“Y ¿qué diremos de la doctrina de Heráclito sobre la noción de la unidad en la diferencia? Que hay una multiplicidad, una pluralidad, está bastante claro. Pero, a la vez, nuestra mente se esfuerza sin cesar por concebir una unidad, un sistema, por obtener una visión comprensiva que abarque y vincule todas las cosas; y esta aspiración del entendimiento corresponde a una unidad real que hay en las cosas: las cosas son intrínseca y mutuamente dependientes. El hombre mismo, con su alma inmortal, depende del resto de la creación. Su cuerpo depende, en un sentido realísimo, de toda la historia del mundo ya pasado y del conjunto entero de la raza humana: depende del universo material para poder vivir la vida del cuerpo -necesita del aire, de los alimentos, de la bebida, de la luz del sol, etc.- y también para su vida intelectual, puesto que la sensación es el punto de partida del conocimiento. Depende asimismo, para su vida cultural, del pensamiento, la cultura, la civilización y el desarrollo del pasado. Pero, aunque el hombre acierta al buscar una unidad, se engañaría si la afirmase con menoscabo para la pluralidad. La unidad, la única unidad que hace al caso conseguir es una unidad en la diferencia, una unidad en la diversidad, o sea, una unidad no empobrecedora, sino llena de riqueza. Toda cosa material es una unidad en la diversidad (ya que consta de moléculas, átomos, electrones, etc.), y también lo es todo organismo vivo -Dios mismo, como sabemos por la Revelación, es Unidad en la distinción de las Personas divinas-. Y en Cristo hay unidad en la diversidad -Unidad de persona en diversidad de Naturalezas-. La unión que se logra en la visión beatífica es una unión en la distinción, de lo contrario perdería su riqueza…” (Frederick Copleston; Historia de la Filosofía; El Mensaje de Heráclito; Ariel; Tomo I; Grecia y Roma; 1.981; Pag. 57)
Cuando me pongo a pensar qué es el Centro Democrático, me parece que el pensamiento de Heráclito, aquel filósofo griego de Efeso, actual Turquía, que lució por los años 504-501 a.d.C., debe ser considerado.
Bien dijo Santo Tomás de Aquino ¡In medio virtus! ¡En la mitad está la virtud!. Acudimos al Centro Democrático los liberales y conservadores que sentimos que los partidos políticos tradicionales habían perdido su esencia y se habían ahogado en la repartija burocrática, que habían perdido el liderazgo, y nació entonces para rescatar la política del marasmo acomplejado por la influencia de la mafia y la guerrilla.
Parecido al Centro Democrático, fue el experimento del Partido Republicano que ensayaron los conservadores (Carlos E. Restrepo) y los liberales (Benjamín Herrera) en 1910 para salvar al País de las nefastas consecuencias de la Guerra de los 1.000 días, la pérdida de Panamá, y la crisis que no fue capaz de capotear Rafael Reyes.
Ahora bien, cuando se dan esos momentos de fuerza centrípeta, también se sienten momentos de fuerza centrífuga, porque los hombres fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, y no estamos preparados para permanecer, sino para atisbar el cambio, para otear, para vislumbrar, para soñar.
Por ello, es apenas natural, que se den dentro del Centro Democrático, toda serie de divagaciones, de experimentos, de intentos, porque nos acercó la incapacidad de los partidos políticos tradicionales. El Centro Democrático permite eso: diversidad, diferencias, opiniones, iniciativa. Todo ello sin perder la esencia: La Seguridad Democrática, la Cohesión Social, la Confianza Inversionista, el Estado Austero y Participativo.
Unidad, dentro de la Diversidad.
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