“Acciones como la invisibilización de la población afro en nuestro territorio y el abandono por parte del Estado a las poblaciones del Pacífico, el Caribe, la Orinoquía y la Amazonía, son el reflejo de las actitudes racistas por parte de los dirigentes en Colombia”
En América Latina nacieron ritmos musicales y expresiones culturales como la samba, el tango y la cumbia. También es un territorio de mestizos, indígenas, mulatos, blancos y afros, siendo esta última, una de las etnias más excluidas y discriminadas de la región. En principio, cabe resaltar que, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 21,1% de las personas del continente son afro. Este grupo poblacional se ubica en países como Brasil, Colombia, Cuba, Costa Rica, Ecuador y Panamá.
En esta misma línea y, de acuerdo con la CEPAL, la presencia de afros, desde las islas del Caribe hasta la Patagonia, ha sido una huella de la esclavitud. A estas tierras llegaban barcos cargados de esclavos provenientes de África, quienes eran sometidos a trabajar en plantaciones de tabaco, azúcar, té, cacao, caucho o algodón, tenían pésimas condiciones laborales, no se les pagaba, eran golpeados día y noche y, carecían de un descanso considerable, que les ayudara a tomar fuerzas para continuar obedeciendo a su dueño. Es decir, no había una práctica laboral justa y existía un trato inhumano. Era un territorio de oprimidos.
Por otro lado, hoy en día dicen que la esclavitud es algo del pasado, que fue abolida hace muchos años y que es tema netamente histórico. No están equivocados en que es un asunto de relevancia para algunos historiadores, sin embargo, existe una consecuencia que se ha perpetuado y ha pasado a ser parte del paisaje: el racismo. Este se presenta de forma distinta en los diferentes países. Por ejemplo, en Ecuador, el 72% de los afros son propensos a caer en la pobreza, superando a los blancos y mestizos quienes tienen un porcentaje de 59%. El caso ecuatoriano es relevante porque, aun teniendo trabajo, el 60% de los afros sigue sumergido en la pobreza o con posibilidad de caer en ella, de acuerdo con datos de la CEPAL. Por otro lado, a las personas afro se les dificulta encontrar trabajo. Según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, el 64% de la gente que trabaja en labores domésticas en Latinoamérica son mujeres afrodescendientes y, cabe aclarar que en ocasiones, no tienen salario mínimo, vacaciones, licencia de maternidad ni seguridad social. Algo similar a lo que sucedía hace más de 500 años.
En Brasil, según el Anuario Brasileño de Seguridad Pública de 2019, las comunidades afro representan el 75,4% de las víctimas que mueren en manos de la policía. Se debe resaltar que el 55% de la población brasileña es afro. Y, por si fuera poco, países como Haití, Paraguay, Guatemala, Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay no nombran ni hacen referencia a las comunidades afrodescendientes en sus constituciones o cartas magnas.
Como se dijo anteriormente, el racismo se presenta de diferentes formas; en algunos países es por medio del desempleo, mientras que en otros, se ve reflejado en la pobreza y el asesinato de las personas afro. Sin embargo, existe un factor del cual se desprenden los demás: el despojo de tierras, pues según la CEPAL, en Brasil hay más de 2 mil territorios que ocupan las comunidades afro y, de esos, solo un poco más de 200 tienen titularidad por parte del Estado. Asimismo, en Honduras la población afrocaribeña ha sido amenazada para que dejen sus tierras y se puedan construir en estos lugares, distintos proyectos turísticos apoyados económicamente por otros países.
Pero, ¿qué pasa en Colombia?
Según cifras del Observatorio de Democracia de la Universidad de los Andes, la región donde más se discrimina a la población por su color de piel es, paradójicamente, la Pacífica con un 17,4%, seguida de las ciudades ubicadas en el centro del país con un 14,7% y la región Caribe con un 10,1%. Teniendo en cuenta las anteriores cifras, es relevante decir que las acciones que el Estado ha implementado para reducir los índices de discriminación racial han sido leves, puesto que nuestros gobernantes actúan de tal forma que hacen creer que el racismo no existe en la sociedad colombiana.
Acciones como la invisibilización de la población afro en nuestro territorio y el abandono por parte del Estado a las poblaciones del Pacífico, el Caribe, la Orinoquía y la Amazonía, son el reflejo de las actitudes racistas por parte de los dirigentes en Colombia, debido a que en estas regiones no se centra el progreso ni el desarrollo del país. Por tanto, no son lugares que interesen a los inversionistas.
Según un informe de la Federación Nacional de Departamentos (FND), los territorios donde hay más personas en condiciones de pobreza extrema son Chocó con 49,9%; La Guajira con 47,9%; Córdoba con 40,3%, seguido por Magdalena con 36,1%, y luego Sucre que tiene el 35,7%, lugares donde sobresalen los grupos afro. En contraste, las regiones con menores tasas de pobreza extrema son Risaralda con 11,8%, Antioquia con 15,1%, Caldas con 16% y Boyacá con un 16,5%, departamentos que, como se dijo anteriormente, poseen un índice de discriminación racial del 14,7% (cifra del Observatorio de Democracia).
Aurora Vergara Figueroa, directora del Centro de Estudios Afrodiásporicos de la Universidad Icesi, dijo en diálogo con el medio de comunicación BBC Mundo que “en Colombia hay evidencia de que la policía tiene un comportamiento discriminatorio hacia la población afrodescendiente”. También afirmó que la fuerza pública hace uso de violencia simbólica al referirse a estas personas como ‘simios’, ‘negro’ o ‘curtido’. En ese sentido, Vergara Figueroa comentó que, según una investigación realizada en varias localidades de Bogotá por la organización llex Acción Jurídica, “una persona afrocolombiana tiene 14,27 más probabilidades de ser multada que un blanco/mestizo” y que “tiene 2,57 veces mayor probabilidad de ser detenido, llevado al área restringida o ser requisado”. En síntesis, se puede decir que en nuestro territorio el racismo funciona como un sistema de exclusión.
En Colombia existe una ley que reconoce que las comunidades afro deben permanecer y ser las dueñas de sus territorios (Ley 70 de 1993), pero, casualmente estas zonas están ubicadas en lugares donde reina el conflicto armado, trayendo como consecuencia que la restitución de tierras para los grupos afro e indígenas se tornara lenta, dejando un poco más 700 mil personas afrocolombianas desplazadas, esto, según cifras del Registro Único de Víctimas (RUV).
Los anteriores son hechos donde podemos notar las diferentes formas como se presenta el racismo en Colombia, situaciones que se han vuelto parte del paisaje y, lamentablemente, han sido normalizadas. Por eso, para cambiar y reducir los índices de discriminación contra los grupos afrocolombianos, es necesario ante todo, aceptar y reconocer que el racismo en nuestro país está vigente y es de suma importancia tomar medidas urgentes para erradicarlo. Asimismo, para transformar esta realidad es clave que desde el lenguaje cotidiano, se empiecen a omitir y castigar socialmente expresiones que relacionen lo malo, lo pobre y lo poco desarrollado, con lo negro. Dichos como: “la cosa se puso negra” y “de castaño a oscuro”, son algunos ejemplos. Y para finalizar, más que entender que somos una misma raza, debemos comprender el valor de la diferencia, la diversidad, la vida y la dignidad humana. No podemos permitir que se normalicen las injusticias.
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