Un vuelo a Santiago

“un majestuoso arrebol empezaba a aparecer: cual cuadro impresionista hecho con acuarelas”


Con su paso silencioso, el avión dejó atrás la extensa y encapotada Amazonía peruana para adentrarse en el Pacífico. El paisaje aéreo lo aprecio perfectamente debido a que mi asiento está junto a la ventanilla, de un Airbus 320 perteneciente a la compañía chilena Sky Airlines. En el asiento de al lado, una señora bogotana de bastante edad y de un conservadurismo férreo ve una serie de RCN en su tableta; si han sido 3 oportunidades en las que hemos conversado diría que es bastante, eso sí, me ha dejado claro que la ansiedad le carcome porque es una tabaquista veterana y en el vuelo no está permitido fumar; no me alcanzo a imaginar el placer que sentirá cuando salga del aeropuerto, sienta ese viento austral, le dé el chasquido a la mechera, y con un buen Belmont sacie su vicio. Junto a ella va un señor canoso, estimo tendrá unos 65 años; por su acento no es muy difícil darse cuenta de que es chileno, es curioso pero posee un parecido fílmico al excandidato a la Presidencia de Chile, José Antonio Kast;  él va leyendo «El Fútbol a Sol y Sombra» de Eduardo Galeano, una joya de la literatura latinoamericana y quizás el mejor ensayo que se haya escrito sobre este deporte en el mundo; para mí, es de esos libros que están en los pendientes de leer como un deber para mi propia vida y por amor al deporte de «La Pecosa».

El vuelo de Bogotá a Santiago dura 5 horas y 15 minutos, me deleito releyendo «La Aventura de Miguel Littín: Clandestino en Chile», una muy buena obra de García Márquez que no se sabe dónde encuadrarse: si como un reportaje periodístico, una novela o simplemente un relato en primera persona, formato en el que está redactado el libro. Un aspecto bello de releer un libro al que se le tiene gusto es que en una nueva lectura se van encontrando detalles que antes no se habían apreciado, por ejemplo, esta vez me doy cuenta que la salida de su país por parte del cineasta chileno y de ascendencia palestina, Miguel Littín, se produce similar al escape de los diplomáticos gringos por el Aeropuerto de Teherán en el año de 1979, operación de extracción que hizo la CIA (y que vino a desclasificarse hace poco) cuando los musulmanes Chiitas se hicieron con el poder y establecieron un estado autocrático en Irán, en cabeza de los Ayatolas. Al igual que Littín, los funcionarios americanos fueron detectados en la nación iraní por el gobierno dictatorial, sin embargo, cuando los militares chiitas intentaron detenerlos ya el avión había despegado. En el caso del chileno, agentes de ese país ingresaron a su avión antes de despegar, pero gracias a la buena suplantación de identidad que había realizado el cineasta estos no lo detectaron.

Finalizo el libro cuando ya transcurrían tres horas de vuelo, inmediatamente abro la ligera cortina que protege de la basta iluminación del sol de tarde y en unos cuantos minutos un majestuoso arrebol empezaba a aparecer: cual cuadro impresionista hecho con acuarelas. Inevitablemente se me viene a la cabeza aquel verso de Emilianito Zuleta donde hacía alusión al deseo de ser mejor pintor y no acordeonero, y lo comprendo. El sol se ocultó y una noche de estrellas se postró mientras sobrevolábamos el océano más grande del planeta, fue ahí cuando empecé a escribir esta corta vivencia.

Apenas se deja atrás el Pacífico, desde arriba se observan las pequeñas poblaciones de la república austral entre la imponente cordillera de Los Andes y el mar. Enseguida se nota el desarrollo que puede tener un país como Chile en comparación con Colombia por dos temas simples: alumbrado público y organización urbanística.

Ya el piloto anuncia el descenso a Santiago y de momento sólo puedo emocionarme por la aventura que se vendrá en tierras del Cono Sur. Pero eso sí, primeramente, a degustar una buena cena en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez acompañada de un buen vino de Cabernet Sauvignon, producto bandera de esta nación al mundo.

Luis David Oñate Amador

soy un joven de la ciudad de Santa Marta. Interesado en conocer sobre múltiples temas, siempre me ha encantado la escritura para relatar todo aquello que quiero enseñar, contar o simplemente dar a conocer. Me gusta viajar bastante, estudiar nuestra historia, aprender sobre nuestras costumbres y muchas cuestiones más que sin duda se dan por milagro de nacer en esta región que permite una gran multiculturalidad.

Actualmente curso 10mo semestre de derecho, soy directivo de la Asociación Estudiantil de derecho de la Universidad del Magdalena (Asocedum) y hago parte del semillero de estudios constitucionales de dicha casa de estudios.

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