Una golondrina que tampoco hizo verano

“A decir verdad, creo que lo que en realidad le preocupa a Christian Zurita es su propia reputación… Y motivos tiene, pues los chats extraídos ponen en evidencia las prácticas cuanto menos cuestionables de los fundadores de Periodismo de investigación”.


La ética periodística se encuentra en mínimos históricos en el Ecuador. Algunos comunicadores han vendido su reputación —o lo que quedaba de ella— para defender al Dream Team de Carondelet a cambio de una para nada despreciable remuneración mensual. Otros prefieren hacer el ridículo a cambio de nada que no sea su propia satisfacción personal. Pero hay un tercer grupo que se maneja con algo más de astucia —o malicia, que en este caso es lo mismo—, ofreciendo “blindaje mediático” o, cuando el posible cliente es necio, recurriendo a la extorsión. Esto, que hasta hace poco era un secreto a voces, ha sido confirmado por los chats extraídos del celular del ex candidato presidencial Fernando Villavicencio.

La filtración realizada por La Posta ha sacudido el avispero de todos los periodistas, políticos y “líderes de opinión” (sic) con rabo de paja. De un lado, tenemos a los que dicen que los chats son falsos porque se pueden editar, y lo demuestran editándolos y haciendo pasar dichas ediciones por los originales. Lo cierto es que no entiendo cómo abona a tu argumento el tratar de engañar a la gente difundiendo deliberadamente capturas falsas. No veo de qué manera el exponer tu propia deshonestidad pondría en entredicho la credibilidad de La Posta. Del otro lado, en cambio, están los que aceptan tácitamente la veracidad de los chats acusando a Andersson Boscán de “violar el derecho a la intimidad” de Fernando Villavicencio.

Como todo en el Ecuador, esto no se trata de si es o no correcto filtrar chats privados, ya sea de vivos o de muertos. Aquí lo que importa es quiénes son los involucrados y quién filtra los mensajes. Si los involucrados son miembros de cierto movimiento político y quien los filtra es la Fiscal General del Estado, entonces los ecuatorianos tenemos el derecho de conocer el contenido de esos chats. Si, en cambio, el celular pertenecía a quien en vida filtraba todo cuanto le convenía filtrar y quien lo hace público es un periodista forzado al exilio, entonces sí que importa el derecho a la intimidad del difunto.

Esos mismos periodistas que dedicaron semanas enteras a hablar de los chats filtrados de Jorge Glas o del hijo de Jorge Yunda hoy ponen el grito en el cielo por la filtración realizada por La Posta. O todo esto se trata de una poco sana envidia profesional o es que a esos “comunicadores” les aterra que se conozca el contenido de dichas conversaciones. No hay que olvidar que fue el mismo Christian Zurita, ex colaborador y mejor amigo de Villavicencio, quien afirmó que la reputación del asesinado se vería “destruida” si se encontraba su celular. A decir verdad, yo creo que lo que le preocupa en realidad a Zurita es su propia reputación —en el supuesto no consentido de que alguna vez haya gozado de ella. Y motivos tiene, pues los chats ponen en evidencia las prácticas cuanto menos cuestionables de los fundadores de “Periodismo de investigación”.

Siempre resultó extraño que los allegados de Villavicencio no quisieran que nadie, ni siquiera la justicia, tuviera acceso a su celular, a pesar de constituir un elemento clave para esclarecer las motivaciones detrás de su asesinato. Y si los deudos de la “golondrina que sí hizo verano” no han mostrado el menor interés en que se esclarezca su asesinato, menos aún lo ha hecho Fiscalía. Pero aunque a los “gente buena”, “fuerza valiente” o como quieran llamarse les moleste, la filtración de los turbios chats ha significado el mayor avance para esclarecer las motivaciones detrás del crimen.

Reconozco que es de mal gusto hablar de un muerto, pero me parece bastante más grave lo que las conversaciones de Villavicencio con la Fiscal General del Estado, Guillermo Lasso y demás fauna de la política ecuatoriana revela sobre nuestro sistema de justicia. En buen romance: la reputación de Fernando Villavicencio es lo menos cuando sus chats constituyen un asunto de interés público. Y es que, si bien, ahora el finado no puede defenderse, en vida fue acusado de mucho de lo que los chats recuperados de su celular muestran, por lo que si algo tuvo fue tiempo para defenderse.

Por supuesto, ni quiero ni puedo demostrar que las acusaciones de las que fue y sigue siendo objeto el ex candidato presidencial son reales. Eso, lastimosamente, le corresponde a la misma justicia que la filtración de La Posta ha ayudado a exponer en toda su miseria. Asimismo, tampoco encuentro motivos creíbles para suponer que los chats han sido fabricados, por lo que, si bien, desconozco las consecuencias legales de lo que en ellos se expone, sí me queda bastante claro que, en el apartado ético, todo lo que rodea a Don Villa y su pandilla huele a podrido.

Juan Sebastián Vera

Sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Estudiante de Política Comparada en FLACSO, Ecuador.

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