Si bien el confinamiento como el principal instrumento para reducir la tasa reproductiva de contagio del Covid 19 fue útil desde una perspectiva de salud pública, para la economía fue un desastre.
En efecto, la cuarentena ocasionó un parón tanto de la oferta como de la demanda, de la producción y del consumo. Por largas semanas, ni se produjo, ni se vendió ni se compraba. Era inevitable, por tanto, que la economía sufriera una caída brutal y que entráramos en la peor recesión de la que tengamos noticia. Según los últimos cálculos del Min Hacienda, en lugar de que la economía crezca un 3.5%, como se había pronosticado, este año el producto interno bruto caerá un 7.7%, la peor cifra de nuestra economía desde que tenemos estadísticas.
Aunque históricamente nuestro crecimiento ha sido insuficiente, mediocre, era positivo y bastante mejor que el promedio regional. Hasta que se atravesó el coronavirus y el confinamiento nos trajo por el camino doloroso de la recesión. Ello se ha traducido en un crecimiento enorme del desempleo. Después de alcanzar un 20.4% en mayo, para octubre era todavía un 14.7%, un 40% más que al 01 de enero. Mal contados, un millón adicional de desempleados. Y según la Universidad de los Andes, un 15% más de pobreza, de manera que este año podríamos terminar con cuatro de cada diez colombianos en semejante situación. Una tragedia.
Por eso no creo que haya nada más importante y vital en materia económica para nuestro país que crear tanto empleo como sea posible y de la manera más rápida que podamos. La generación de empleo es la mejor y más eficaz medida social que podemos implementar. Y no es reemplazable por ninguna otra. Las redes de asistencia social, necesarias para aliviar a los más vulnerables e impedir que los caigan en la miseria, no reemplazan de ninguna manera el empleo.
La tarea, por tanto, es incentivar la creación de empleo por el sector privado. Según el DANE, para octubre el gobierno generaba solo el 4% de los empleos del país, incluyendo soldados y policías. Por razones obvias, ese porcentaje es mayor de lo habitual. Los funcionarios públicos fueron los únicos que no han tenido en riesgo sus empleos durante esta crisis. Los nuevos desempleados son todos de micro y pequeñas empresas del sector privado que no aguantaron el confinamiento.
En todo caso, ese 4% de empleos gubernamentales muestra el fracaso de entrada del socialismo. Aunque fuese muy eficiente, y sabemos muy bien que es todo lo contrario, para el Estado es imposible reemplazar el empleo que se genera en el sector privado. Por eso, entre otras razones, más temprano que tarde todas las apuestas al socialismo fracasan y solo producen pobreza y miseria.
Debe hacerse exactamente lo contrario a aumentar el tamaño del Estado: facilitarle a los particulares crear empleo. Por eso no comparto la iniciativa de reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales que se está tramitando en el Congreso. Tiene un buena intención, aliviar la carga de quienes hoy tiene trabajo y darles más tiempo libre. Pero tiene un triple efecto negativo, aún peor en la situación actual, donde la economía está en recesión, el tejido empresarial ha quedado seriamente erosionado por cuenta del confinamiento y desaparecieron miles de micro y pequeñas empresas: por un lado, hace al país menos competitivo, por el otro, aumenta los costos salariales de producción en un 20% y, finalmente, desestimula la generación de nuevos empleos porque los hace más costosos.
Repito: hay que focalizarse en crear empleo. Mucho y muy rápido. Concentrarnos en esos cuatro millones de colombianos desempleados que son, junto con sus familias, los que más están sufriendo. De ser finalmente aprobada, la medida no solo no aliviará el agudo problema del desempleo sino que lo agravará. Y contribuirá a hacer más gravosa la situación de los empresarios, ya agobiados por la crisis, la excesiva carga fiscal, la burocracia y la tramitología, la corrupción y los cuellos de botella de la productividad nacional. Y si para rematar, como ya han anunciado, el próximo año suben los impuestos…
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