UNA VENEZUELA SIN PADRE

El próximo domingo celebramos en Venezuela el Día del Padre. Históricamente una fecha que se ha instaurado en un esfuerzo por reconocer la ardua misión que tienen los padres de familia como cabeza y sostén de hogar, en estos tiempos de tribulación y angustia que vivimos en el país.

“Ser y actuar como lo haría un buen padre de familia”, eso aprendí cuando estudie en la universidad, específicamente, obligaciones en la carrera de derecho, que esa era la misión de los papás dentro del seno de la familia, eso en principio, en teoría.  Pero, ¿cómo actúa un buen padre de familia?  Eso no es tarea fácil, es mucho más que una frase hecha, no basta tener un corazón noble, hay que tener además una voluntad férrea para sortear las dificultades con inteligencia y es necesario también, tener muy claro el entendimiento, para así poder conducir a los hijos por el camino del deber y del trabajo. Por si fuera poco, se debe saber decir que sí cuando es apropiado y un no cuando es inconveniente.

Significa ser integro, responsable y comunicativo, saber disciplinar, ser ductor y rector, marcando conductas erróneas, corrigiendo, advirtiendo y castigando cuando es absolutamente necesario, cuando debe ser, acompañar a los hijos durante todo el proceso de crecimiento y maduración, apoyándolos en sus decisiones y ayudándolos a levantarse cuando se equivocan para guiarlos con sabiduría, entendiendo que nadie es perfecto, y acompañándolosa crecer como seres humanos,  protegiéndoles siempre frente a los peligros que les acechan en el día a día. Además brindarles la seguridad que requieren y respetándoles siempre. Debemos dejar claro que los hijos no son la prolongación de un padre, son la herencia sí, pero debemos dominar el impulso de hacerlos a nuestra imagen y semejanza dejándoles nacer sus propios criterios o  formas de pensar, sentir y actuar.

En Venezuela es aún más difícil la situación de ser padres. Vivimos en una sociedad en crisis, de valores, de principios, de identidad; en una sociedad eminentemente matriarcal, marcada por una enorme cuota de irresponsabilidad paterna, donde las madres venezolanas han tenido que asumir el rol del padre, teniendo que salir a trabajar para llevar el sustento al hogar y criar a sus hijos solas.  Aquí somos una sociedad de madres fuertes, todo terreno, mientras que del lado paterno, en muchos casos solo existe un gran vacío: la ausencia.

La verdad es que en nuestro país hay quien no quiere ni acepta la paternidad, resistiéndose a asumir tal responsabilidad, la evade de manera frontal, de este modo la paternidad irresponsable y el machismo campea en  porcentajes elevadísimos. Se estima según algunos estudios poblacionales que casi el 50% de la población no tiene padre conocido o se encuentra ausente del hogar la mayor parte del tiempo. La realidad es que para que la sociedad salga de la pobreza y el atraso,  el cuidado de los hijos es fundamental,  independientemente de la relación conyugal.  Así es como la  crianza de los hijos debe realizarse de manera conjunta siempre, el abandono paterno inexorablemente, tiene sus consecuencias, causa desasosiego en los hijos, genera deserción escolar, niños frustrados y resentidos que pueden resultar presa fácil de las drogas y la delincuencia.

Adicionalmente nos encontramos en un país en franco deterioro, maltrechos por la situación que vivimos producto de la mala gerencia y el desorden generalizado, afectados por la escasez de productos, la devaluación, la inflación y los problemas de servicios. Continuamos sumidos en el retraso al que nos conducen quienes tienen la responsabilidad y el sagrado deber de enseñar con el ejemplo, de hacer el bien, de cuidar el patrimonio de la Nación, de ser conductores del mismo  y en ese orden guiarnos por el camino del progreso y el bienestar. Requerimos de ese guía que nos acompañe por ese sendero con sensatez, honestidad, dignidad y sabiduría. Requerimos el pilar, el cabeza de familia en la familia venezolana.

Por esta razón, nos vemos en la imperiosa necesidad de poner los pies sobre la tierra. Nuestra realidad patente es que no contamos en el país con ese padre amoroso que nos guie y nos proteja a los venezolanos,  que nos eduque y nos respete. Un padre a quien seguirle los pasos, así en nuestro abandono total,  dando tumbos aquí y allá,  intentamos salir adelante con fuerza y fe de esta crisis que nos consume, en la esperanza que nuestro Padre celestial nos bañe con su luz divina, nos ayude a resolver la situación y nos suministre de algún modo el pan de cada día. Así es como sobreviven los padres de familia, esperando un milagro e  intentando llevar el sustento a sus hogares, producto de un esfuerzo y sacrificio personal sin precedentes.

Lo importante de todo esto es el aprendizaje del que estamos siendo sujetos los venezolanos, porque viviendo en un país en crisis se aprende, quizás porque se pone de manifiesto el dicho según el cual “la letra con sangre entra”. Los venezolanos tenemos definitivamente una lección que aprender. Debemos aprender que este país es tarea de todos, que la solución a los problemas está en nosotros también y que esta crisis nos debe hacer sentir la necesidad de participar, de surgir con fuerza, de levantar algo sólido, de intervenir, algo más que con sólo la voz, de modificar nuestra actitud, de comenzar a ser responsables con nuestros hijos desde la célula fundamental de la sociedad.

Debemos la exigencia a un líder capaz de conducir el país con sabiduría,  merecemos contar con una imagen de autoridad a quien respetar, admirar y obedecer, alguien de quien podamos sentirnos orgullosos, un jefe de familia que asuma las responsabilidades morales y materiales que el país requiere, que ayude a formar ciudadanos más que habitantes de una Nación, a través del amor y la unidad, que siembre la paz y la armonía. Un líder que genere los verdaderos cambios de fondo, de raíz, esos por los que clama nuestra sociedad, y que predique con el ejemplo en bondad y generosidad como lo haría un buen padre de familia, eso es fundamental. Pero no olvidemos nunca que esta transformación de la que hablamos comienza desde nuestra casa, desde nuestro entorno inmediato, a lo interno, son de actitud, de conciencia y de comportamiento con el  firme propósito de marcar de manera contundente el progreso del país. Esos, están en manos de todos y cada uno de los venezolanos, a quienes nos pertenece este hermoso país y quienes responsablemente debemos tomar las riendas de la situación, despertar y accionar.

 @mauxi1

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