Una tarea pendiente

Es usual escuchar que estamos cada vez peor, sintonizar las noticias y sentir que solo suceden cosas malas, que la humanidad va hacia un abismo y que no hay retorno, que se avecina el colapso nacional. Como suele suceder con todas las cosas cuando son analizadas en detalles, esto no es del todo falso ni es del todo cierto, hay una zona gris.


Es usual escuchar que estamos cada vez peor, sintonizar las noticias y sentir que solo suceden cosas malas, que la humanidad va hacia un abismo y que no hay retorno, que se avecina el colapso nacional. Como suele suceder con todas las cosas cuando son analizadas en detalles, esto no es del todo falso ni es del todo cierto, hay una zona gris.

Hace tiempo, la ONU propuso los Objetivos de Desarrollo del Mileno ODM, ocho en total: Erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer, reducir la mortalidad de los niños, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades, Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, y fomentar una alianza mundial para el desarrollo. Salvo el último objetivo, la evidencia muestra que Colombia ha realizado avances, unos mayores que otros, en los sietes primeros objetivos; aunque sea imperceptible, aunque no haga parte de los titulares diarios, Colombia está un poco mejor que antes, sea cual sea el momento de referencia que se tome. Sumado a esto, indicadores como la estabilidad macroeconómica, la tasa de ocupación y el PIB (que ha crecido en promedio a una tasa del 3,9% desde 1960, según muestran las cifras del Banco Mundial) ha mostrado una evolución positiva.

¿Qué sucede entonces, es una mentira que el país tenga problemas? En lo absoluto, negar las dificultades que enfrenta Colombia es simplemente una necedad. Lo que resulta necesario es preguntarnos por qué esa mejora en indicadores de diferente índole no tiene un mayor impacto sobre la situación de nuestro país y, cómo logramos que esos indicadores presenten un comportamiento que pase de aceptable a favorable. Bueno, hay un indicador que no evoluciona bien; el índice de Gini, utilizado para medir el grado de concentración de la riqueza en un país, era de 51,5 puntos en 1992 y de 51,3 puntos en 2019, según cifras del Banco Mundial. En síntesis, somos un país que no supera sus niveles de desigualdad.

No son pocos los estudios que infieren, para diferentes latitudes y en distintos períodos temporales, una relación entre la inequidad de los países y sus dificultades para alcanzar estados de desarrollo socioeconómico mayores. En este sentido, Colombia tiene una tarea pendiente que no ha hecho, que es importante por sí sola y que no es menos relevante que la estabilidad macroeconómica o la seguridad. Si Colombia quiere alcanzar niveles de calidad de vida visiblemente mejores para las futuras generaciones, la reducción de la inequidad tiene que ser, en el discurso y el hecho, una prioridad de estado.

David Forero

Analista económico

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