la esencia de quienes habían traído ese régimen republicano, ahora tambaleante incluso en las zonas donde los rebeldes no habían logrado su objetivo, y quienes veían en el triunfo rebelde el punto y final a sus sueños revolucionarios.
Como ya he escrito en otros lugares, “durante la segunda mitad del mes de julio de 1936, España se inundó de zozobras, audacias, resignaciones y expectativas”.
Todo había comenzado en las posesiones coloniales españolas en el protectorado español en Marruecos, cuando determinadas unidades militares se levantaron contra el Gobierno constitucional el 17 de julio en la ciudad norteafricana de Melilla y también se hicieron con el control de Tetuán y Ceuta. El general Francisco Franco partía a Marruecos desde Canarias al día siguiente y en la península Ibérica se sublevaban, no siempre con éxito, las demás regiones militares. Y Franco llegaba a Tetuán el 19 de julio para tomar el mando del Ejército de África, la más profesional fuerza de choque con que se podía contar en aquellos momentos.
En cualquier caso, la sublevación fracasó, entre otros lugares, en las principales ciudades españolas y, a medida que pasaban los días, España iba quedando fracturada en dos zonas bajo el control de cada uno de los dos bandos en que el país había quedado dividido.
Sí, del éxito o del fracaso de la rebelión será de lo que dependa la asignación territorial a una o a otra zona, al bando rebelde o al bando constitucional. Había estallado la Guerra Civil española.
[author] [author_image timthumb=’on’]http://anatomiadelahistoria.com/wp-content/uploads/2011/05/JoseLuisIba%C3%B1ezSalas.jpg[/author_image] [author_info]José Luis Ibáñez Salas Comencé a ser algo parecido a un editor cuando en 1990 trabajé a las órdenes de Ricardo Artola en la indispensable Enciclopedia de Historia de España que dirigía su padre, Miguel Artola. Desde 2008 hasta 2012 dirigí la colección Breve Historia de Ediciones Nowtilus y a partir de ese año la colección Biografías de Sílex Ediciones. Un año más tarde publiqué para esa misma editorial El franquismo. Soy asimismo editor de libros de texto en Santillana y fui el editor responsable del área de Historia de la Enciclopedia Multimedia Encarta de Microsoft. En la actualidad dirijo la revista digital de divulgación históricaAnatomía de la Historia (anatomiadelahistoria.com), escribo para la revista digital española Fernando Martínez y soy el director editorial de Punto de Vista Editores. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
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