Suele decirse que “la política es dinámica” para denotar que un político va a un lugar a otro sin importar lo que decía hace algunos días; pero realmente, eso no tiene nada de dinámico, pues hasta el domingo la política en Colombia era absolutamente plana, aburridora, nada dinámica, era una política estática; donde ganaban sin importar que pasara los que representaban los mismos intereses, utilizando las mismas prácticas.
El triunfo de Petro, por lo que significa y sobre todo por el método utilizado llenó de dinámica la política colombiana; por primera vez – por lo menos en nuestra generación – una propuesta sustancialmente alternativa disputa el gobierno de manera decisiva, existen muchas razones para creer que lo que sea que esté pasando en Colombia, puede ser distinto a lo que hemos tenido.
Si el domingo pasado el país se hubiera comportado como lo hizo el pasado 11 de marzo, como lo había hecho en las últimas décadas, Duque disputaría la segunda vuelta con Vargas Lleras; hay un triunfo en el ascenso de Petro a la segunda vuelta, en la derrota de Vargas lleras, una patada al tablero político en Colombia, un juego que pasó de ser predecible y estático a dinámico e impredecible. Que sea impredecible es lo que le da posibilidades a Petro para la segunda vuelta, porque su victoria sería improbable si la Colombia que salió a votar el pasado 11 de marzo lo hace este 17 de junio.
Yo no vote por Petro en la primera vuelta, porque en mi concepto había mejor candidato, toqué el violín en el titanic hasta que nos hundimos con Humberto De La Calle; ahora debo pensar en el país y votar por Petro, a pesar de Petro.
Porque vaya a votar por Petro no voy a olvidar las objeciones que le hice en la campaña, eso no es serio ni respetuoso, por tanto, promoveré el voto por Petro, a pesar de Petro y sobre todo a pesar de muchos de sus autodenominados petristas. Tengo muchísimas simpatías con el fondo programático de la Colombia Humana, de hecho, considero que la política económica que propone puede fortalecer en el mediano plazo la economía Colombia y, por tanto, mejorar ostensiblemente la calidad de vida de los colombianos. No creo en los fantasmas sobre Venezuela, ni me asusta la expropiación, ni que haya sido guerrillero, por el contrario, que un excombatiente pueda ser exitoso en política electoral es una muestra concreta de reconciliación.
Lo que me contraría de su eventual gobierno es que como todo en la izquierda está muy enfocado en tener la razón, lo que significa que se va a gastar 2 años de gobierno diciendo lo que va a pasar y otros dos diciendo porque no pasó, pero como en Bogotá, lo poco que pueda hacer a pesar de mamertiar será significativamente distinto y transformador. Creo que con Petro se puede lograr un acuerdo sobre lo fundamental, pues además este momento populista nos enfrenta a una disyuntiva en la que no podemos pasar de agache, se nos presentan dos cosmovisiones, dos apuestas por exacerbar sentimientos identitarios y por tanto se disputarán en la calle y en las urnas dos visiones radicalmente opuestas: Una odiosa identidad del miedo al otro xenófoba, homofóbica, aporofobica sobre todo, religiosa, cristiana, temerosa y promotora de saltarse las reglas y de promover la violencia y otra más solidaria, preocupada por los pobres y con el propósito de enfocar el descontento en buscar salidas, que plantea resolver contradicciones de raza, de género, económicas etc. Y aunque las dos posturas valorativas están atravesadas por la demagogia propia del populismo y ninguna de las dos se desarrollará plenamente en la realidad, en el plano valorativo, no escoger alguna de las dos sería decir que nos da lo mismo cualquier cosa y esa actitud en política es, por lo menos, complicidad.
No desprecio el populismo porque como he leído por ahí a Errejon, haya que “salvar a nuestras democracias de su propio demos” no desprecio los sentimientos populares, ni mucho menos me disgusta que los sentimientos mayoritarios estén en el centro del accionar de las instituciones; mi problema con las muchedumbres no es cosmético, me preocupa que un gobierno cualquiera sea este impedido para las decisiones impopulares, que nos gobiernen desde un balcón o por twitter, eso es lo que me preocupa. Pero la coyuntura es una, se enfrentan dos visiones concretas de la realidad y la historia, no decidir es una omisión imperdonable.
Optimismo, los que privilegiamos la paz y la diferencia somos el 50 +1, y, por ser tan diferentes es que nos resulta difícil juntarnos, pero se puede, pongamos el país primero. Me llamo Carlos Mario Patiño y quiero que Gustavo Petro sea mi presidente.