“Hoy en Medellín se habla de transformación educativa, se plantean discusiones sobre diferentes modelos pedagógicos pero todo eso coincide en un punto neurálgico y es el hecho que cualquier transformación educativa inicia por transformar el rol del docente”
Volver a nuestra época de estudio nos lleva a recordar esos corredores por los que tantas veces transitamos, los compañeros con los que compartíamos a diario, nos trae a la memoria los espacios, esa infraestructura atareada por los años y quizás la falta de cuidado, los computadores que lograban deslumbrarnos aun sin ser de última generación y obviamente aparecen los recuerdos de ese profesor que nos inspiró, aquel que de un regaño nos hizo sonrojar pero con el tiempo entendimos el valor de aquellos llamados de atención, la profesora dedicada y cercana que siempre adornó con ternura cada palabra. Pero hoy la vida, a través de una pandemia, nos quitó casi todo eso, hoy no hay compañeros, hoy no están las aulas de clase, ya no caminamos esos corredores ni entramos a grandes salas de cómputo, aún así la educación no se detuvo y una solo cosa nos quedó y demostró ser lo único realmente necesario para mantener viva la educación en cada estudiante y son ellos, los maestros, quienes también han sido héroes en medio de esta pandemia.
Sin embargo es innegable como hoy la imagen del maestro se ha visto fuertemente golpeada, no les tratamos como esos héroes que son (y no es sólo un tema de la pandemia), no se les respeta como otrora sucedía, peor aún reciben salarios que no están acordes a su formación e incluso a su papel en la sociedad. Cada uno de nosotros tuvo en frente, en algún momento de su vida, a un profesor, a un ser dispuesto a dejarlo todo en ese aula de clase con la firme intención de hacer de sus estudiantes grandes personas, capaces de enfrentar los retos que le esperaban pero sobre todo estudiantes con capacidad para entender su contexto, para adaptarse y sobre todo para responder a su familia por toda la entrega y dedicación sin la cual no hubiese podido estar allí, entendiendo que aquí las responsabilidades son compartidas y ese es otro de los muchos aprendizajes que nos deja este momento que transitamos: la educación de nuestros hijos no es responsabilidad exclusiva de los maestros y las instituciones. Es necesario recuperar ese prestigio social y autonomía para nuestros maestros como sucede hoy en Finlandia, país que destaca en las clasificaciones educativas de la OCDE, donde los docentes gozan de gran reconocimiento, pues es un carrera exigente y reservada para los mejores, necesario que en Medellín y en el país volvamos a admirar su labor y que el ser maestro en colegios públicos sea un premio, pues me pregunto cuantos de nosotros hoy quisiéramos que nuestros hijos fueran docentes en estas instituciones, por lo menos con la realidad actual confieso que yo no lo quisiera.
Hoy en Medellín se habla de transformación educativa, se plantean discusiones sobre diferentes modelos pedagógicos, se señala la necesaria actualización de los Proyectos Educativos Institucionales pero todo eso coincide en un punto neurálgico y es el hecho que cualquier transformación educativa inicia por transformar el rol del docente. Vaya reto que como ciudad hoy tenemos, lograr que nuestros docentes dejen a un lado ese rol de meros transmisores de información (como en muchos casos sucede) y asuman uno diferente, uno donde se conviertan en diseñadores de experiencias de aprendizaje significativas e innovadoras, uno más acorde al estudiante que hoy encuentran en el aula de clase, un rol que lleve a formar a los estudiantes antes que nada como ciudadanos felices y competitivos para la vida, seres críticos, responsables ambiental y socialmente. La clave está en preparar el talento de la ciudad para los retos del presente y del futuro y de ahí el reto de formar a nuestros docentes en habilidades 4.0 con miras a esos procesos de enseñanza y aprendizaje.
