Ayer, 4 de julio, cumplió años el expresidente Álvaro Uribe, el antioqueño que se crió en la región cafetera (Salgar) en donde como lo ha contado aprendió sus primeras letras con la maestra Lilian y acompañó de la mano a su madre en sus campañas políticas; ella, una luchadora por los derechos de la mujer que hizo parte de la primera generación que pudo ejercer el derecho al voto, elegida además concejala de su municipio y presidenta de esa corporación en una época de violencia y en la que las mujeres aún tenían escaza participación política.
Uribe cursó el bachillerato en Medellín. Recuerdan sus compañeros con admiración su capacidad de memorizar y recitar poesías y poemas. Dicen también que su liderazgo era evidente, mencionan que la mayoría de la clase lo seguía “en rebaño” y que muy pronto iniciaron los rumores de que sería Presidente de Colombia.
Estudió derecho en la universidad de Antioquia en una época en que prevalecía la ideología del socialismo y del comunismo pero ello no obstó para que defendiera con fortaleza sus tesis y principios. Escuché decir al expresidente que esos años le enseñaron que “hay que estudiar y hay que ser valiente, valiente en toda la extensión de la palabra, dar la cara, actuar con firmeza, cuando se es mayoría y cuando se es minoría, saber ser disidente, saber oponerse a las tendencias prevalentes”.
Quise narrar brevemente esos apartes de la vida del expresidente porque considero que han marcado su carrera pública, en la que escaló rápidamente en varios cargos, como concejal de Medellín, Alcalde de la ciudad, Gobernador de Antioquia, entre otros, para presentarse en el 2002 como candidato a la Presidencia de Colombia. Una tarea nada fácil en un país con una tradición presidencial capitalina que daba preferencia a los líderes afines al “círculo bogotano”. Sin embargo, el hombre de la mano firme y el corazón grande derrotó al Dr. Horacio Serpa en la primera vuelta con el 54.51% de los votos. Quizás muchos pensaron que era un imposible lograr semejante hito; yo pienso que él, desde muy pequeño, tenía claro a dónde llegaría.
Sus dos períodos presidenciales le devolvieron la esperanza a Colombia con sus tres pilares: la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social. Cambió paradigmas con el diálogo popular; su contacto permanente con la ciudadanía no había tenido precedentes en nuestra historia política. Abanderó un Gobierno austero con el objetivo de reducir el aparato burocrático del Estado y como jefe al mando de la fuerza pública les devolvió el reconocimiento, el honor y la gloria que los grupos terroristas habían herido y mancillado.
En sus dos períodos Presidenciales abogó por la participación de las mujeres en su gabinete. Destaco dos precedentes: la primera mujer en ocupar la cartera del de Defensa: Marta Lucia Ramírez y la primera afrocolombiana en ocupar un ministerio, el de Cultura, Paula Marcela Moreno.
Hoy, 10 años después de terminar sus dos períodos presidenciales, el expresidente es Senador de la República y continúa trabajando sin descanso, cada día con más amor por Colombia. A pesar de las adversidades, de las infamias y difamaciones incesantes que recaen sobre él, no se detiene y más bien refuerza sus aportes, con inmensa sabiduría, para construir el futuro del país; siempre escuchando con igual respeto las opiniones de sus copartidarios y opositores.
Un ejemplo sin igual de firmeza y de la importancia que para la vida tiene, saber defender las ideas y principios, incluso, cuando esa defensa implique nadar contra la corriente.
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