A propósito de que el próximo domingo se realizará la votación para elegir a las personas que conformarán el Consejo Constitucional en Chile, han aparecido distintas voces en el mundo de la izquierda y del campo intelectual, planteando que anular el voto sería la mejor opción para el momento actual que vive el país, ya que el nuevo proceso estaría viciado y sería completamente antidemocrático.
Es el caso de algunos intelectuales reconocidos por la izquierda chilena, como es el caso de Carlos Pérez Soto, Sergio Grez, Gabriel Salazar, Rodrigo Karmy, entre otros y otras, que firmaron un documento que plantea que este nuevo proceso sería un fraude y una cocina entre los partidos políticos, ya que solo buscaría cerrar la puerta a una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana (1).
Incluso algunos de ellos, como es el caso de Rodrigo Karmy, han llegado a decir que el voto nulo es el único voto posible, ya que el acuerdo constitucional del pasado 12 de diciembre es parte de un nuevo golpe civil y parlamentario, y que el resultado de aquello sería una Comisión Ortúzar ampliada (2), siendo un proceso en sí mismo anulado, lo que tendría una conexión y continuidad con el proceso dictatorial de Pinochet que llevó a la constitución ilegítima y neoliberal de 1980.
Si bien uno podrá estar de acuerdo con la crítica a este nuevo diseño constituyente, por ser un proceso mucho más limitado que el anterior, por contar con actores designados (Comisión de expertos y Comité técnico de admisibilidad), y la exclusión de listas de independientes y de pueblos originarios, de ahí a caer en una crítica fetichista, cerrada en sí misma y descontextualizada a lo que hemos vivido como país desde el 2019 en adelante, es buscar instalar nuevamente desde la izquierda una política esencializada de la derrota, que pareciera no querer abrirse a que se pueden generar ciertas fisuras al orden imperante.
Lo menciono ya que muchos de los que ahora están llamando a votar nulo en esta nueva elección de consejeros constituyentes del próximo 7 de mayo, se posicionaron de la misma forma con el acuerdo del 15 de noviembre del 2019, señalando que fue un acuerdo antidemocrático, que solo serviría para salvar a Sebastián Piñera y a las elites del país, a través de una constitución hecha a la medida de ellos y sin ninguna participación del pueblo de Chile.
Más allá de las razonables críticas en ese momento a dicho acuerdo, por darse de manera cerrada de parte del congreso de Chile y sin diálogo con otros actores sociales, nos mostró un proceso que se fue democratizando cada vez más con el paso del tiempo, dejando nuestros cuestionamientos al acuerdo inicial como meras proyecciones de nuestros propios fracasos políticos personales, lo que nos obligó a desprendernos de ciertas creencias para sumarnos a un proceso inédito en el país.
Con esto no digo que el diseño de una Asamblea Constituyente no sea más democrático que los otros diseños, al ser un poder con muchas más facultades para cambiar las instituciones del país y el tipo de Estado que se quiere construir, pero la política es mucho más compleja, dinámica y difícil de prever, ya que es un proceso no lineal, que toma caminos que responden a múltiples factores.
Es cosa de ver en qué derivó la Asamblea Constituyente en Venezuela, que podrá haber tenido un diseño mucho más participativo y popular que el proceso chileno, pero derivó en una cooptación del gobierno de Hugo Chávez y en una dictadura posterior de Nicolás Maduro, que trajo como consecuencia a ese país en una crisis humanitaria sin precedentes, que tiene a millones de venezolanos arrancando de un régimen que con un discurso antiimperialista bastante pobre ideológicamente, busca justificarlo todo.
Por lo mismo, la política y la vida misma es mucho más abierta e inesperada que lo que algunos intelectuales plantean, por lo que cobra mucho sentido las palabras del abogado y ex constituyente Fernando Atria (3), quien si bien coincide con algunas de las críticas propuestas por ellos, no se cierra a lo que pueda pasar con el tiempo, ya que toma la experiencia del proceso anterior, dándose cuenta que nada está cerrado ni anulado, debido a que no podemos saber realmente la deriva de un proceso, que en el caso de Chile sigue siendo bastante excepcional.
De ahí que Atria haga un poco de memoria histórica, y nos recuerde que en el acuerdo del 2019 también existían bordes y se decía que con esas bases ya estaba todo cocinado desde los partidos políticos y limitado por los tratados de libre comercio vigentes, pero igualmente se fue mucho más allá del diseño original y se lograron instalar discusiones y normas constitucionales totalmente impensadas hace algunos años atrás.
Dicho esto, rescato también lo planteado desde los movimientos sociales por las voceras de la Coordinadora Feminista 8M, Alondra Carrillo y Karina Nohales, que optaron por no llamar a votar nulo, porque justamente lo que se trata es seguir disputando políticamente los sentidos y los horizontes que se van a discutir nuevamente durante los próximos meses en Chile, aunque para algunos todo está perdido de antemano.
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2: https://www.youtube.com/watch?v=rlrTj4PwySw&t=2395s
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