Un viajar de los sentidos

Se fueron las nubes, llegó el verano. El sol achicharra en Salamanca y hace pensar que es imposible que hace 3 meses estuviéramos pálidos de frío. Las fuentes de agua de la calle provocan darse un baño en ellas y el viento frío ahora es una bendición. Llega el verano, sube la temperatura y desaparecen gradualmente las ganas de usar muchas prendas de vestir. Llega el verano y los ánimos de la gente se caldean y se trastean a la playa y a las cervezas heladas. Llega el verano y nosotros nos vamos. Fuimos una generación más de Salamanca, esa ciudad española que alberga más extranjeros que locales y que saluda y despide a la mayoría en intervalos de seis meses o un año.

Le decimos adiós a la ciudad cosmopolita que nos presentó una cultura antigua, hermana y madre. Dejamos abandonada la catedral, la universidad, la plaza mayor, los botellones y a las personas. En dos meses llegarán otros nuevos y harán lo mismo que nosotros: tomarán vino, se quejarán del frío, aprenderán otro idioma, viajarán, se enamorarán y no darán crédito a sus sentidos cuando se den cuenta de que en realidad la vida no transcurre tan normal como parece. Viajar abre los sentidos, los explota, los recrea, los mueve, los trastorna. 4 meses lejos de la casa fueron 4 meses cercanos a algo más, a algo diferente, a algo único. Viajar emboba la cabeza pero la vuelve más inteligente: la noción de vida que se tiene se vuelve cada vez más honesta.

Los seres humanos, obsesionados con el controlar y el tener estamos equivocados al creer que somos los que tenemos la vida, cuando la vida y su realidad magnífica es la que nos tiene. Nosotros lo que hacemos es vivirla,  le abrimos la puerta, la dejamos pasar y le damos una patada de buena fe y confianza. La vida es que los gestos de las estrellas nos hacen soñar despiertos de noche. Que haya placer en morderse un dedo comiendo con las manos o que no haya que desconfiar de la música. Esta cosa de la cual hacemos parte nos equivoca, nos maltrata, nos goza, nos repara, nos hace. La vida a veces solo alumbra cuando uno deja de mirarla o encenderla y aprendemos de los errores porque aprendemos mal de ellos. Los pensamientos vuelan más que las mariposas y los aviones, y la esperanza, la fuerza y la gratitud solo están donde está el amor. La vida es un poema que no rima, un escándalo , un pasaporte, una transacción de lo habitual y lo habitable. Un viaje de los sentidos, y mejor un viajar de los sentidos. Y a Medellín ahora.

Juan Pablo Sepulveda

Tengo 20 años, estudiante de periodismo, apasionado por el deporte y la escritura.

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