Aunque pocos así lo saben, Medellín desde varios años atrás realizó una gran apuesta para dar inicio a esta gran transformación del rol del Maestro, el Centro de Innovación del Maestro Mova es un lugar maravilloso, con una infraestructura física que resalta por su aspecto moderno y vanguardista, espacios magníficamente bien dotados pero aunque pudiese sonar irresponsable, quiero atreverme a decir que altamente desaprovechado. Luego de visitarlo, analizarlo y conocer un poco de su quehacer, considero que para lograr ese magno objetivo de transformar el rol del docente en la ciudad, MOVA debe ir muchísimo mas allá de formar a los maestros.
Antes que una pandemia hiciera de los colegios esos espacios solitarios, tristes e inhabitados que vemos hoy, en compañía de un grupo de colaboradores iniciamos un recorrido por diferentes instituciones educativas de Medellín, realizábamos allí grupos focales con docentes, directivos, estudiantes de diferentes grados, padres de familia y otros actores que eran parte de las mismas, siempre en cada espacio llegó Mova a la discusión, brillaban los ojos de los docentes al hablar de las bondades que este espacio ofrecía pero de a poco se opacaban y en su discurso se repitió una y otra vez la “queja” de no poder disfrutar de todo lo que allí se ofrece, ya fuera por la distancia, por los horarios, por la capacidad, entre varias tantas razones que señalaron. El Centro de Innovación del Maestro debe llegar a los territorios, entender las necesidades de cada contexto y a partir de ello desarrollar propuestas de formación no sólo de calidad sino además con pertinencia para los cerca de 11.400 maestros con los que cuenta hoy Medellín.
Es aquí donde toma relevancia esa formación de alto impacto en maestrías y doctorados; retomando el caso finlandés y guardando sus proporciones, el maestro está en constante formación y esta incluso es asumida por el estado sin riesgo para él de perder el empleo o el salario durante su proceso de formación, además que para ser maestros allí se requiere grado de licenciatura y quienes ingresan a la educación universitaria para obtener este grado son aquellos que obtuvieron destacadas notas en su proceso de formación previo. En Medellín sólo el 0,3% de los maestros tienen doctorado, apenas el 21,39% cuentan con título de maestría y un 34,87% tiene especializaciones en su mayoría en áreas diferentes a educación y de los restantes sólo el 32,71% cuentan con grado de licenciatura. Si se quiere transformar la educación es urgente que formemos a nuestros maestros basados en la pertinencia de su rol pero a su vez hay que acercar tempranamente al sistema a aquellos estudiantes de licenciaturas, tomar aquellos casos de éxito y mirar en contexto cuales podrían sumarle a la ciudad y esa formación de alto impacto será clave para que esto se alcance, así como la creación de semilleros de docentes dónde la investigación sea un aspecto relevante y a tener en cuenta en sus procesos de escalafonamiento.
Dejo en el tintero estos grandes retos para la ciudad: Repensar el rol del maestro de la mano con la recuperación de su prestigio social y autonomía así como la formación de alto impacto liderada por el estado, descentralizar a Mova y a partir de ello poder soñar con realmente transformar el modelo educativo de la ciudad, es necesario dejar atrás esos modelos fracasados y apostar por modelos donde dado ese nuevo rol del docente, el estudiante sea el protagonista en su propio proceso de formación, es hora de pensar en el talento que la ciudad necesita en el presente y para el futuro y ahí nuestros maestros son clave si queremos que realmente funcione.
En Finlandia hay un máximo de 24 alumnos por clase, mientras que en Colombia son mínimo 32 estudiantes por aula
parce, gracias por el artículo. Creo que hace falta un ambiente escolar más pragmático, basado en problemas. P ej, cómo mezclando saberes armamos equipos para trabajar en los líos del barrio y del mundo? Por eso cada vez más gente le vamos al homeshooling. Gracias a la libertad de cátedra, así doy mis cátedras universitarias en ingeniería de agua, pero en escuelas creo es más rígido el currículo. Un programa público de huertas verticales sería pedagógico para niñez y juventud, cohesionador del barrio y hasta agente preventivo de desastres hídricos.